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Qué es y para qué sirve una redactora jefa de género

Jueves 23 de enero de 2020

Ana Requena 22-01-2020 Pikara

Ana Requena, redactora jefa de género en eldiaio.es, cree que además de tratar los enfoques de los temas del periódico deberían cambiarse dinámicas de trabajo, como acabar con la masculinización de espacios de opinión.

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Ilustración: Señora Milton

¿Cómo llevamos el feminismo al periodismo y a las redacciones?, ¿cómo hacemos periodismo con perspectiva de género?, ¿qué necesitamos para hacerlo? Son preguntas que muchas periodistas, comunicadoras y académicas llevan tratando de responder en la teoría y en la práctica desde hace ya años. Desde hace dos, y con el liderazgo de The New York Times, ha surgido una nueva figura en los medios -la editora de género, la redactora jefa de género, o la corresponsal de género; la denominación es variada- que busca responder a la parte práctica: ¿cómo hacer en el día a día periodismo con perspectiva de género?

Voy a empezar por el final. No, aún no sé si todos los medios de comunicación deberían tener redactoras jefas de género. Tampoco sé si esta es la solución o la mejor manera de hacer periodismo con perspectiva de género. Sí sé que es una estrategia que estamos probando y que merece la pena intentar. Y ese es, en realidad, el primer reto que tenemos quienes estamos desempeñando estos puestos: aún somos pocas (muy pocas) y aún estamos definiendo, cada una en su medio y desde su rol concreto, qué significa esto de ser redactora jefa de género o editora de género.

Lo hacemos en un contexto que es probablemente mucho más favorable al que podía haber hace diez, cinco, tres años. Al menos en España, con el feminismo estallando en las calles y en la vida pública y política, y con unas redacciones que saben como nunca antes que hay una masa crítica que reivindica que el periodismo debe también responder a los nuevos tiempos, dejar de lado sus inercias machistas y liderar el cambio. Esa masa crítica está también dentro de los medios: siempre ha habido periodistas feministas en las redacciones; ahora -y sobre todo después de Las periodistas paramos del 8M de 2018– hay una conciencia y una presión interna más intensa que antes.

Si no crees que el periodismo tiene un problema de inercias machistas, es improbable que vayas a crear en tu redacción una figura como esta 

A esa situación general se une, en mi caso, un contexto particular y favorable: eldiario.es es un medio joven en el que participé desde el principio y que desde el inicio trató de ponerse las gafas violetas, al menos en algunos aspectos del trabajo diario. El contexto es favorable porque es un medio que se identifica abiertamente con determinadas ideas y derechos y es de ahí desde donde parte el nombramiento como redactora jefa de género. Esa es otra idea para señalar: si no crees que el periodismo tiene un problema “de género”, de androcentrismo, de inercias machistas, es improbable que vayas a crear en tu redacción una figura como esta. Mientras que hay medios de comunicación convencidos ya de que esos sesgos son un problema y suponen una merma de su calidad y de su credibilidad, hay otros que aún no ven ni el diagnóstico ni la necesidad por ninguna parte.

El siguiente paso sería, ¿y qué hacemos? Lo más inmediato: coordinar y mejorar el trabajo que la redacción hace para que eso de la perspectiva de género no sea ni un gueto ni algo que aparece solo en «temas de mujeres». En eldiario.es no tenemos una sección específica, sino un pequeño equipo que trabajamos los temas que se publicarán luego en su sección correspondiente. La idea es que haya personas especializadas, pero también que estos enfoques y buenas prácticas se extiendan a todas y todos los redactores y las pongan en marcha en su trabajo.

Así que mi labor es la de estar en contacto permanente con las secciones y con quienes trabajan en ellas, y también la de participar en las reuniones editoriales diarias para coordinar ese trabajo y apuntar dudas, aportar ideas o cambios, facilitar debates. Un cargo con rango permite a quienes vayan a ocupar este rol ocupar posiciones que participen de la toma de decisiones y que puedan realmente influir en el quehacer del medio con toda la legitimidad.

Más allá del día a día, hay que repensar y ampliar las coberturas sobre la violencia machista, los derechos sexuales y reproductivos, los cuidados o las diferentes discriminaciones que sufren las mujeres. Tenemos como reto hacer coberturas amplias, con seguimiento, buscando enfoques novedosos, informativos, con contexto, capaz de unir los diferentes puntos del mapa. También reivindicar lo periodístico y la actualidad en temas tradicionalmente despreciados, por ejemplo, todo lo que tiene que ver con la vida reproductiva, la maternidad o las relaciones.

Respondo a otra de las preguntas habituales: ¿y que exista una redactora jefa de género no hace que la redacción sienta que ya puede despreocuparse porque hay alguien que se ocupa de ello? Sí y no. De momento, lo que he podido comprobar es que el hecho de que se instale esta figura aumenta la conciencia de las y los redactores sobre la existencia de ciertos problemas y la necesidad de hacerlo mejor. Que exista es una llamada del propio medio a su redacción para que sepa que hay cosas que importan, que tienen que incorporarse a la rutina y que tenemos que trabajar. Que exista es también incorporar un figura de referencia para resolver dudas, dialogar, debatir y proponer. Esa es en realidad una de las labores en las que más tiempo invierto: hablar con la gente, escuchar ideas, ayudar a perfilarlas o cambiar enfoques, proponer temas, cuestionar. Pero sí, también existe el riesgo de que suceda lo que la pregunta enuncia, que haya periodistas o partes de la redacción que consideren que pueden delegar en ella algunos asuntos.

Los problemas para aplicar un enfoque de género son la falta de tiempo, de recursos y, a veces, las resistencias

Por eso, quizá una de las labores que deberíamos abordar quienes desempeñamos estos roles es la de mejorar y cambiar, no solo el enfoque y los contenidos, sino las inercias del trabajo de los y las periodistas y de las redacciones. Inculcar, por ejemplo, que la presencia equilibrada de voces expertas en nuestros textos es un criterio igual de importante que el de comprobar cada dato que publicamos. Acabar con la masculinización de espacios de opinión. Con los guetos que buscan arrinconar determinados temas bajo la premisa de que son ‘de mujeres’. Defender nuevas formas de jerarquizar la información que den prioridad a otros temas y enfoques. Pensar la forma en la que representamos a las mujeres y a los hombres. Reflexionar sobre el uso del lenguaje. Tratar de dar herramientas a los periodistas de nuestras redacciones para que puedan aplicar la perspectiva de género en su trabajo diario.

Los problemas son los mismos de siempre. La falta de tiempo, de recursos y, a veces, las resistencias. Resistencias que en este momento no son siempre explícitas y que muchas veces tienen que ver con los debates y las dudas que genera el intento de hacer las cosas de forma diferente. Al fin y al cabo el periodismo con perspectiva de género hace tambalear lo que sabemos. Resulta que la objetividad, como decía Adrienne Rich, es el nombre que se da en la sociedad patriarcal a la subjetividad masculina. Que las certezas que nos enseñaron como inamovibles al entrar en una redacción no son tales. Que las podemos y que las debemos cuestionar. Es lo que hace el periodismo con perspectiva de género para tratar de hacer, sin adjetivos, periodismo.

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