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Mujeres árabes, libres pero no iguales

Lunes 10 de octubre de 2011

Aunque la primavera árabe ha supuesto un cambio radical en las sociedades del Norte de África y Oriente Próximo, las mujeres no tienen asegurados sus derechos

Ignacio Zembrero. El País

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Dos mujeres yemeníes protestan contra el presidente Saleh. / REUTERS

Umm Ahmad, una abuela septuagenaria, avanza renqueante tras los manifestantes en Shahba, a unos 90kilómetros al sur de Damasco, apoyada en un bastón que esgrime amenazante cuando los shabiha (milicias paramilitares) se disponen a atacar al cortejo.“¡Estos son mis hijos, hijos de perra!”, les lanza. Algunos jóvenes se le acercan y le besan la cabeza.

Este relato colgado en agosto en árabe en Facebook y autentificado demuestra que, aunque seles ve menos que en Túnez o en Egipto, las mujeres también participan de lleno en la primavera siria. Si se exceptúa Libia, donde solo una joven ingeniera se hizo famosa porque espió para la OTAN, en los demás países abundan los rostros de mujeres que se han apuntado a la revolución.

“Lógico porque la primavera ha sido ante todo caso de jóvenes y hay una nueva generación de jóvenes mujeres que ha estudiado y, en las ciudades, no solo se rebeló contra la dictadura a secas sino también contra las estructuras patriarcales y tradicionales”, señala Laura Feliu, profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona. Han logrado agrietar esas estructuras, pero no es seguro que las derriben.

Hace más de 50 años las mujeres ya lucharon, junto a los hombres, en la guerra de independencia de Argelia. Cientos de ellas fueron condenadas en 1958 por rebelión o atentar contra la seguridad del Estado, pero la descolonización dio al traste con el estatuto que adquirieron durante la contienda como explica DianeSambron en su libro “Mujeres musulmanas. Guerra de Argelia 1954-1962”.

“Ahora también,medio siglo después, hay un intento de reconducir las cosas hacia el modelo establecido, de volver al orden patriarcal”, constata Luz Gómez, profesora de la Universidad Autónoma de Madrid. La concesión, el viernes, del premio Nobel de la Paz a la activista yemení Tawakul Kerman “es el mejor regalo para animarnos a seguir peleando”, asegura Salwaal Neimi, novelista siria exiliada en París. “Nos representa a todas”.

Quizá es en Túnez donde las mujeres han sido más protagonistas porque es allí donde gozan,si se exceptúa a algunas comunidades cristianas árabes, de la mejor situación mientras que es en el Golfo Pérsico donde disponen de menos derechos. El estatuto personal promulgado tras la independencia de Túnez, en 1956, las equipara prácticamente ambos sexos. En la enseñanza media y superior el 60% de los estudiantes son mujeres.

Su principal logro ha sido la aprobación, por práctica unanimidad, de una ley electoral de tipo “cremallera” que no solo obliga a incluir en las listas el mismo número de hombres y mujeres sino que estos se deben alternar. Aun así la mayoría de los cabeza de lista son varones y por eso se prevé que menos de un tercio de los escaños de la AsambleaConstituyente que será elegida el 23 de octubre estarán ocupados por mujeres. Ese tercio es, no obstante, un récord.

Hassan Zaghouni,director de la rama tunecina del instituto Sigma Conseils, proporciona otros datos que matizan la imagen vanguardista de Túnez: el 54,4% de las mujeres rechazan que una de ellas pueda ser presidenta de la República, el 21,1%afirman que votarán como sus maridos y el 18% se oponen a que sus congéneres concurran a las elecciones.

Las feministas tunecinas advierten de las intenciones de los islamistas de En Nahna (Renacimiento), que obtendrá probablemente la mayoría relativa, de recortar sus derechos. El único aparente paso atrás es la masiva reaparición del hiyab prácticamente prohibido en tiempos de la dictadura de Ben Ali. “El paisaje vestimentario urbano de Túnez se ha modificado”, constata el periodista Karim Jaffel de Kapitalis,pero el velo islámico es ante todo una manifestación de libertad individual.

En Egipto el retroceso es más palmario desde los tiempos en que ambos sexos se mezclaban en la plaza Tahrir para derrocar a Hosni Mubarak. El Consejo Nacional para los Derechos de las Mujeres ha desaparecido porque era una creación de la dictadura. “A consecuencia de la presión del islam militante los mujeres no participan en ninguno de los comités políticos surgidos tras la caída de Murarak”, escribe AnwaarAbdalla, profesora en la Universidad Helwan de El Cairo.

En Siria la revolución aún no ha derribado al régimen cuya “represión despiadada casi ha echado a las mujeres de las calles que abarrotan los hombres con sus protestas”, explica la escritora Al Neimi. “Pero aunque no aparezcan en primer plano están en la retaguardia colgando videos en Youtube, preparando pancartas que se exhibirán en la manifestación”, concluye.

