Xarxa Feminista PV

Mujeres a la sombra del mar

Domingo 1ro de marzo de 2020

El trabajo femenino en la pesca sigue sin estar reconocido. La mayoría faenan en los puertos, cosiendo redes o vendiendo el pescado, y lo compaginan con las tareas domésticas y de cuidado

Manu P. Matesanz 28/02/2020 CTXT

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Maribel Cera en su barco

La cubierta del Viznago es pequeña, de madera vieja, llena de cajas en las que se guardan las redes de arrastre. Las herramientas y las escobas se acumulan en las esquinas, dejando un pasillo central por el que pasan de manera ordenada Maribel y su hermano, los dos pescadores de esta pequeña embarcación de San Carles de la Rápita (Tarragona). Maribel Cera, además de presidenta de la Associació de Dones a la Mar de Catalunya, es una de las pocas pescadoras en activo de la costa catalana. A los siete años empezó a ayudar a su padre en el barco, y desde entonces no se ha separado del mar. Cuando cumplió los 18 años, junto a su hermana mayor, se plantó delante de su padre y le pidieron empezar a cotizar. “Al principio no quería, porque la nuestra era una embarcación de casa, pequeña, pero al final sí, nos dijo que nos enrolaría”. Se apuntó para hacer el curso de competencia marítima necesario para salir a pescar y empezó a vislumbrar lo que vendría después. Esperó y esperó a que la llamaran para hacer el curso mientras veía cómo hombres que se habían inscrito después que ella estaban saliendo ya a trabajar.

Su historia es la historia de cientos de mujeres que trabajan sin estar plenamente reconocidas. Con doble turno, el que da el mar y que el da la casa, del que también se ocupan en la mayoría de ocasiones. Si están en precario, no pueden acceder a todos los derechos que tiene un trabajador del mar por ser una labor especialmente dura. Trabajadoras que cobran menos que los hombres. Que cosen redes, que llevan el pescado de los barcos a los camiones, que transportan el hielo. Trabajadoras que pasan frío, que tiritan durante horas empapadas por el agua.

El primer obstáculo para su visibilidad es la falta de datos estadísticos precisos, y separados por género en todos los subsectores de actividad. No hay manera clara de contabilizar el número de mujeres, lo que hace más complicada la tarea de ser reconocidas.

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Maribel en su barco

“Nuestra reivindicación en la asociación es que nos valoren. No a mí, que estoy en activo, sino a todas las demás” afirma Maribel, mientras pasea por una lonja llena de hombres. “Todo esto lo hago por mi madre que trabajó tantos años y fue casi invisible”.

Son las cuatro de la tarde y lleva una hora colocando el pescado recogido durante la noche anterior. “Salgo a la mar a las cuatro de la madrugada, vuelvo a tierra sobre la una del mediodía y después vengo a la lonja”, comenta. Hay días en los que tiene que quedarse por las tardes a limpiar el barco. Aunque se siente afortunada, reconoce que en el mar no hay compatibilidad de horarios. Si la mujer sale al mar tiene también que dedicarse a cuidar a los hijos, a llevar el peso de la casa… “Por eso muchas mujeres piensan ¿para qué?”.

Durante muchos años las mujeres que iban a trabajar al mar lo hacían para ayudar a sus maridos. Sin cobrar. Ahora, aunque cobran, a menudo su sueldo es considerado un “apoyo” al de sus maridos. Por esa razón, Maribel Cera considera importante que haya chicas jóvenes que estén interesadas en formarse y en dejar atrás esa etiqueta de “salario complementario” y sean reconocidas como profesionales en igualdad de condiciones.

Según datos del Instituto Social de la Marina de 2017, los últimos disponibles, las mujeres representan oficialmente un 5,4% de la pesca extractiva (1.243) –muchas están en precario–. Para solucionar esta falta de igualdad, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación publicó en 2015 un plan para la igualdad de género en el sector pesquero y acuícola. que vence este 2020 y en el que se destaca la necesidad de profesionalizar las actividades realizadas por mujeres, antes consideradas simples “ayudas”. Desde su puesta en marcha, el plan ha sido revisado en dos ocasiones para comprobar que se cumplían los objetivos marcados. Solo dos. El 2016 fue la última y desde entonces parece que ha vuelto a caer en el olvido.

