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Nos preocupa más un tomate que un inmigrante

Jueves 30 de abril de 2020

¿Qué miedo hay a plantear una regularización que piense en el medio-largo plazo cuando el horizonte de recuperación de las crisis económica y social no se vislumbra hasta dentro de al menos cinco años?

Violeta Assiego 28/04/2020 - eldiario.es

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Asentamiento de chabolas en el campo almeriense.

Pregunta Serigne Mamadou, un temporero sevillano de origen extranjero, que dónde están los tres millones de votantes de Vox ahora que las tierras de España necesitan 300.000 trabajadores. Pregunta, con razón, que dónde están esos que gritan ¡Viva España! y señalan a los inmigrantes como delincuentes y violadores cuando son estos inmigrantes, a los que tratan con desprecio, los que están dando la cara y poniendo el cuerpo en los campos de España para que no se pierdan las cosechas y la economía se quiebre un poco menos.

No hay nada más importante en la defensa de los derechos humanos y en la denuncia de sus violaciones que el que sean las propias personas, titulares de estos derechos, los que, con su voz, su rostro y su propia experiencia, nos confronten con la realidad ignorada, escondida y callada desde hace más de 20 años. Nada más contundente que el testimonio de la evidencia cuando se usa la lógica de los derechos comunes.

España no puede presumir de trato digno a la población migrante. Lo más grave es que creemos que sí. Nuestra historia colonialista y nuestro racismo -ese que negamos cuando nos lo señalan- suelen encontrar decenas de argumentos poco éticos que justificar la discriminación y maltrato que sufren miles y miles de personas de origen extranjero en nuestro país.

Ni siquiera ahora que nos preocupa tanto que se echen a perder los cultivos y las cosechas de los campos de España somos capaces de hacer un ejercicio de auto-revisión. Quién no se pone a la defensiva al ver el vídeo de Serigne Mamadou adopta una posición paternalista: pobres... La raíz del racismo que justifica la explotación laboral y que miles de temporeros vivan en condiciones inhumanas (como denunció el relator de la ONU para la Pobreza) es tan profunda que se es incapaz de traducir en políticas públicas el concepto de trato digno. ¿Qué miedo hay a plantear una regularización que piense en el medio-largo plazo cuando el horizonte de recuperación de las crisis económica y social no se vislumbra hasta dentro de al menos cinco años?

Se nos viene el mundo encima al pensar cómo se pueden llegar a tirar toneladas de. melocotones, cerezas, espárragos, naranjas, fresas, patatas, zanahorias, frambuesas...mientras ignoramos las condiciones laborales, de hacinamiento, explotación económica y precariedad emocional en la que se encuentran los muchos miles de temporeros y temporeras que se llevan partiendo la espalda y lo van a volver a hacer para trabajar las tierras de un país que los utiliza y desprecia. Las administraciones no están actuando con la suficiente iniciativa, pero en este caso la derecha no pedirá a Pedro Sánchez que dimita pensando en los temporeros, en todo caso, de hacerlo lo hará pensando en las empresas y empresarios. Solo les preocupan las ganancias económicas y electorales que puedan sacar de la crisis de la COVID-19.

Hay vidas humanas que no valen nada ante quienes creen que ellos lo valen todo y que todo vale para vivir su vida en base a sus ideas, aunque estas pisoteen a las personas. Entre ganancia propia y dignidad ajena, la respuesta está clara: libertad para hacer lo que les dé en gana. El paradigma de este egoísmo, de esta codicia, de esta falta de escrúpulos, de esta mentira que es ese cóctel de racismo y neoliberalismo, lo escenifican de la forma más cínica los discursos antiinmigración de Vox.

Discursos que proponen políticas y actitudes sociales que los votantes de Vox (y no solo ellos) avalan cuando depositan su confianza -no sabemos si ciega, tuerta o distorsionada- en quienes utilizan el tridente de ’patria, rey y religión’ para pisotear los principios éticos y humanos más antiguos, valiosos y universales que puede tener una sociedad: la hospitalidad, la solidaridad y el respeto...

Son esos mismos valores con los que aplaudimos desde las ventanas y balcones, con los que se impulsan los bancos de alimentos y comedores que se organizan desde las redes vecinales, los que movilizaron a miles de conciudadanos a hacer mascarillas, imprimir respiradores y ofrece alternativas ante el colapso en las UCI. Todos sabemos identificar los valores y las actitudes que construyen sociedades mejores.

Es en base a esos valores en los que miles de hombres y mujeres extranjeros, menospreciados por quienes ahora les necesitamos, siguen trabajando las tierras de España y sus campos a pesar de que ninguna administración ni empresa está siendo capaz de mirar más allá de sus propios intereses ante esta situación crítica y de emergencia. Una mirada pragmatista y errónea que solo conduce a ahondar en la gran deshumanización que existe frente a la población migrante que sostiene nuestra economía.

Mamadou termina su vídeo subrayando que, a fin de cuentas, somos una comunidad interdependiente: "nos necesitáis y estaremos aquí para nuestro pueblo, África, y para el pueblo de España". Por eso, porque les necesitamos, nos necesitamos, porque somos en vínculo y en relación, urge una articulación social que empuje a los actores políticos y empresariales a tratar con más respeto y como sujetos de derechos a quienes trabajan la tierra. Que no tengan miedo, que no les están pidiendo la propiedad de las tierras, tan solo están reclamando una vida habitable donde importe más el precio de su dignidad que el de un tomate.

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