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¿Qué es el poder femenino en los medios?

Viernes 1ro de septiembre de 2017

Marta Nebot Periodista Público 31-08-2017

Leo en EFE que en Miami se han juntado las gentes importantes del mundo del culebrón latinoamericano y que dicen que sus protagonistas cada vez son más poderosas y menos sumisas. Francamente, me alegro porque esos estereotipos tienen un peso específico gigantesco en las cabezas de millones de mujeres con las que compartimos idioma, historia y machismo.

Este hecho se junta en mi cabeza con el estreno de anoche (para mí) de la serie Grace y Frankie de Netflix (que ya lleva tres temporadas emitidas y está preparando la cuarta). Se trata de una comedia ácida muy divertida creada por Marta Kauffman, la cocreadora de Friends, y protagonizada por Jane Fonda, que la empezó a rodar con 77 años, y Lily Tomlin, con 75.

Una amiga me la recomendó (tengo que confesar que, sin esa recomendación, sus dos caras invitándome a verla en el menú de mi pantalla no me hubieran animado a hacerlo jamás y no por viejas). Ellas están fabulosas a pesar de sus caras. Hacen un trabajo increíble como actrices pero una no puede evitar preguntarse cómo de bueno sería con caras de verdad y no de cartón piedra.

Con estos dos ingredientes principales, sumados al repaso de todas las noticias, con la palabra mujer incluida en el título, de esta semana (con su retahíla de maltratadas, violadas, asesinadas y las estadísticas de desigualdades varias de siempre) tengo la olla exprés de la cabeza a punto de explotar. Las preguntas se me agolpan: ¿No empezamos a ser poderosas en serio cuando dejamos de hacernos tanto daño para gustar o, lo que es peor, para gustarnos? ¿No es sintomático y brutal que la única serie con protagonistas femeninas de casi 80 años estén tan operadas que causan rechazo? Se habla tanto de gustar para justificar las visitas, siempre arriesgadas, y con resultados gregarios, a los quirófanos… ¿Quién se atreve a creerse capaz de domesticar un caballo tan salvaje y libérrimo como el deseo? Desead@s y deseantes: ¿Por qué aceptamos que nos manipulen hasta en eso? Y, por si fuera poco, es que, además, es caro, duele, esclaviza, no puede ofrecer garantías, y pone en juego la salud.

Para tratar de investigar algo más sobre este asunto, buceo en internet mucho tiempo y me encuentro con una galería que el diario de mayor circulación en Colombia, El Tiempo, publicó hace dos años. No he encontrado nada más reciente en este sentido. Bajo el título “Las famosas que decidieron envejecer sin cirugía”, recopila a quince mujeres con convicciones muy distintas. Todas se han resistido a operarse pero de formas y por motivos totalmente diferentes. Las hay con dudas: Gwyneth Paltrow, con 42, declaró que lo único que se haría sería el pecho para ponerlo como estaba antes de dar de mamar a sus hijos; Brooke Shields, de 51, que no sabe qué hará dentro de diez “cuando la cara le llegue a las rodillas”. Luego están las que no lo hacen por miedo a que quede mal. Jodie Foster lo dice claramente: “prefiero qué nariz tan fea que qué rinoplastia tan fea”. Kate Moss confiesa haberse resistido varias veces a aumentarse el pecho; del resto no dice nada. Julianne Moore, que tiene 55, lo ve cristalino: “ Aún no conozco a nadie a quien la cirugía le haya hecho parecer más joven. Lo único que consiguen es que se borren sus rasgos y les dejen cicatrices”. Tina Fey, de 46, está en contra también del botox: “no es para mí, he visto gente de cerca y parecen velas de cera”. Meryl Streep lo dice con más ironía: “la gente se ve graciosa cuando congelan sus rostros”. Sigourney Weaver saca pecho : “el paso de los años debe llevarse con orgullo; las caras de los actores deben estar vivas”.

Las suyas y, digo yo, que ya puestos, las de tod@s. Emma Thompson, Salma Hayek, Julia Roberts y Kate Winslet también lo tienen claro. Ésta última hasta pelea públicamente contra el photoshop.

Españolas, recuerdo a tantas (de cuyo nombre no puedo acordarme) que me han sorprendido sucumbiendo al automaltrato, coronadas por la mujer más poderosa del país durante varios años, la primera que lo fue tanto, María Teresa Fernández de la Vega, y encajo el golpe en la patria femenina: aquí en esto vamos perdiendo.

Y una vez aprehendidos todos estos datos, el cocido de este artículo va tomando cuerpo y empieza a saber a algo… Hay una batalla silenciosa ocurriendo en este momento y en este otro, sobre este asunto como tantas otras sobre otros. Pasa todo el tiempo. Recordemos a Robin Wright, contando no hace mucho como peleó por conseguir que Kevin Spacey aceptara pagarle lo mismo que a él teniendo el mismo protagonismo en una serie. Lo consiguió en la quinta temporada de House of Cards. Lo hizo público cuando la serie se dio por terminada.

En el caso que nos ocupa, como dice Cristina Saavedra: “no se trata de belleza sino de imagen; es cuestión de cuidar los planos”. Ojalá ganen las que cuidan esos planos y no se olvidan de los otros, por su bien y por el de las que vengan.

De momento, pareciera, viendo a estas mujeres poderosas mirarnos desde retratos sinceros, desde su edad verdadera, desde su posición en el mundo del espectáculo, que el poder femenino real estuviera ganando terreno. Mirándolas, dan ganas de creer que en algunos sitios, estamos ganando poder y empieza a ser poder femenino.

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