Martes 27 de agosto de 2024
A lo largo de la historia del surrealismo, más de 90 mujeres artistas compartieron su perspectiva de las mujeres en diversos países, desafiando la predominancia de sus colegas masculinos.
madrid 25/08/2024 Rocío Cruz Público
"El arte es un viaje interior en el que descubrimos quiénes somos y qué significamos". Esta frase pertenece a Remedios Varo, una de las pintoras más reconocidas dentro del movimiento surrealista (1924-1940). A lo largo de la historia del surrealismo, más de 90 mujeres artistas −según ha contabilizado Penelope Rosemont− compartieron su perspectiva de las mujeres en diversos países, desafiando la predominancia de sus colegas masculinos.
En una época en la que el reconocimiento de las mujeres en el ámbito artístico era limitado, artistas como Man Ray y Salvador Dalí gozaban de plena libertad para plasmar su visión sobre la feminidad. Ray, en su obra El violín de Ingres (1924), transformó la espalda desnuda de una mujer en un instrumento musical, mientras que Dalí utilizó el rostro y los labios de la actriz Mae West para crear un sillón. Las mujeres surrealistas, a pesar de su talento y sus valiosas aportaciones, permanecieron en la sombra, luchando por obtener el reconocimiento en un campo dominado por hombres.
Los pintores surrealistas asociaron a las mujeres con lo irracional y lo objetual. La relegación de sus trabajos y de ellas mismas a un segundo plano, las llevó a rechazar su afiliación al grupo surrealista. En su análisis Tensiones: el cuerpo de la mujer en el surrealismo, Juncal Caballero señala que "aunque los artistas masculinos compartían con ellas su vida y trabajo, en cuanto a la representación de la mujer, prevaleció el conservadurismo típico de los hombres de la época, resultando en un tratamiento de la imagen femenina muy distante de la igualdad".
Fragmentación del cuerpo femenino y uso de maniquíes
Montaña Hurtado, historiadora del arte y fundadora de la plataforma especializada en mujeres artistas La Casa de Remedios, explica a Público que los pintores surrealistas veían a las mujeres como musas y objetos, "pero no como sujetos con capacidad de pensar y crear. Así, muchas de ellas han sido eclipsadas por la figura de sus parejas". Juncal Caballero expone que las mujeres seguían siendo para el hombre un objeto de deseo, "una imagen o figura que puede ser moldeada a su antojo".
"En el surrealismo, los artistas consolidaron una serie de estereotipos en torno a las mujeres como la femme enfant (mujer niña) y la femme fatale, además de otras imágenes recurrentes que situaban a las mujeres próximas al mal, a lo irracional y a la perdición", cuenta Hurtado. La historiadora añade que los pintores del movimiento vanguardista tendían a representar a las mujeres "como objetos sexuales, listos para consumir o poseer, y se vendía la idea de que la mujer ideal es la mujer pasiva".
Según Hurtado, los artistas surrealistas utilizaban estrategias violentas para representar los estereotipos femeninos, como la fragmentación de cuerpos sin identidad o el uso de maniquíes, creando imágenes marcadamente fetichistas. "Entre los artistas que recurrían a la fragmentación de los cuerpos, mostrándolos por partes, a veces mutilados o violados, estarían Dalí, Magritte o Cartier-Bresson, en algunas fotografías que hizo a Leonor Fini", agrega.
En respuesta a la imagen distorsionada de las mujeres promovida por los artistas surrealistas, las pintoras del movimiento comenzaron a retratarlas como sujetos y protagonistas activas de sus obras, narrando sus propias experiencias personales. Temas como la sexualidad, la familia, el dolor, el desarraigo y el abandono fueron recurrentemente explorados, estudiados y analizados por todas en algún momento de su trayectoria artística. Por ejemplo, Dora Maar hizo historia al cuestionar la representación no solo del cuerpo femenino, sino también del masculino, explorando así la coexistencia de dos perspectivas: la femenina y la masculina.
"La mayoría de las obras de las artistas surrealistas estaban llenas de figuras femeninas y casi sin presencia de personajes masculinos, como una forma de rechazar su autoridad o validación y de reivindicar sus deseos de emancipación y libertad en todos los ámbitos de la vida", comenta la historiadora del arte Hurtado. En cuanto al enfoque de las pintoras, Hurtado cita a Whitney Chadwick: "El surrealismo introdujo nuevos parámetros que permitieron a las artistas explorar la relación entre el cuerpo y la identidad femenina".
Las primeras en abordar los traumas del patriarcado
Es notable cómo las artistas transformaron el espacio doméstico en ámbitos de conocimiento y dominio femenino, conectando a las mujeres con lo sobrenatural. Un ejemplo es Remedios Varo en obras como Papilla estelar. "Las tareas domésticas, tradicionalmente asociadas a las mujeres y profundamente desvalorizadas, adquirieron un carácter mágico, convirtiendo a las mujeres en seres independientes y autosuficientes", describe Hurtado.
La historiadora del arte subraya la importancia de recordar que el surrealismo surgió en una época muy difícil para las mujeres, caracterizada por la guerra y los fascismos. "Para ellas, el surrealismo fue un refugio y les permitió ser las primeras en abordar públicamente y en el ámbito artístico los traumas causados por el patriarcado", expone.
"Además, el surrealismo perduró y se entrelazó con el auge del feminismo, contando con artistas surrealistas que respaldaron este movimiento. Leonora Carrington, por ejemplo, conoció a Gloria Orenstein y a Betty Friedan durante su estancia en Estados Unidos", relata Hurtado. Carrington se comprometió con el feminismo y llegó a diseñar un cartel en 1972 para el Movimiento de Liberación de las Mujeres en México.
Hurtado destaca que las artistas surrealistas reclamaron y lograron establecer un espacio propio, lo que resulta profundamente inspirador para las mujeres, incluso en el contexto actual. Según explica Rocío de la Villa, la influencia de las mujeres en el surrealismo fue lo que hizo a este movimiento evolucionar. Como afirmaba Eileen Agar, "las mujeres se convirtieron en verdaderas surrealistas".
Mucho más que musas
Durante mucho tiempo, se asoció a la fotógrafa estadounidense Lee Miller, principalmente como musa de Man Ray. Sin embargo, además de desempeñar un papel destacado como fotógrafa documental y experimental, también colaboró con Man Ray en el descubrimiento de la técnica de la solarización, que generalmente se atribuye únicamente a él. Hurtado destaca que resulta revelador el comentario de Whitney Chadwick, quien relata que durante una entrevista con Roland Penrose, pareja de Lee Miller, él le expresó: "No deberías escribir un libro sobre mujeres. Ellas no fueron artistas".
Juncal Caballero manifiesta que las vivencias de las mujeres artistas, y en definitiva de todas las mujeres, son exclusivamente suyas. "Los hombres no pueden más que entenderlas y comprenderlas, pero jamás compartirlas".