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Nos quieren sumisas, nos tienen combativas: hacia el 8M2019

Sábado 17 de marzo de 2018

Y después del 8 y del resacón emocional que nos dejó, ¿¿qué?? Van aquí algunas ideas lanzadas sin haberlas pensado mucho y sin ninguna certeza; todas ellas dudas que solo buscan sumarse a la reflexión común que tenemos abierta. Cuando se habla de construir realmente se debe leerse seguir construyendo; esa construcción ya está en marcha desde hace tiempo (¿desde siempre?) y con especial fuerza en el último año.

Amaia Pérez Orozco 12-03-2108 El Salto

Construir feminismo

La pregunta está ahí y no acertamos a responderla: por qué ahora, por qué aquí. Lo indudable es la efervescencia. El 8 de marzo se expresó un sentimiento muy hondo y muy compartido de enfado y rebeldía. Se pusieron voz y cuerpo colectivos a un malestar profundo. Y esta expresión, no solo colectiva, sino masiva, es algo muy potente. Pero es un sentimiento muy en bruto. Ahora toca politizarlo: entender todas de dónde surge nuestro malestar, el porqué de la injusticia, qué implica rebelarse. En otras palabras, saber todas a qué nos referimos cuando gritamos aquello de “no es un caso aislado, se llama patriarcado”. Hemos afirmado siempre que “lo personal es político”. El 8M2018 trascendimos juntas y masivamente lo personal; ahora toca construir juntas y masivamente lo político. Construir feminismo radical

Sin volver al estéril debate sobre dónde empieza y acaba el feminismo, sí necesitamos apostar por un feminismo que no es cualquiera, que no nos acomoda a todas por igual, y que escuece porque saca conflictos a la luz. Un feminismo que por supuesto es ideológico y no un mero tecnicismo ni una cuestión de buena voluntad. Más aún, que afirma una ideología en ruptura directa con un sistema que denuncia como heteropatriarcal, capitalista, colonialista, racista y ecocida; como esta cosa escandalosa en la que sabemos que no cabemos todxs, por eso no hay igualdad ni libertad posibles en él.

Esa radicalidad entendida como ruptura directa apunta al menos en cuatro direcciones: Necesitamos teñir de feminismo al anticapitalismo para leernos desde nuestro terreno, el de la vida común y encarnada. Necesitamos teñir de anticapitalismo al feminismo y recuperar la dimensión de clase. Necesitamos combatir el heteropatriarcado en su imbricación con el (neo)colonialismo y el racismo, que es profundo e histórico a la par que se actualiza cada día. Necesitamos plantear un feminismo que asuma como propio el reto de abordar el inevitable colapso ecológico y el decrecimiento de la esfera material de nuestras sociedades.

Construir feminismo autónomo

Entre todas las cosas increíbles de este pasado 8 de marzo, quizá la más increíble sea que todo lo que sucedió estuvo organizado desde la base misma, por un movimiento feminista que carece de grandes estructuras, personal liberado, financiadores y partidos. Por eso puede permitirse ser libre y radical. Quizá porque no tiene una estructura cerrada en la que encorsetarse y porque solo existe en la medida en que fluye en las calles y se mete dentro de nuestros cuerpos sea el motivo por el que lo ha permeado todo. Es un feminismo que no tiene liderazgos claros. Obvio que hay una gente más visible que otra y obvio que no todo es horizontalidad estupenda y que las relaciones de jerarquía ahí están. Pero no hay cabezas indiscutibles y nadie es imprescindible.

Mantener esta autonomía y este carácter callejero y razonablemente horizontal es imprescindible. Al mismo tiempo, se nos abre la pregunta de si precisamos de estructuras de coordinación más estables. Y nos queda el reto de avanzar más en horizontalidad y diluir (aún más) los liderazgos: que no solo muchas, sino todas, nos sintamos legitimadas y preparadas para las portavocías, para aparecer en un medio, para tomar decisiones.

Otro par de asuntos clave en la organización de este 8M2018: En muchos lugares, la coordinación histórica del feminismo autónomo ha sido desbordada por una marea de gente joven. A esto no cabe sino darle una muy bienvenida y, en todo caso, asegurarnos de que los aprendizajes históricos fluyan y alimenten, en lugar de bloquear. Esta coordinación no ha tenido como eje gravitatorio Madrid (ni Catalunya, ni Euskal Herria). Una vez más (como lo vimos, por ejemplo, en Córdoba en 2001 y en Granada en 2009), hemos visto que la mayor potencia aglutinadora surge cuando el feminismo se descentraliza. Necesitamos un feminismo autónomo, horizontal y descentralizado.

Construir un nosotras*

Como feministas, hace tiempo que dejamos de apostar por la mujer, un sujeto político único y homogéneo. Vimos que las desigualdades nos constituyen (somos las mujeres no solo diversas, sino desiguales). Y que esa categoría mujeres está políticamente construida en el marco del binarismo heteronormativo (somos mujeres*: mujeres, bolleras y trans). Vimos también que el sujeto disidente no preexiste, sino que lo construimos en la lucha, cuando identificamos juntxs problemas comunes a la par que lidiamos con los ejes de opresión/privilegio que nos conforman; cuando no tenemos miedo de nombrar nuestras desigualdades para poder así encontrar lo que nos une y la forma de hacernos cargo de nuestras responsabilidades asimétricas.

