Xarxa Feminista PV
Portada del sitio > ARTÍCULOS, PUBLICACIONES, ENTREVISTAS, Vídeos > Notas (rápidas) a partir del artículo “¿Hay que abandonar el feminismo?”

Notas (rápidas) a partir del artículo “¿Hay que abandonar el feminismo?”

Sábado 30 de julio de 2022

Las compañeras de la Fundación de los Comunes han lanzado un texto-convocatoria que plantea la provocativa pregunta sobre si deberíamos abandonar el feminismo. Lo que sigue es esa reflexión sobre nuestros diversos puntos de partida, enfoques y propuestas.

JPEG - 52.2 KB
ÁLVARO MINGUITO

Silvia L. Gil 28 JUL 2022 El Salto

Las compañeras de la Fundación de los Comunes han lanzado un texto-convocatoria que plantea la provocativa pregunta sobre si deberíamos abandonar el feminismo, dados los límites que ellas identifican en el devenir de la revuelta. En conversación con una de ellas, le comparto mi extrañeza. Ella me pregunta más sobre mi mirada, intento enviarle un par de puntos y acabo, sin premeditarlo, escribiendo varias páginas. Lo que sigue es esa reflexión sobre nuestros diversos puntos de partida, enfoques y propuestas. No es un texto elaborado, son notas sobre la marcha.

Introducción

Aunque en el artículo se realizan preguntas incómodas y, por ese motivo, se enfatizan más los aspectos negativos del feminsimo actual que los positivos, no dejan de ser procupantes varias cuestiones relativas al diagnóstico: un diagnóstico poco atento a las potencias de la profunda transformación que estamos viviendo a escala masiva gracias al feminismo. Un diagnóstico que, por momentos, unifica la pluralidad de posturas históricamente presentes en el feminismo español –lo que siempre decimos: no hay un único feminismo–; un diagnóstico en el que las genealogías de las luchas feministas autónomas no están presentes y en el que, finalmente, se sobredimensionan peligros que parecerían más importados de los debates de EE.UU. de los 80 y 90 que extraídos de nuestra propia experiencia del Sur de Europa. El foco en los debates sobre las guerras culturales del sexo de aquellas décadas enfatiza el pánico moral en lugar de la capacidad de nombrar por primera vez violencias invisibles y naturalizadas para ¿millones? de mujeres; énfasis también en la victimización, y no en los procesos que abren preguntas y espacios de libertad. Y énfasis, por último, en los peligros identitarios, en lugar de los ensayos de protagonismos diversos y alianzas complejas que también están teniendo lugar a lo largo de estos años en diferentes partes del mundo.

Este diagnóstico tiene algunas consecuencias que no está de más poner sobre la mesa: la idea de que o estamos con las identidades o las eliminamos por completo. O esencialismo o todos somos personas. Me pregunto qué queda cuando eliminanos las diferencias: ¿la Razón? ¿el individuo? ¿el ciudadano? Creo que la revuelta feminista ha ensayado algo mucho más interesante: una multiplicidad de diferencias que inventan momentos comunes y protagonismos modulados estratégicamente. Desde esta perspectiva, me parece que se entiende mucho mejor la fuerza del entre mujeres no esencialista que desborda razones, discursos y negociaciones políticas en las periferias –y aquí periferia no es solo un espacio, sino una experiencia no reconocida y marcada por la desigualdad y la injusticia–. Las marcas del cuerpo se imponen. Las diferencias se imponen. Sin que eso signifique reificar o totalizar identidades. En este tiempo histórico es fundamental quién sale a la calle y de la mano de quién se sale a la calle.

Algunos puntos para el diálogo

El feminismo no se ha vuelto institucional, clasista y punitivista. El feminismo en España desde su origen como movimiento organizado (1975) ha tenido un área institucional que votó «sí» a la Constitución e impulsó el Instituto de la Mujer en 1983 de la mano del PSOE. El feminismo es plural desde siempre y hay pugnas internas que vienen de lejos. Es más, en España, el feminismo institucional ha tenido poder (acceso a recursos y fondos, plataformas públicas, universidades, etc.), pero es muy discutible que haya sido mayoritario, teniendo en cuenta la capacidad de convocatoria del movimiento feminista que ha preservado históricamente su autonomía (un ejemplo: las Jornadas Estatales que han convocado a miles de mujeres en sus diferentes ediciones desde 1979).

