Xarxa Feminista PV

No es un tablero para damas

Jueves 18 de enero de 2018

Andrea Momoitio 05-01-2018 Pikara

Las diferencias físicas entre hombres y mujeres resultan irrelevantes en el ajedrez, pero pocas han hecho historia. Los estudios se centran en entender por qué jugamos peor, pero ¿a quién le importa por qué jugamos menos?

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Ana Matnadze es medallista olímpica y campeona de España en 2016.- Foto cedida por David Llada

El gesto de Garri Kaspárov le delató. No se lo esperaba. Él —que había dicho sobre ella “tiene un talento fantástico, pero, después de todo, es una mujer”— se rendía ante el tablero de Judit Polgár. En aquella partida se ganaba el honor de ser la primera en derrotar al maestro. Jaque al rey, vaya que sí.

Entre la competitividad, la táctica y la estrategia, los ingredientes principales para una buena partida, Judit Polgár ha hecho historia porque, ante las 64 cuadrados blancos y negros, despliega con inteligencia sus virtudes como ajedrecista. Sí, es cierto, además, ganó al gran Kaspárov. No es la única mujer que se mueve con soltura entre los alfiles y los peones, pero no son muchas más. Solo el 8,4% de las personas registradas en la Federación Española de Ajedrez son mujeres, según los últimos datos que ofrece el Instituto Nacional de Estadística sobre deportistas federadas en 2016. Una cifra escandalosa, que sitúa el ajedrez entre los diez deportes menos igualitarios en cuanto al número de licencias federadas.

En los últimos años se han publicado numerosos estudios que tratan de explicar por qué las mujeres jugamos peor al ajedrez, pero ¿por qué jugamos menos? En el análisis de este deporte, reconocido como tal por el Comité Olímpico Internacional desde 1999, se obvia cómo influye la socialización de niños y niñas en las aficiones y las habilidades que desarrollarán en el futuro. Un estudio de la Universidad de Barcelona, de varios autores y autoras, concluye, tras analizar partidas de jugadores y jugadoras de élite, que las mujeres obtienen peores resultados que sus compañeros varones con habilidades similares. Aseguran, además, que esa “diferencia de género se debe a la composición de género de las partidas. Cuando un o una ajedrecista compite con alguien de su mismo sexo y habilidad, su probabilidad de victoria es 50%. Pero cuando un hombre y una mujer de la misma habilidad se enfrentan, la mujer solo gana en un 46% de los casos. Esto es equivalente a acarrear un hándicap de 30 puntos cada vez que la persona sentada al otro lado del tablero es un hombre”. Ainhoa Azurmendi, experta en deporte y género, asegura que en el ajedrez, igual que sucede en otros deportes y ámbitos de la vida, “los hombres se enfrentan a la partida sabiéndose ganadores”. No de esa partida en particular, sino de todas las que tengan por delante; ganadores simbólicos, poseedores de los dones de los guerreros, que protegen a su reina y a sus peones con valentía. Juegan con ventaja. De su lado, el sistema de valores.

Aún nadie puede asegurar qué pasaría si creciéramos en igualdad: “Si pudiéramos acceder a los mismos juguetes para fomentar de igual manera las capacidades psicomotrices, si se nos educase también a nosotras en el empoderamiento y la autonomía, si no nos condicionase la mayor percepción de peligros en nuestro entorno, ¿existirían diferencias físicas?”, se pregunta Azurmendi. Los argumentos más típicos para excusar la falta de presencia de mujeres en el deporte no sirven para el ajedrez porque “se evidencian de manera distinta los estereotipos y las barreras culturales que condicionan la práctica deportiva de las mujeres. No puede hablarse de inferioridad motriz, el argumento que se ha utilizado tradicionalmente para asegurar que las mujeres no estamos capacitadas para desarrollar actividades físicas”, asegura Azurmendi. El ajedrez, sin embargo, se basa en otras cualidades y atributos que también han estado habitualmente relacionados con la masculinidad y, por tanto, con las lógicas propias de la guerra. “A las mujeres no se nos considera capacitadas para la estrategia en esos términos”, dice.

