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Mujeres, feministas y políticas de igualdad. Nuria Varela

Domingo 17 de marzo de 2013

15/03/2013 La Marea

No habíamos vivido un 8 de marzo tan convulso desde que el anterior presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, decidió convocar las elecciones generales el 9 de marzo de 2008, organizando así un lío monumental sobre si en la jornada de reflexión se podían o no celebrar las manifestaciones por el Día Internacional de las Mujeres. Quizá fue el primer síntoma (que en aquel momento no supimos analizar) de lo que vendría después. En esas elecciones, el voto de las mujeres fue definitivo para la victoria del PSOE y del candidato Zapatero. La anterior legislatura se había caracterizado, precisamente, por el desarrollo de las políticas de igualdad. De hecho, la primera ley de aquellos cuatro años de mandato de Zapatero fue la Ley Integral contra la violencia de género y la última, la Ley de Igualdad.

Políticas de igualdad que no son sinónimo de feminismo y mucho menos de mujeres. No hay nada mejor que la confusión para deslegitimar. Mujeres: todas las personas del sexo femenino. Feministas: personas que ideológicamente se posicionan en el feminismo. Feminismo: discurso político que se basa en la justicia, nace de la toma de conciencia de las mujeres respecto a las discriminaciones que sufren por la única razón de ser mujeres y se articula como filosofía política, que ya tiene tres siglos de historia, y como movimiento social que, además, conlleva una ética y una postura personal y política crítica contra todas las formas de poder excluyente. Políticas de igualdad: conjunto de leyes y medidas que desarrollan los artículos 9 y 14 de la Constitución que consagran el derecho a la igualdad y a la no discriminación por razón de sexo y la obligación de los poderes públicos de promover las condiciones para que la igualdad sea real y efectiva; obligación reforzada por el mandato de la Unión Europea que considera la igualdad un principio fundamental y, por lo tanto, exige a todos sus miembros que integren el desarrollo de la igualdad en todas sus políticas y acciones.

Es obvio que mujeres, feminismo y políticas de igualdad no son lo mismo. Ni todas las mujeres son feministas, ¡solo faltaría! más de 3.000 millones mujeres en el mundo pensando igual. Probablemente ése es el ideal para el patriarcado: todas iguales, todas sustituibles. Ni todas las feministas pertenecen a la misma corriente o a la misma familia que es una barbaridad tal como pensar que todos los socialistas o todos los liberales defienden el mismo ideario sin matices y sin militar en organizaciones distintas. A estas alturas, podemos hablar de feminismos en plural y diferenciar al menos una decena de corrientes: feminismo de la igualdad, de la diferencia, ecofeminismo, ciberfeminismo…

Pero quizá, el matiz más importante a subrayar en este momento de confusión política absoluta es que no todas las mujeres que se dedican a la política hacen o defienden políticas de igualdad, aunque se hayan beneficiado de ellas. Como tampoco las desarrollan ni defienden todos los hombres que viven de la política (aunque estén obligados, tanto ellos como ellas, por mandato constitucional). Es evidente que sin las sufragistas, ni Cospedal, ni Mato, ni Aguirre, ni Botella, ni Díez, por poner sólo algunos ejemplos, podrían tener los puestos que tienen, pero eso no las hace defensoras de las políticas de igualdad. Del mismo modo que un obrero puede votar a un partido de ultraderecha o incluso militar en sus filas. Es más, podemos confeccionar una lista mucho más larga de mujeres líderes en los partidos conservadores que en los progresistas y eso también es lógico. Al PP no le incomodan nada las mujeres en sus filas. Si las líderes conservadoras no cuestionan el patriarcado, ¿por qué razón no las van a apoyar?

Todo lo contrario que en los partidos de izquierdas. Las feministas -insisto, no las mujeres-, que integran sus filas sí cuestionan sus políticas, sus liderazgos y sus principios, por esa razón tienen muy poco apoyo dentro de sus propias organizaciones.

Con estos mimbres, llegamos al 8 de marzo de este año con un espectáculo vergonzoso y tremendamente significativo del desdén con el que los partidos políticos tratan las políticas de igualdad. Los partidos, con los hombres y las mujeres que los componen, cada día más enfrascados en sus luchas de poder y más lejos de mejorar la vida de quienes les han votado.

Así, hemos visto a UPyD arremetiendo, a través de Toni Cantó, su diputado portavoz en la Comisión de Igualdad, contra las políticas de protección a las mujeres víctimas de violencia de género; con el partido que más se ha destacado en el desarrollo de las políticas de igualdad, PSOE, traicionando las mismas y pactando con un acosador sexual para obtener una alcaldía; con el partido del gobierno, de cuyas filas ha salido ese acosador, aprovechándose del despropósito de la actual dirección el PSOE; con Ana Botella, alcaldesa de Madrid, citando a María Zambrano en sus discursos mientras que, en el momento de la condena a Ismael Álvarez por acoso sexual cuando era alcalde de Ponferrada, no tuvo una palabra ni un gesto en apoyo a la víctima (también de su partido) y sí palabras para alabar la dimisión del acosador; a la ministra de Sanidad, Asuntos Sociales e Igualdad escudándose en el machismo para no hacer frente a las dudas sobre su gestión y sus vinculaciones con la trama Gürtel; al presidente del Gobierno parapetado en su silencio habitual, sin hacer ni una declaración a propósito del 8 de marzo y a la secretaria general del PP dando un discurso con motivo del Día Internacional de las Mujeres que versaba sobre quién baja la basura en casa de sus amigas… Demasiada basura y demasiada confusión. Demasiados torpedos en la gestión de lo público (que nos incumbe a todos y a todas)

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