El debate más encendido a este respecto quizá sea el del feminismo decolonial. A algunas, nos toca la tarea de reconocer en qué medida algunos feminismos hemos sido cómplices o parte del (neo)colonialismo, y la actualización constante del racismo (¡y ver cómo dejar de serlo!). Pero necesitamos hacerlo desde el lugar de la responsabilidad, y no de la culpa. Y desde la comprensión de que el nosotras* que ha construido este 8M2018 no es solo blanco, porque hay mucho feminismo racializado que es desde hace largos años parte del movimiento feminista autónomo.

Abordar preguntas abiertas

Esta huelga ha desbordado lo laboral tanto en el contenido (al entretejer la dimensiones de cuerpos, economía, fronteras y violencia) como en la forma (huelga laboral, de cuidados, de consumo y estudiantil). Ha sido una huelga donde el sujeto político, ¡por fin!, no era el asalariado (en masculino). Hemos logrado una huelga pensada desde la vida, no desde los mercados. Y aquí se ha hecho palpable lo que ya intuíamos: es muy difícil mirar desde la vida un mundo donde los mercados son el centro. Por eso, en todo este proceso, nos han surgido mil y una preguntas. Algunas se han ido resolviendo desde lo aterrizado y con inteligencia colectiva. Otras han quedado sin respuesta; solo habríamos podido resolverlas cerrándolas en falso.

¿Una huelga de cuidados es dejar de cuidar y/o cuidar de otro modo, en colectivo, en lo público y con otras prioridades? ¿Una huelga de consumo es hacer consumo responsable y/o no gastar? ¿Cuál es el papel de ellos, aparte de ir a la cola de la manifestación? Si un padre no puede ir a currar porque debe quedarse con su críx, ¿debe decir que se suma a la huelga o llamar y decir que lo lamenta mucho, pero que hoy se ausentará? ¿Por qué ha habido sindicatos que han convocado paros y no huelga general y cuándo esto ha sido una muestra de compromiso (para movilizar realmente a sus bases) y cuando un menosprecio a la profundidad de las reivindicaciones feministas? ¿Cómo repensar la relación sindicalismo-feminismo? ¿Cómo romper con un marco de diálogo social patronal-gobierno-sindicatos en el que no somos sujeto político más que como mano de obra?

Abordar estas y otras mil y una preguntas, va a ser un paso crucial. Quizá lo primerito de todo sea anotarlas, ¡que no se nos olviden!

¿Una agenda de política institucional urgente?

Como pasó en el 15m, surge la duda: ¿hay que volcarse ahora en la elaboración de una agenda de política institucional? En ese caso, ¿quién la negociaría? Es dudoso que esta sea la prioridad. Poner las energías y las fuerzas en lo institucional suele ser una forma directa de desactivar la consolidación de una política sólida de base. Habernos expresado con fuerza una vez no significa que seamos fuertes; significa que podemos llegar a serlo. Y ahí hay que volcarse.

No centrarse en la elaboración de una agenda de política institucional no implica dejar vacío ese escenario. Sobre todo, porque ya hay muchas compañeras que están trabajando en ello (y muchas vienen justo de este movimiento; la lucha multinivel ha sido fundamental para la expansión). Y porque los canales de comunicación ya están abiertos, y seguirán estándolo. Y funcionarán mejor cuanto más funcionen con tiempos y apertura respetuosos con el carácter autónomo y desbordante de la movilización.

Pero, si hay que construir una agenda política de emergencia, aquí va un punto para sumarlo: la prohibición inmediata del empleo de hogar interno acompañada de un plan de choque para responder a las situaciones de emergencia social que este trabajo está cubriendo (gente que no se vale por sí misma y no tiene alternativa) y a las que se generarán si esa forma de trabajo desaparece (mujeres migrantes que de repente se quedarían sin curro, sin casa y en muchos casos sin papeles).

Hacia la huelga general en 2019, con relevo

La potencia de esta huelga hunde sus raíces en toda una genealogía de lucha que se ha sabido reinventar. Y con especial fuerza hunde su raíz en el 8 de marzo de 2017: nada más salir del paro de media hora que se convocó entonces, se apostó por la huelga para 2018. Hagámoslo ahora igual: que nuestra primera decisión sea convocar a la huelga general feminista el 8 de marzo de 2019. No buscando repetir la de este año, sino profundizarla: pasar de los paros a la huelga en todos los territorios y por parte de todos los sindicatos de clase; afinar las huelgas de cuidados y de consumo como formas novedosas de lucha que han pasado de la fantasía (¿qué pasaría si las mujeres dejaran de cuidar?) a la materialidad; reforzar el éxito de la huelga estudiantil.

Pero todo ello con relevo: las compañeras que lo han dado todo este 8M2018 están agotadas, emocional y físicamente. Ahora nos toca a las que hemos estado de manera periférica. Ese nosotras* que protagoniza la lucha feminista y se construye en ella necesita fuerzas nuevas. Porque no podemos funcionar sobre militancias incompatibles con la vida. Porque queremos que nadie sea imprescindible y que los procesos sean verdaderamente colectivos.

El éxito de esta huelga ya había sido el 7 de marzo. Y va a seguir siéndolo. Porque “ahora que estamos juntas, ahora que ya nos veis, ¡abajo el patriarcado que va a caer!, ¡arriba el feminismo que va a vencer!”


(Este texto se ha enriquecido de los comentarios de Sira del Río, Sara Lafuente Funes, Amaia Agirresarobe, Silvia L. Gil, Jone Bengoetxea y Valentina Longo; gracias a todas por ayudar a escarbar en los debates)

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