Sabrina Neide Vega empezó a jugar al ajedrez de casualidad. Su hermana Belinda, ahora también ajedrecista, había elegido gimnasia rítmica como actividad extraescolar y sus horarios cuadraban bien con las clases de ajedrez. Tardó muy poco en aprender cómo se llamaban y movían las piezas; se presentó a un campeonato estatal en su categoría y ganó. Que el ajedrez es un deporte lo evidencia también la dureza de sus entrenamientos. “Puede que desde fuera parezca estático o aburrido, pero su carácter está lleno de dinamismo”, cuenta Vega, que ha sido dos veces campeona de España en su categoría. “Cada partida es diferente —sigue, entusiasmada— porque tú misma escribes la historia, que está llena de incertidumbre y tensión”. En la historia del ajedrez, la incertidumbre y la tensión han sido protagonistas de muchos duelos. Algunos, ya convertidos en leyenda: Kárpov y Kaspárov estuvieron enfrentándose ante los tableros durante diez años, entre 1985 y 1995. En muchas de sus partidas se jugaban intereses políticos y económicos. Menuda guerra fría la suya. A Kaspárov, al gran Kaspárov, le ganó Judit Polgár. Pepita Ferrer, por cierto, la primera jugadora de ajedrez española en alcanzar la categoría de Maestro Internacional Femenino, no pudo ganarle, pero él debió de ponerse nervioso también en aquella ocasión porque propuso tablas. Ferrer aceptó.

—¿Qué se necesita para promover que más mujeres jueguen al ajedrez, Sabrina?

—Referentes. Durante una época tuvimos a las hermanas Polgár, pero son personajes peculiares, con un entorno familiar muy concreto.

El entorno, Hungría. En una casa en Budapest, sabemos que la familia Polgár puso en marcha el experimento que derrocó al maestro. Que el nombre de tres de las ajedrecistas más relevantes de la historia, a pesar de sus innegables virtudes, siga resonando entre nombres masculinos ni es casualidad ni pretende serlo. Al tratar de explicar sus tremendas inteligencias, siempre se tiende a hablar de su padre, László Polgár, un hombre obsesionado por demostrar al mundo que los genios se construyen. Probó su hipótesis con sus tres hijas: Zsuzsa , Zsófia y Judit. Educadas en casa, ninguna de ellas ha pasado nunca desapercibida. Mi gran cerebro, un documental disponible en Youtube, trata de explicar cómo funciona la mente y, para ello, juega con la de Zsuzsa, la hermana mayor. En apenas tres segundos es capaz de memorizar y replicar cómo están posicionadas las piezas de un tablero. Una neuróloga explica que, para ello, emplea la misma zona del cerebro que utilizamos el resto para el reconocimiento facial. Ve caras donde las demás vemos torres, alfiles, peones, al rey, la dama y sus caballos.

De caballos y caballeros va el juego. “Hasta ahora, las mujeres no teníamos cabida”, cuenta Sabrina Vega, que ya es un referente cercano para muchas niñas que se inician en el ajedrez. Habla con cariño de sus compañeras y compañeros, de los viajes y los encuentros, de la tensión de las partidas. “Queda mucho por hacer, pero se ve el progreso”. En las cifras, no tanto. De hecho, el número de mujeres federadas disminuyó un 0,5% entre 2015 y 2016. Ella no se enroca fuera del tablero. Táctica y estrategia para preguntarse, ¿cuál es el siguiente movimiento?

Aguantar la tensión

Con la llegada de la adolescencia, las mujeres dejan de practicar deporte por varias razones: “La soledad a la que se enfrentan, por ejemplo. Muchos chicos dejan también el deporte con la adolescencia, ¡pero son más y su ausencia se nota menos!; el propio carácter rebelde de esa etapa vital; la falta de referentes: ¿Dónde están las ajedrecistas más mayores? ¿Las árbitras? ¿Las entrenadoras? Además, desde el ámbito familiar, es más habitual que —ante malos resultados escolares o si el comportamiento no es bueno en casa— se limiten las actividades socioculturales de las mujeres. En el subconsciente está arraigado aún que no van a poder vivir del deporte”, cuenta Ainhoa Azurmendi. Alude también en su explicación a lo que se ha llamado el “síndrome de la abeja reina“, presente en algunas mujeres que alcanzan cotas de poder no habituales y que explican su posición con argumentos meritrocráticos, negando así la excepcionalidad de su situación.