Las últimas remendadoras

Sin duda, la realidad es profundamente desigual. Las estadísticas y los datos son duros y en ocasiones opacos. A pesar de ello, sería irreal afirmar que el presente hoy no es mejor que hace unos años. Y para entender cómo y por qué ha mejorado es necesario mirar a quienes han estado cerca del mar más años de los que recuerdan. Mujeres que sacan adelante su profesiones, que luchan por sobrevivir y que siguen siendo imprescindibles. Las remendadoras son, quizás, el ejemplo más claro.

Justo enfrente del puerto de Vilanova i la Geltrú hay una explanada enorme en la que apenas se ve el asfalto. Sobre ella descansan metros y metros de redes rotas. Y en medio, sentadas sobre dos sillas de oficina, trabajan Juani Rubio y Montse Ferrer, las dos últimas remendadoras en activo desde Barcelona a Tarragona. Llevan seis años siendo ellas dos. “Llegamos a ser 14, pero las mujeres se han ido jubilando y otras se buscaron un futuro mejor fuera”, comenta Juani sin dejar de coser con un pulso firme con el que lleva 32 años.

Hace unos años trabajaban solo cuando las llamaban, y el resto del tiempo estaban sin cobrar. Por eso tantas compañeras lo dejaron. “La inestabilidad en este mundo es muy grande”, dice Juani. De su trabajo dependen seis barcos, es decir, seis familias. Desde hace unos años tienen una jornada fija de cuatro horas al día, aunque hay días en que trabajan por las tardes. Han visto un claro avance, pero cuando oyen hablar de las condiciones laborales, ríen, resignadas. “Nunca nos han hecho una carpa para trabajar, antes trabajamos en una nave, pero Ports (Puertos de la Generalitat) la ha hecho suya y ahora estamos siempre en la calle”, dice Juani. Así lo reconoce el Diágnostico sobre la situación de la mujer en el sector pesquero y acuícola (última actualización en 2017) que afirma que muchas trabajadoras no disponen de un lugar adecuado para trabajar, y muchas sufren enfermedades profesionales.

Tantos años trabajando implica conocer el puerto mejor que nadie. Y ser las únicas rederas de Cataluña las ha convertido en un atractivo turístico. Saben que su figura es, hoy en día, una especie de oasis en medio del desierto. “Hay gente que se acerca a hacernos fotos, que viene a hablar y eso nos gusta, aunque yo soy más vergonzosa que la Juani”, confiesa Montse, que hoy, en la explanada, dice sentirse más incómoda que dentro del puerto, más expuesta a la gente. Si Juani lleva 32 años remendando, ella lleva 30. Toda la vida. “Me fui cuatro años a una panadería a hacer una jornada de ocho horas”. Después se quedó un puesto libre y Juani propuso a su amiga Monste. Desde entonces están juntas. Han visto a muchas compañeras irse, pero ellas han seguido cargando a diario su cojín, su radio y las pocas herramientas necesarias.

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Juani y Montse remendando

De su trabajo dependen varias familias. Sin redes no se puede pescar. Una tarea que, aunque esencial, se considera más “de mujeres”. Los hombres, encargados del trabajo físico, salían a pescar, y mientras ellas pasaban horas y horas en el puerto, pasando frío, sin dejar de coser.

Saben que lo más posible es que cuando ellas se jubilen el arte de remendar se acabe en Vilanova y en gran parte de Cataluña. Si hay futuro, está en enseñar. “Nos invitaron de una asociación a dar talleres y nosotras encantadas, pero el trabajo se aprende aquí, remendando todos los días”. La teoría, dice, es fácil, es “malla con malla, es pie con pie, es nyiyolen (juntar), es ensimulsen (reforzar la bora)... eso es fácil, lo complicado es la práctica”.

En otros lugares como Galicia, el arte de remendar tiene mayor peso, sobre todo cultural. Pero Cataluña, y muchas otras regiones de España, está viendo desaparecer el oficio. Y mientras ese momento llega, Juani y Montse, juntas siempre, siguen pasando frío, hablando de un futuro de igualdad, y cosiendo. Siempre cosiendo.

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