Xarxa Feminista PV

Ni un paso atrás para las kurdas

Lunes 12 de mayo de 2025

El cambio de Gobierno en Siria pone en riesgo la revolución democrática y por la liberación de las mujeres del pueblo kurdo. “No volveremos a ser esclavas de nuevo”.

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Comandante Efrin y soldados de las YPJ. /Foto: Beatriz Castañeda Aller

Texto: Beatriz Castañeda Aller 07/05/2025 Pikara

Fotografías de mujeres soldados con la vista al frente decoran las tierras del norte y del este de Siria. Son los rostros de las ausentes, las que cayeron construyendo el proyecto revolucionario kurdo. Imagen tras imagen, personifican las conquistas por la liberación para las mujeres, que ahora han llegado a un momento determinante. El futuro está en el aire. El cambio de Gobierno en Siria puede forzar la desaparición de los derechos alcanzados o permitir su institucionalización en todo el país. Por el momento, las citas de las combatientes con profesionales de la fotografía para diseñar los iconos que se repetirán en rotondas, escuelas y plazas no han cesado. Las kurdas repiten que no darán un paso atrás.

El pueblo kurdo ha sufrido persecución y discriminación durante los últimos cien años en los diversos países en los que tiene presencia: Turquía, Irak, Irán y Siria. En este último, el vacío de poder generado por la guerra civil fue aprovechado por el pueblo kurdo para consolidar su autonomía y poner en práctica las ideas del confederalismo democrático. Desde hace más de una década, este sistema se desarrolla en una región independiente dentro del Estado sirio, bajo el paraguas de lo que han denominado la Autoridad Autónoma del Norte y el Este de Siria (AANES), que opera en Rojava o, de manera coloquial, el Kurdistán sirio. El modelo, basado en la democracia participativa, la lucha de las mujeres, el cooperativismo y la representación igualitaria de todas las minorías, ha concentrado el interés de gran parte del mundo, en un esfuerzo que ha pasado a la historia como la “revolución de Rojava”.

No es esta la percepción del Estado turco. Argumentando que las milicias kurdas son una rama de la agrupación político-militar el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) en suelo turco, desde el comienzo de la guerra ha tratado de socavar el proyecto político kurdo en Siria. Ahora estas agresiones se han visto incrementadas. La caída del Gobierno sirio de Basar al-Àsad, en diciembre de 2024, ha sido aprovechada por Turquía para aumentar los ataques. Con ello, minan la oportunidad para el pueblo kurdo de defender su autonomía en las negociaciones con el nuevo Gobierno sirio. Aún bajo la incertidumbre, la revolución de las mujeres kurdas no tiembla al observar su futuro.

A diferencia de las plazas, escuelas y rotondas bajo control de la AANES, las fotografías de kurdas con el pelo trenzado y AK-47 bajo el brazo casi han desaparecido de los medios occidentales. Antes servían a la perfección a la narrativa hegemónica: mujeres de tez blanca contra el Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés), contra hombres con turbante y las sombras negras que los acompañaban. Los medios no contaron el sacrificio que supuso para el pueblo kurdo la desarticulación definitiva del ISIS. Tampoco que el proyecto revolucionario de la región de Rojava sentó las bases de la liberación de las mujeres, no solamente kurdas, sino también árabes y de otras minorías. Tampoco que su objetivo es expandir su revolución a todas las mujeres del mundo. Y, hoy, gran parte de los medios callan también que el nuevo Gobierno sirio y los ataques de Turquía están poniendo en riesgo su liberación, de nuevo con el silencio de los poderes occidentales.

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Consejo de Zenobia, la organización de mujeres árabes en la AANES. / Foto: Beatriz Castañeda Aller

Un pacto que no venderá a las mujeres

Ilham Omar y Bahia Murad, fundadoras de la institución de la Casa de las Mujeres de la AANES, reconocieron al nuevo presidente de Siria, Ahmed al-Golani, en cuanto apareció en las fotografías que anunciaban una nueva Siria. Su organización , denominada Mala Jin en lengua kurda, protege los derechos y la libertad de las mujeres desde una lógica no punitivista. Empezaron organizándose en las sombras en los tiempos del expresidente al-Àsad, cuando vivieron la represión y la tortura en las cárceles del régimen Baaz. Hasta que, con la victoria de la revolución de Rojava, su apuesta por una justicia basada en la mediación se institucionalizó gracias al sistema de democracia directa de la AANES. Ahora, bajo sus hiyabs de colores sostienen una mirada tierna y desafiante ante el presente, en unos ojos que guardan demasiada historia. “En estos meses hemos visto que no hay igualdad en los juzgados, ¿quién va a proteger a las mujeres si no hay siquiera juezas?”, se pregunta Bahia Murad. “¡Si ahora el juez puede venir del ISIS!”, responde Iham Omar acalorada.