Las medidas de acción positiva para tratar de subsanar las desigualdades entre hombres y mujeres son también imprescindibles en el ajedrez. Azurmendi está “absolutamente en contra” de hablar de las competiciones mixtas como la panacea: “Es un peligro. Ese planteamiento es un brindis al sol. La igualdad no existe. Arrastramos aún actitudes y comportamientos machistas, que se manifiestan en lo deportivo de la misma manera que en cualquier otro ámbito de nuestra vida”, sentencia.

La mayoría de torneos de ajedrez son mixtos, aunque los femeninos siguen siendo habituales, algo que sorprende en un deporte en el que las diferencias físicas son irrelevantes. Sabrina Vega está acostumbrada a participar también en los primeros, pero aboga para que, de momento, sigan existiendo competiciones solo para mujeres. “Es la pescadilla que se muerde la cola, pero todavía es importante que haya espacios solo para nosotras, que sirvan para promocionar a las ajedrecistas”, cuenta. Es una manera, además, de consolidar figuras de mujeres, que puedan servir de referentes para las más pequeñas. “Están bien los torneos mixtos en todas las categorías para las bases, pero, aunque el nivel de las mujeres está creciendo, aún estamos por debajo en la élite. Hay generaciones que hemos empezado a remolque y tenemos que tener un lugar en los primeros puestos para garantizar también así que las niñas tengan en quién mirarse”, asegura.

Flores para Elo

En 2002, la Federación Española de Ajedrez decidió eliminar todas las competiciones exclusivamente femeninas para lograr un “aumento del nivel de juego de las ajedrecistas”, que es superior en los torneos mixtos. Muchas de ellas mostraron su desacuerdo y, en 2016, volvió a celebrarse el Campeonato de España Femenino Absoluto.

Las competiciones femeninas, sin embargo, acaban perjudicando a las jugadoras profesionales. El ajedrez se mide a través de un sistema matemático, propuesto por Árpád Élő, que determina la categoría profesional de cada ajedrecista. Solo tres mujeres han logrado superar los 2.600 puntos: Judit Polgár, Hou Yifan y Humpy Koneru. El método está basado en una fórmula estadística. Ganar una partida o hacer tablas no puntúa siempre lo mismo —como pasa en el fútbol, por ejemplo—, sino que depende de la puntuación ELO que tenga tu rival. Esta puede ser una de las razones por las que muchas ajedrecistas profesionales prefieren jugar solo en competiciones femeninas, en las que el ELO de sus contrincantes es parecido al suyo, por lo que los puntos que pueden sumar o restar no son tantos. Una mujer que se dedica profesionalmente a un deporte como el ajedrez, que no cuenta con grandes subvenciones ni patrocinios tampoco para los grandes genios, no puede permitirse pasos en falso.

Las federaciones y clubes han empezado a preocuparse por el papel de las mujeres ajedrecistas, gracias a la presión del movimiento feminista, por la aprobación en el ámbito europeo de distintas leyes y medidas que tratan de lograr la igualdad entre hombres y mujeres como el Manifiesto por la igualdad y la participación en el deporte de 2009. Al menos, de cara a la galería. En 2016 se llevó a cabo el I Congreso Internacional por la Igualdad de las Mujeres en el Ajedrez, impulsado por la Federación Española de Ajedrez. ¿El objetivo? “Atraer a las mujeres al universo del ajedrez, desde la acepción más amplia y moderna del concepto de mujer. Para ello, tenemos que hacer un gran esfuerzo de modernización y adaptación”, aseguran en la web del acto. Ningún gran cambio ha sido posible solo gracias a la buena voluntad. Elisa G. McCausland, periodista e investigadora, lamenta cómo el lenguaje gráfico de este acto incurrió en todos los clichés sexistas: “Utilizar la dama como pieza protagonista de portada, así como un conjunto floral rosa con el lema: ‘Mujeres a la conquista del ajedrez’; o el resto de actividades programadas, como un concurso de fotografías o filatelia, aluden a lo doméstico-aficionado”. ¿Habría rosas para Kaspárov? ¿Cuántas regalaron a Polgár? Así quedó el tablero tras la victoria de Judit Polgár contra Garri Kaspárov

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