¿Se clausura el proceso abierto por la revuelta feminista? ¿Quién declara su fin? ¿Quién es ese «nosotras»? ¿A partir de qué criterios? ¿La potencia viene dada solo por estar en las calles? ¿No cuenta la transformación silenciosa que opera en múltiples niveles durante y tras el momento fuerte de la oleada? ¿Qué concepción de la política se está colando aquí?

Parecería que se confunden el feminismo del PSOE con el feminismo de Podemos-Ministerio de Igualdad y esos dos feminismos que ya son distintos se mezclan a su vez con el feminismo en general. Me parece fundamental afinar para no uniformizar. Por ejemplo: una ley de violencia sexual que busca ampliar el reconocimiento de las víctimas en el plano legal no es incompatible con un abordaje más amplio de la justicia no punitivista en movimientos que empujen al Estado y a la sociedad más lejos. ¿Por qué totalizar lo que ocurre en instituciones que además son minoritarias en el gobierno como si eso fuese El Feminismo? Tener leyes que protegen en casos de violencia no es volvernos todas víctimas, es saber que si pasa algo el Estado que es en sí mismo patriarcal y misógino lo tendrá más difícil para darte la espalda. Un ejemplo muy claro es lo que está pasando con las víctimas de violencia vicaria, a quienes el Estado niega sistemáticamente el acceso a las ayudas porque la ley así lo permite (es decir, tenemos leyes que siguen reflejando de manera absolutamente fiel las estructuras patriarcales de las instituciones). Me vienen a la cabeza las palabras de Araceli Osorio cuando dice que las víctimas no pueden no buscar justicia en el Estado, para ella, las víctimas no decidieron nunca estar en esa situación y la justicia, dice, lo mínimo que debe garantizar es que el asesino de su hija no quede libre y no pueda nunca repetirse el crimen. Al mismo tiempo, sabe que eso no agota ni invalida la búsqueda de un tipo de justicia no punitiva mucho más amplia y acorde con los deseos de las mujeres, que, en sus palabras, implica un proceso tan largo como la noche de impunidad que hemos vivido. Lo interesante es ver cómo estas víctimas desestabilizan y cuestionan esa justicia patriarcal con su presencia inesperada (el Estado blinda sus leyes para que sus voces no puedan ser escuchadas) y ponen en marcha, al mismo tiempo, sus propios procesos de duelo, reparación y sanación.

Contraponer el feminismo al feminismo de clase puede invisibilizar la genealogía del feminismo español que surge de los barrios, de las fábricas y de las luchas antifranquistas, por no hablar del feminismo autónomo que tiene décadas de existencia. ¿Por qué no recuperar y enfatizar también de dónde venimos? El feminismo, de nuevo, es plural. Y no podemos invisibilizar las prácticas existentes que han cuestionado históricamente lo que en el texto se llama feminismo hegemónico. Habría que preguntar de hecho si en los últimos años, pese a los desagradables debates vividos, se ha redefinido la hegemonía cultural del feminismo –y de ahí la virulencia de esos debates–. Si ampliamos la mirada, ¿podría ser que la hegemonía del feminismo esté siendo transformada?

Se sugiere que el reparto de la riqueza es lo más importante, ¿la contradicción principal de nuevo? Si algo hace el feminismo actual es imbricar el problema de la riqueza con el sexo y la clase. No hay capitalismo sin producción de sexualidades. El capitalismo no distingue entre los problemas de redistribución y los ligados a las identidades. Los entrelaza de formas profundas que nuestras luchas deben identificar.

Comparto la inquietud sobre la omnipresencia de la violencia en el feminismo y el peligro de ser percibidas solo como víctimas de esas violencias. Pero… creo que también es fundamental dar espacio a otra posible lectura de la víctima. Víctima pasiva no es todo lo que es una persona que sufre violencia. Cuando alguien sufre daño, no es o víctima o agente, ocurren las dos cosas al mismo tiempo. Y nombrarte como víctima es un proceso que puede liberar porque permite tomar conciencia y distancia con aquello que te daña y, por tanto, es la palanca para reconstruir otras relaciones basadas en el deseo y el goce: entiendo lo que sucede, asumo el daño que provoca y eso me permite no querer repetirlo nunca más. En este sentido, es condición para una mutación subjetiva profunda.