En los últimos meses en Siria se han visto muchas cosas. La primera vez que el saudí al-Golani pisó suelo sirio fue en 2013, cuando fue enviado por Abu Bakr al-Baghdadi, califa del autoproclamado Estado Islámico, para expandir al ISIS en el Siria. Tras su escisión, conformaría el Frente al-Nusra, que posteriormente compondría el grupo Hayat Tahrir al-Sham (HTS) junto a otras organizaciones islamistas. Ahora, su cara ocupa nuevamente televisiones y carteles en las calles de Siria, mientras la del expresidente Basar al-Àsad aparece como una mancha quemada en muchos edificios gubernamentales. HTS derrotó al régimen de al-Àsad, prometiendo traer una nueva tranquilidad a Siria. Pero en el norte y el este del país, donde la inestabilidad de la guerra civil fue lo que permitió establecer una autonomía para el pueblo kurdo y otras minorías, se teme a esta nueva realidad. “No sabemos si podremos desaparecer, su ley no es la misma”, afirma Bahia Murad, “queremos un islam que pueda ser democrático”.

Las mujeres ocupan puestos de copresidencia en las instituciones de la AANES y protagonizan organizaciones no mixtas en todos los ámbitos sociales: económico, político y militar. En paredes, celebraciones y ceremonias se escucha la expresión “Jin, Jiyan, Azadi”, “mujer, vida, libertad”, la síntesis del confederalismo democrático. Para su constitución, el papel de las YPJ (Unidades Femeninas de Protección), las milicias kurdas de mujeres que protagonizaron la revolución de Rojava, fue esencial. Actualmente siguen constituyendo una de las únicas fuerzas armadas no mixtas del mundo.

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Niña jugando frente a la casa central de Jinwar, el pueblo de las mujeres liberadas. / Foto: Beatriz Castañeda Aller

Las imágenes de mujeres soldados también colgaban por encima del rostro de la comandante de las YPJ Rohilat Efrin en la sala de reuniones de una de las bases militares de la AANES. “Las YPJ no son solo un batallón, es una entidad formada por diversas mujeres y por mujeres del mundo que se han unido a luchar por la humanidad. Las YPJ son vitales y no tiene sentido dejarlas de lado”, enuncia Efrin con firmeza. La comandante también reconoció la cara del nuevo presidente sirio al-Golani en las fotografías en las que aparece dado de la mano con el comandante Mazloum Abd, líder de las SDF (Fuerzas Democráticas Sirias), las milicias kurdo-árabes mixtas. La imagen anunciaba la llegada de un pacto que llevaba meses esperándose, un acuerdo que sienta las bases para la integración de las fuerzas civiles y militares de la AANES bajo las instituciones y el ejército central sirio. Su redacción breve y ambigua deja muchas puertas abiertas, a través de las cuales las mujeres de la AANES llevaban tiempo asomándose.

El pasado cercano al ISIS de muchos representantes del nuevo Gobierno y la ausencia de representación de las mujeres en las instituciones han despertado muchas dudas. En la AANES se interrogan acerca de la posibilidad de mantener el sistema de copresidencia y las organizaciones no mixtas en todos los ámbitos de la vida, político, cívico y militar. Tampoco está claro si la existencia de las YPJ está en riesgo. “HTS ha hecho declaraciones sobre la mujer decepcionantes para nosotras y para las mujeres de Siria. ¿Podré yo y todas mis compañeras de diversas minorías tomar parte en los distintos ministerios de Siria?”, se pregunta Efrin.

