Xarxa Feminista PV
Portada del sitio > ARTÍCULOS, PUBLICACIONES, ENTREVISTAS, Vídeos > “No tenía antecedentes psiquiátricos”

“No tenía antecedentes psiquiátricos”

Martes 1ro de noviembre de 2022

SARA R. GALLARDO 26/10/2022 Pikara

Las personas locas sufrimos más violencia de la que ejercemos, sin embargo, seguimos arrastrando el estigma de ser sujetos impredecibles y agresivos

JPEG - 353.6 KB
Ilustración: Carol Caicedo Esquivias.

En la sección de “sucesos” de un programa matinal aparecían hace pocas semanas dos noticias de tintes sensacionalistas. La primera hablaba de un hijo que había matado a su padre y la segunda de un individuo que había pegado una paliza a otro y lo había dejado en coma. Las decisiones periodísticas en la presentación y comentario de ambos sucesos fueron las siguientes: en el primero de los casos el presunto parricida necesariamente debía tener “trastornos mentales” que justificaran su conducta, pero en el segundo caso no era necesario porque la información se centraba en la “mala fama” del supuesto agresor, apodado y conocido por todos como “El nazi”.

Cuando no hay factores que puedan ofrecer una “explicación” a una conducta violenta, los y las periodistas deben recopilar las declaraciones del vecindario y de familiares haciendo preguntas como “¿lo vio actuar raro últimamente?”, “¿tomaba alguna medicación?”, etcétera. Si las declaraciones apuntan a posibles “problemas mentales” como causa del crimen, como en el caso de la noticia indicada, pero desde la redacción del programa no se puede confirmar, se suele decir, como tantas veces, que el sujeto “no tenía antecedentes psiquiátricos”.

Mucho se ha avanzado desde el feminismo para señalar una y otra vez que los violadores o los maltratadores no están locos, sino que son “hijos sanos del patriarcado”. El último estudio realizado desde el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) sobre las sentencias de violencia machista (publicado en el año 2018) determina que solo en el 5,4 por ciento de las sentencias analizadas se pudo determinar patología psiquiátrica (donde se incluye también adicción a alcohol o drogas) como atenuante en la condena. Este dato sigue una tendencia que ya se viene observando desde mucho antes: estar loco es un factor irrelevante para determinar la agresividad de un individuo. De hecho, en los informes que realiza el mismo organismo español para establecer los perfiles tanto de víctimas como de agresores, se subraya que no hay datos objetivos suficientes para definir “pautas, patrones de comportamiento o atributos de la relación potencialmente desencadenantes de situaciones de violencia”.

¿De dónde viene entonces esa inclinación a pensar que los locos son más violentos que los cuerdos? Y, ¿hasta qué punto ese pensamiento provoca que ante una situación de violencia se piense que quien la ejerce “ha de estar necesariamente loco”? Para el psiquiatra José Valdecasas (coautor, junto a la enfermera de psiquiatría Amaia Vispe, del blog Postpsiquiatría), asociar locura y violencia “es inherente a nuestra civilización occidental capitalista”. Los sujetos que, según los tópicos, no producen, no respetan las normas, son impredecibles… “son realmente peligrosos para el orden establecido en cuanto a mostrar la posibilidad de no aceptar dicho orden”.

Es más, para Valdecasas, se trata de “un mecanismo de defensa de la sociedad que, ante sucesos terribles, encuentra la fácil válvula de escape de la ‘locura’ como explicación de lo ocurrido, que evita ulteriores cuestionamientos”. Hacia la misma dirección apunta Janis Lago desde su condición de loca: “La locura cumple una función social”, “la sociedad, tal y como atiende al constructo de locura, necesita de ella”. Lago, exestudiante de psicología, carrera que abandonó por decisión política, se refiere a “la falacia del mundo justo”: “Los seres humanos necesitamos de creencias que contrarresten ciertas realidades desagradables, injustas y violentas”, por eso estamos más predispuestos “a concebir que las violencias no pueden ser explicadas mediante estructuras que actúan de forma desigual y que, además, gozan de legítimo poder para ello”.

Al hecho de que patologizar la violencia “invisibiliza las dinámicas de poder”, Ana Carralero, enfermera especialista en salud mental, añade que, cuando se atiende a la salud mental del agresor para explicar su conducta, “estamos dejando de mirar a las causas reales del problema”. Y cita a Tomás Corominas: “Mientras diagnosticar de enfermo mental a quien hace algo incomprensible sirva de explicación, nunca nada podrá ser explicado”.

Es algo habitual, y así lo explica Carralero, poner de ejemplo a la “gente psiquiatrizada que es violenta en los servicios de salud mental como una prueba de que las personas psiquiatrizadas son violentas”. La enfermera y profesora de la Universidad de Alcalá (UAH) puntualiza: “Y curiosamente se obvia toda la violencia institucional que se está ejerciendo sobre esa persona, no solo en el momento de lo que se llama ‘agitación psicomotriz’ (en mi opinión, este término ya está ocultando la violencia estructural que se está produciendo y se ‘patologiza’ lo que muchas veces es autodefensa), sino en todo el recorrido de la persona”.