Sin entender aquello que te daña no puedes liberarte. Hemos vivido un proceso masivo a nivel mundial de toma de conciencia de la violencia. No se puede clausurar la potencia creativa de lo que viene después. Es muy clara esta potencia en las estudiantes en México que hacen los paros separatistas en las universidades contra la violencia. Ellas denuncian en los tendederos la sus agresores, hacen escraches, no para quedarse en el lugar de la víctima, sino para transformar la realidad que las daña. Y es muy clara también la potencia de las víctimas indirectas que buscan a sus familias y que se nombran estratégicamente como tales. Para ellas, el fin último no es ser víctima, sino abrir una posibilidad distinta: al señalar aquello que hizo daño se interpela a la sociedad para que cambie las condiciones que permitieron que sucediese; esa es la reparación que se exige, que nunca nadie más pase por lo mismo. Las víctimas no son simples sujetos pasivos. En países como en México, el movimiento de víctimas de feminicidios o desaparición, compuesto por miles de personas a lo largo del país, es lo que ilumina el porvenir. Poner el foco solo en el placer y la agencia es algo que no funciona en todas partes del mundo y podría reproducir un gesto colonial. La agencia no es solo irte con quien quieras a la cama, sino también saber cuándo tienes que salir corriendo o cuando ser más puritana que liberada. Pero sobre todo debemos pensar que muchas mujeres al tomar conciencia de las relaciones sexuales de dominio en las que viven se abren a experimentar relaciones lésbicas o de otro tipo donde no se sienten sometidas. Es decir, entenderse como víctimas o posibles víctimas de agresiones sexuales permite romper con lo anterior y encontrar otros caminos de placer y libertad. No solo hay miedo, sino una agencia distinta que surge en medio de la dificultad.

En el texto se afirma que hay que transcender la victimización. Siguiendo el hilo del punto anterior, creo que aquí se corre el peligro de no ver la potencia de las víctimas: en lugar de transcenderlas, hacer con ellas, caminar conjuntamente, escuchar lo que tienen que decir, porque su experiencia, su elaboración del problema, permite identificar aspectos que el resto que no ha pasado por situaciones similares no podemos apenas ver. Y porque en nuestra terrible realidad, cada vez más personas son y van a ser víctimas de daños atroces. Una política que ignore a las víctimas será cada vez más una política de privilegios.

La premisa de «romper con todas las identidades» e incluir a todos de antemano (también los hombres cis) nos lleva a un feminismo sin cuerpo (una versión del feminismo de la igualdad mencionado más arriba: todos somos personas). Sin embargo, hemos visto históricamente en las luchas que es muy importante con quién salimos a la calle y de la mano de quién; es muy importante saber cuándo respetamos determinados protagonismos y cuándo decidimos articularnos y acompañarnos. Tenemos diferentes papeles en las distintas luchas. Podemos ser capaces de esos movimientos estratégicos de acompañamiento y separación. Aprender a estar de múltiples modos, inventar también formas que no pasan por la presencia. Eso no se hace sin cuerpo, al contrario, se hace reconociendo los distintos y desiguales lugares de partida. Sí importa quién va a las marchas y ocupa los lugares más visibles y quién se queda en la retaguardia. Un feminismo no esencialista no es necesariamente un feminismo sin cuerpo ni diferencias.

Cuando se duda de que el feminismo sirva para un proyecto de transformación social amplio… ¿No ha sido ya la revuelta feminista el mayor revulsivo a nivel mundial de los últimos años? ¿No se reproduce una mirada de la carencia, de lo que falta, en lugar de lo que hay? Más bien plantearía la pregunta al revés: ¿Qué puede aprender el conjunto de la izquierda de las luchas feministas? ¿Y cómo seguir alimentando y sosteniendo el acontecimiento abierto?

El feminismo es uno de los pocos movimientos ¿el único? que ha sabido estar al mismo tiempo en distintos planos, instituciones, medios de comunicación, calle, espacios de trabajo, centros culturales, etc., sin privilegiar ninguno de ellos. Plantear la cuestión de la autonomía desde la dicotomía con las instituciones es volver a un paradigma que niega la capacidad multiplicadora del feminismo para estar en distintas partes al mismo tiempo y negar los vasos comunicantes entre ellas que la expanden en un común no unitario. El problema no es cómo impulsar un feminismo autónomo, sino cómo colaborar con la autonomía desplegada históricamente por el feminismo para potenciarla.

Quizá necesitamos darnos un tiempo distinto que permita atravesar momentos reactivos y de menor intensidad, saborear las grandes oleadas, sentir sus intensas palpitaciones, en medio, además, de una pandemia de más de dos años que aún no finaliza. ¿Abre la revuelta feminista un tiempo político de otras duraciones y ritmos, aceleraciones, paradas y nuevos impulsos entrelazados?

Comentar esta breve

SPIP | esqueleto | | Mapa del sitio | Seguir la vida del sitio RSS 2.0