Pese a todo la rebelión siria tiene ya en sus filas a un buen puñado de heroínas como la joven actriz May Skaff, detenida,liberada, y pendiente de juicio, y la psicoanalista sexagenaria RafahNached, encarcelada y a la que le pueden caer hasta siete años por organizar unos cursillos, frecuentados por muchos manifestantes, por ayudar a sus compatriotas a superar el miedo.

A ojos de Natana Delong-Bas, redactora-jefa de la “Enciclopediadel Islam y las Mujeres” de la Universidad de Oxford, el éxito del cambio en el mundo árabe debe medirse según un criterio: “la presencia o la exclusión de las mujeres en los círculos y los centros de decisión”. “Esa es la prueba deuna democracia auténtica”, escribe en su publicación.

La igualdad no está en la agenda política

Ángeles espinosa- El País

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Mujeres yemeníes muestran banderas de los países de la primavera árabe en una manifestación en Saná. / REUTERS

La participación de las mujeres en revueltas populares que este año han sacudido el mundo árabe ha sorprendido tanto o más que los propios levantamientos. Aunque las miles de activistas cubiertas de negro que se manifiestan en Bahréin o Yemen no resulten un modelo de liberación a ojos occidentales, su presencia en el espacio público constituye un avance entre las capas más conservadoras de la isla-Estado y mucho más en la patriarcal sociedad yemení. Pero tras el prometedor inicio de su salida a la calle, empiezan a surgir signos preocupantes sobre el impacto real de esta primavera en los derechos de la mujer.

“Nadie está hablando de las mujeres. Los políticos no piensan en nosotras y la igualdad de género no es una prioridad”, denuncia Nadia al Sakkaf, directora del Yemen Times y miembro de Watan, un grupo de presión yemení por los derechos de las mujeres.

En su opinión tienen un problema de visibilidad y de representación. Apenas 11 de los 142 miembros que inicialmente formaron el Consejo Nacional de la Revolución (CNR, donde están representados los principales grupos por el cambio) eran mujeres. Sin embargo, la elección de una de ellas como portavoz ha servido para ampliar ese foro y elevar su presencia hasta el 15% (la mitad de lo que aspiraban).

“Ha sido increíble el compromiso y la participación de las mujeres”, afirma Rana Jarhum, una de las feministas que anima Watan. Hasta tal punto que el propio presidente Ali Abdalá Saleh, oficialmente un abanderado de los derechos de la mujer, se quejó de la mezcla de sexos en las protestas, en un intento de manchar la imagen de los manifestantes. En realidad, nunca ha existido la más mínima confusión. Tanto en la plaza de la Perla de Manama, como en la de la Universidad de Saná, las mujeres tenían reservado su sitio y en las marchas cada sexo ocupaba un lado de la calle.

Tanta precaución tiene más que ver con el puritanismo local que con las leyes de esos países que, al menos formalmente, no establecen la segregación como sí ocurre en Arabia Saudí. Pesa, sin embargo, la opresiva tradición patriarcal que muchos temen que se cuestione. Tal vez por ello, alguien ha recurrido a separar con una barrera física la zona de mujeres en la acampada de Saná y desde hace un par de meses los hombres se manifiestan por la mañana y las féminas por la tarde.

“Es cierto que ha habido tensiones entre el grupo de las mujeres y los conservadores, e incluso algunas fueron golpeadas”, señala Jarhum. Todos los ojos miran al Islah, el partido islamista, que es el más organizado y el que tiene mayor número de seguidores. “Tenemos cierto temor porque son los mejor organizados y pueden tener la tentación de imponer su criterio, pero el Islah no es monolítico”, declara Hooriah Mashoor, la portavoz del CNR.

A diferencia de algunos liberales que prefieren apoyar a Saleh antes que correr el riesgo de un Gobierno del Islah, Mashoor, una antigua militante socialista y feminista activa, confía en que las nuevas generaciones de ese partido desplacen a los tradicionalistas conservadores y lo dirijan hacia la democracia y el reconocimiento de los derechos humanos, incluidos los de las mujeres.

Algunos observadores occidentales tienen dudas. “Resulta difícil ver cómo un partido cuyos líderes se muestran contrarios a la presencia de la mujer en la administración puede conducir el país hacia la modernidad y el desarrollo”, advierte un embajador. Tanto diplomáticos como activistas locales coinciden en que “la participación de la mujer es uno de los principales indicadores de una sociedad civil”.

Tras su detención el pasado enero, la flamante Nobel de la Paz Tawakul Kerman solo recuperó la libertad después de que su marido firmara un documento comprometiéndose a no volver a dejarla salir de casa. Es tal vez el mejor ejemplo de los obstáculos que afronta la mujer en la península Árábiga. Consagrada en las leyes, como en Arabia Saudí, o en las tradiciones patriarcales, como en Yemen, la imagen de la mujer como una eterna menor de edad, necesitada de la protección del varón, sigue muy arraigada en toda la región. La primavera árabe no triunfará a menos que logre acabar con esa idea.

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