Cuando una persona psiquiatrizada se “agita” en la sala de urgencias su comportamiento “es usado por los ‘profesionales’ para justificar actuar violentamente sobre ella, por ejemplo, atándola a la cama, administrándole medicación sin su consentimiento, etcétera”, relata Carralero. De esta manera, se cambia el foco, según la enfermera: “Se obvia que a lo mejor a esa persona la policía la ha sacado de su casa a la fuerza delante de toda su comunidad de vecinos como si fuera un delincuente, que a lo mejor lleva meses recibiendo amenazas de su psiquiatra, por ejemplo ‘si no te tomas este tratamiento vas a acabar ingresada o no vas a poder beneficiarte de esta prestación económica o vas a tener un informe desfavorable que puede hacer que te quiten la custodia de tus hijos”’, etc.”.

Quizá sí haya, por lo tanto, una relación directa entre locura y violencia “pero no como sujetos que producimos violencia por nuestra condición, sino como sujetos que la recibimos sistemáticamente a causa de esta”, apunta Lago. Valdecasas también está de acuerdo con que “los locos pueden ser violentos y actuar con maldad, pero para nada en mayor proporción que la población general y sí mucho más frecuentemente ser ellos y ellas víctimas de malos tratos y agresiones de lo más diversas”.

Existen motivos para pensar que la violencia sí es una causa que determine la salud mental de las personas. Esta idea está avalada tanto por la Organización de Naciones Unidas (ONU) como por la Organización Mundial de la Salud (OMS). La ONU, en un estudio sobre el impacto de los crímenes violentos, señala que en los países con mayor tasa de homicidios, aumenta también la tasa de problemas de salud mental asociados a ellos. La salud mental se resiente tanto “entre los afectados por el delito, como entre los sobrevivientes y familiares de la víctima”, apunta el organismo, “lo que provoca una disminución general de la calidad de vida”.

El último Plan de Acción sobre Salud Mental (2013-2020) de la OMS confirma lo que ya intuíamos: existen factores de violencia estructural que son determinantes para que el sufrimiento psíquico se dé más (con mayor frecuencia e incidencia) en ciertos grupos sociales. Entre ellos, la OMS destaca la pobreza, los problemas crónicos de salud, el maltrato infantil y el abuso de sustancias en la adolescencia. También insiste en que las personas mayores, los grupos racializados o, en general, las “personas sometidas a discriminaciones y vulneraciones de los derechos humanos”, las personas “homosexuales, bisexuales y transexuales”, las presas o las expuestas a un conflicto o a desastres naturales son especialmente vulnerables. Por último, añade a la lista de causas el desempleo, la marginación, la violencia de género e intrafamiliar y “el exceso de trabajo y el estrés”, especialmente en el caso de las mujeres.

Cuando el mundo entero creyó que la causa de que el avión del vuelo 9525 de Germanwings se estrellara en los Alpes Franceses en 2015 había sido el diagnóstico de depresión de su copiloto, Andreas Lubitz, hubo un informe contrario a esta opinión que adquirió cierta relevancia en aquel momento. Se trataba de ‘Time to change’, realizado por la ONG británica Mind and Rethink Mental Illness, que ya había sido publicado en 2007.

Los resultados de aquel estudio, que se realizó sobre la población de Reino Unido y que se pueden consultar en su web, confirman unas certezas poco escuchadas en el discurso imperante. Entre ellas, que contrario a la creencia popular, la incidencia de homicidios cometidos por personas con diagnósticos psiquiátricos se ha mantenido estable desde los años 90, o que las personas con problemas de salud mental no solo cometen pocos crímenes, sino que, comparativamente, cometen menos que las personas cuerdas. Por si estos datos no corroborasen ya que la asociación locura-violencia es tendenciosa, el informe también detalla que el principal acto violento cometido por las personas locas es el suicidio.

¿Por qué incluso los expertos que salen en televisión siguen insistiendo en el binomio locura-violencia, si incluso los grandes organismos desechan esta idea en sus estudios? El término que suele usarse casi siempre es el de “psicópata”, una falacia de autoridad que tiene que ver con cómo se clasifica médicamente la maldad (moral o éticamente): “La psicopatía médica ya adquiere tintes de ‘enfermedad’ (porque la medicina se ocupa, o debería, de ‘enfermedades’). Y en esta confusión surge la igualación entre maldad y locura”, explica Valdecasas. Asimilar la maldad como un rasgo patológico deja allanado el camino, según el psiquiatra, para una equiparación entre ambas categorías: “Si eres un psicópata moral, entonces debes ser médicamente un psicópata, lo que provoca una profecía autocumplida: como definimos a los ‘malvados’ como ‘locos’, efectivamente creemos demostrar que los ‘locos’ tienden a ser ‘malvados’”. De esta manera, importa poco si había un diagnóstico en el momento de cometer un crimen. No hace falta. Incluso en caso negativo, se impone lo punitivo, coercitivo y cuerdista del sistema: se impone en cuanto se subraya como dato relevante que ese sujeto particular “no tenía antecedentes psiquiátricos”.

Comentar esta breve

SPIP | esqueleto | | Mapa del sitio | Seguir la vida del sitio RSS 2.0