Miércoles 4 de abril de 2018
Sororidad’ es una de esas propuestas léxicas nacidas al amor del activismo y a la que en los últimos tiempos hemos visto asomar la patita en tertulias, pancartas, titulares y redes sociales
Lo que los puristas le afean a ‘sororidad’ es fundamentalmente su pedigrí lingüístico, claramente anglófilo
Elena Álvarez Mellado 02/04/2018 -eldiario.es
El activismo feminista no deja de darnos alegrías lingüísticas. Aunque no es ni de lejos el meollo de esta lucha, la efervescencia feminista de los últimos tiempos está resultando apasionante desde las gafas de la lengua: préstamos nuevos ( ‘manspreading’, ‘mansplaining’), metáforas poderosas (‘brecha salarial’, ‘techo de cristal’), pronombres subversivos (‘elle’), neologismos arriesgados ( ‘portavozas’), experimentación morfológica ( ‘todas, todos, todes’). La jerga feminista es un safari lingüístico bullente de actividad en el que es imposible decidir dónde mirar porque todo es fascinante. No todas las propuestas que están surgiendo sobrevivirán a largo plazo: es posible que algunas arraiguen en la lengua; otras, sin embargo, se las llevará el viento y quedarán tan solo como un souvenir lingüístico de los tiempos que nos tocó vivir, sin que esto signifique que sean menos valiosas o resulten menos interesantes lingüísticamente.
‘Sororidad’ es una de esas propuestas léxicas nacidas al amor del activismo y a la que en los últimos tiempos hemos visto asomar la patita en tertulias, pancartas, titulares y redes sociales y que hace referencia a la relación de solidaridad y apoyo entre mujeres.