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Maternidades disidentes para acabar con la fórmula tradicional de familia: "Hay potencial político en quienes salen del modelo predeterminado"

Domingo 5 de julio de 2020

Judith y María son madres de una niña por inseminación artificial; Susana es madre de acogida de un niño después de varios intentos por quedarse embarazada

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El juez adoptará la custodia compartida o individual de los hijos e hijas menores atendiendo a su interés pixnio

Rocío Niebla 30 de junio de 2020 eldiario.es

En la casa de Judith Orchea y de María González hay un lema: hay tantas familias como formas de amar. Hay también una niña llamada Ona, que roza el año, y les roba diariamente el minutero y el egoísmo. Dice Judith que antes de Ona puede que fuese algo individualista, ahora, solo conjuga el nosotras. María y Judith son amigas y compañeras desde hace diez años, casadas desde hace dos. Han hecho viajes, el pino puente, perreado y petardeado por las noches, bebido los mares, escalado montañas, hasta que se decidieron a dar el paso de ampliar la familia. La inseminación artificial a Judith salió a la primera, y fue a ella, por su deseo de experimentar el embarazo y el parto.

Hay familias de colores que destruyen el concepto más tradicional ligado a la heterosexualidad, que añaden al discurso otro tipo de familias más allá del etiquetaje ’madre’ y ’padre’. Maternidades en plural porque no hay una sola manera de ser madre. ’Maternidades cuir’ es el título del compendio de voces que Gracia Trujillo y Eva Abril han editado en la editorial Egales. "Cuirizar la maternidad es replantearse qué maternaje quieres hacer, qué tipo de educación aplicar, es crear y visualizar realidades muchas veces escondidas. También es pensar qué vas a hacer con ese dolor que todas hemos sentido alguna vez al salir de modelos presupuestos sobre nuestros cuerpos", dice Eva Abril.

Como una Ona el amor entró en sus vidas. Judith y María se reconocen afortunadas y viven la maternidad como una oportunidad para acompañar y ver crecer a una person(ita). Lo que sí les indigna es que la burocracia esté tan anclada en el pasado, que no avance como la sociedad. Aún tienen que rellenar papeles con "madre" y "padre", por ejemplo. Ellas no hablan de madre biológica, sino de "madre gestante" o "madre no gestante". Creen que ser madre es mucho más que el hecho físico de parir; es cuidar, mimar, acompañar y atender. La maternidad la sienten como una doble dosis de sororidad.

El libro aporta ideas a un feminismo que en ocasiones no sabe cómo enfrentarse a la maternidad. Las editoras hacen hincapié en cuestiones como el deseo como motor del proyecto de crianza, las dificultades muchas veces para conseguirlo, los periplos en la sanidad pública o en las clínicas, las violencias institucionales (en los hospitales o los registros civiles) y la cantidad de armarios que se van derribando.

Susana Cañete es lesbiana y mamá de acogida de un niño. Estuvo años intentando ser madre biológica, pero "la vida a veces nos trae lo que queremos aunque no de la forma que habíamos previsto". Considera que "las nuevas tecnologías de la reproducción hacen posible, además de realizar el deseo de la maternidad biológica a personas con dificultades reproductivas, la filiación más allá de la genética". "Esta separación de sexualidad y reproducción abre una posibilidad de subvertir el orden heterosexual. Ahora se puede ser madre sin sexo genital o sin un hombre en el centro", apunta.

Susana cuenta que el deseo de maternidad le vino como una pulsión extraña, desconocida, que le llevó por caminos difíciles y a hacer muchos sacrificios. Para ella la dificultad física de quedarse embarazada ha sido "muy dolorosa, muy frustrante". Y eso que ha tenido "la enorme suerte" de contar con economía para hacer varios intentos. Ahora, su hijo de acogida tiene tres mamás (su madre biológica, Susana y su pareja) y un padre biológico. Van explicándole su historia (y la de su familia) según pregunta y surge de manera natural. Susana cree que la concepción de la familia se forja poco a poco y que, como alrededor hay tipos diversos, además de un ambiente respetuoso, todo será relativamente amable.

Bel Olid es otra de las voces del libro. Cuenta que cuando su hijo era pequeño la identificaron como niña y se esforzó en hacerla feminista, fuerte y libre. Cuando creció les contó que era un chico. Dice la madre que, pese a la sorpresa, se sintió preparada, pero reconoce que se equivocó porque no estaba preparada para la transfobia: "Hasta entonces había sido una lucha política, una lucha teórica, una lucha que apoyaba por convencimiento, pero esta lucha se convirtió en una cuestión personal".

Bel recalca la importancia de las redes de apoyo en todos los procesos disidentes, en su caso, son la familia que ha escogido (incluido sus hijos), con la que ha construido una burbuja a conciencia. Cree que educar a un niño trans hay que hacerlo como con cualquiera: escuchando, respetando y acompañando,"y sobretodo, no volcarles nuestros miedos".

Aunque parece que la sociedad se ha hecho más inclusiva y que los derechos conquistados están agarrados, el auge de la ultraderecha ha hecho que la vigilancia se extreme para no dar pasos atrás. "Los fascistas saben muy bien que la maternidad es política, prueba de ello es que sus políticas sociales siempre tienen la institución de la familia en el centro, con una idealización del modelo de familia nuclear. Su miedo a la disidencia reside en que saben perfectamente el potencial político de transformación social que tiende a salirse de los modelos familiares predeterminados" apunta Eva Abril.

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