La liberación sin retorno

En el salón de una de las casas de Jinwar, el único pueblo de mujeres construido hasta el momento en la AANES, también pueden observarse los rostros de dos soldados de las YPJ en la pared. Es como ver un hipopótamo en el desierto. Es el único rastro de la guerra entre las 30 casas de adobe pintadas de morado, los huertos y un silencio solo interrumpido por los juegos de las infancias. “Jinwar se fundó para que la mujer se construya a sí misma, que conozca que existe en la sociedad”, afirma Selwa, la actual médica del pueblo. La aldea se inauguró el 25 de noviembre de 2018 como un espacio para albergar a todas las mujeres marginalizadas y perseguidas por la guerra. Con el tiempo se ha convertido en mucho más que eso: un refugio al que llegan mujeres, de todos los rincones del mundo, a formarse y construir en colectivo. Un oasis en una región marcada por la inestabilidad.

Vivir fuera del contexto no es posible. Jinwar tampoco lo pretende. Sus habitantes han sido desalojadas en dos ocasiones desde su conformación debido a los ataques de Turquía, país que empieza apenas unos kilómetros más allá de sus lindes. Acercarse a Jinwar obliga a reconocer este contexto: un muro infinito coronado por concertinas, que divide en dos el paisaje, acompaña la carretera de llegada. “Desde el inicio de Jinwar, siempre estamos en guerra. La violencia no nos permite construir más pueblos, como era el objetivo original”, cuenta Selwa, quien, tras unos segundos, sonríe: “Pero algún día construiremos una ciudad entera de mujeres”.

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Entrada del pueblo de mujeres de Jinwar. / Foto: Beatriz Castañeda Aller

Selwa tiene madre y padre. Tres hijas y un hijo. Su marido murió en la guerra. Desde Afrín tuvieron que refugiarse en Alepo y, finalmente, ella decidió trasladarse un tiempo a Jinwar. Lleva aquí un año. “Vine porque, no solo en Oriente Medio, en el mundo entero, la mujer no se conoce a sí misma. Llegué para conocer la resistencia de las mujeres a lo largo de la historia”, afirma. A su lado, todavía bajo los cuadros de las mujeres soldado, una de sus vecinas acuna a su bebé mientras la escucha. Selwa también sueña con que, a su salida del pueblo, su hija sepa protegerse a sí misma, con que su hijo aprenda que no hay ninguna diferencia entre hombres y mujeres: “Si el pueblo desapareciera por la guerra enseñaré a mis hijos lo que he vivido, se lo transmitirán a los hijos de sus hijos”.

El conflicto armado, el cambio de gobierno y los pactos entre los poderes del nuevo ajedrez que conforma Siria se cuelan hasta el último de los rincones liberados por las mujeres. Al igual que la comandante Efrin, las representantes de la estructura civil tampoco lo viven desde el miedo, sino desde la resistencia. Gulistan Gulo, miembro de la Kongra Star, la más alta institución de representación de las mujeres en la AANES, defiende que el objetivo es que en las negociaciones con el nuevo Gobierno sirio se logre expandir la cuota del cincuenta por ciento de representación de mujeres y hombres en todas las instituciones del país. “Como mujeres nos preguntamos sobre al-Golani, tenemos curiosidad, pero no estamos interesadas en la guerra, si se respetan los logros de las mujeres no hay necesidad de recurrir a las armas”, cuenta.

El Kongra Star coordina la liberación y la organización de las mujeres de diferentes etnias en el territorio de la AANES. Promueven formaciones, la creación de cooperativas de mujeres o la articulación con las comisiones de mujeres de las diferentes comunas. Ahora, Gulistan Gulo defiende que también protegerán juntas todos los logros alcanzados. Deja caer un silencio solemne antes de finalizar su análisis con seriedad: “No sé si esto ha quedado suficientemente claro. Hemos trabajado mucho, ha habido mucho sacrificio, no vamos a volver atrás. En todo el mundo vemos que las mujeres han progresado, en Oriente Medio no aceptaremos que no sea así. No aceptaremos ser esclavas de nuevo”.

Aprovechando la puesta de sol, Selwa cierra la entrada del pueblo. Mueve la verja con la palabra “war” escrita en lo alto, “guerra”, en su traducción al inglés. “Mientras vivamos, no pueden llevarse lo que está en nuestra cabeza, el pueblo está en nuestros corazones, pueden destruirlo, pero ya no podrán cambiar nuestra mente”, se despide la médica. A su encuentro con el otro lado del portón, la sílaba en lo alto de la verja configura una nueva palabra: Jinwar. El pueblo de las mujeres. Otro ejemplo de la transformación sin retorno de las mujeres kurdas.

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