Xarxa Feminista PV

Maternidades de segunda

Martes 22 de septiembre de 2015

Las personas con discapacidad, consideradas “asexuadas” e infantilizadas se encuentran con constantes trabas a la hora de tener libertad en sus derechos sexuales y reproductivos.

En muchas ocasiones el entorno, o los propios profesionales desaconsejan la maternidad. Yo creo firmemente que somos capaces, sólo necesitamos el apoyo y las redes que una sociedad igualitaria debería aportar.

Anita Botwin 21/09/2015 eldiario.es

Las personas con discapacidad, consideradas “asexuadas” e infantilizadas se encuentran con constantes trabas a la hora de tener libertad en sus derechos sexuales y reproductivos. La sociedad las ve como personas incapaces para poder concebir un hijo, adoptar… Cuando lo que falla en este modelo no son las personas con diversidad funcional, sino una sociedad digna de ellos y ellas, con unas redes de apoyo y solidaridad que les permitan tener una vida digna, y los mismos derechos reproductivos que el resto.

El informe de International Disability Alliance, cuenta Elena Ledda para Pikara Magazine, denuncia que el modelo médico actual sigue considerando a las personas con cualquier tipo de discapacidad como “incapaces o no aptas para participar en la actividad sexual y para ejercer los derechos y responsabilidades parentales.

Adopción

Normalmente el hecho de tener una discapacidad suele conllevar la denegación del certificado de idoneidad para adoptar. ¿Existe falta de conocimiento por parte de los profesionales que deniegan la adopción o hay algo más detrás?

Hablo con Lourdes -nombre ficticio- una persona que va en silla y a la que negaron la adopción hace 15 años. “Estoy casi segura de que me denegaron la adopción por tener movilidad reducida”. Ella y su pareja pasaron por distintas pruebas psicológicas, que dieron afirmativas en todo momento. Fue entonces cuando la asistencia social empezó a poner pegas en las visitas a domicilio. Ella contaba que tenía experiencia en cuidar niñas de una amiga suya, las iba a recoger al colegio, las duchaba, las daba de cenar…”Todo eran pegas. Me preguntaban: ¿Y qué pasa si no puedes ir a recoger a tu hijo porque se te estropea la rueda?”. Precisamente por los problemas que tiene, cuenta “preveo las cosas que puedan ocurrir, como cualquier otra persona, a la que se le pueda pinchar la rueda del coche, o que el metro no llegue”. No le dieron ningún motivo. “Muy sutilmente no me dieron las razones. Fueron como seis meses horribles, con un desgaste emocional y psicológico bestial. Cada vez que me cuestionaban algo yo les daba alternativas. No hubo ningún informe que justificara el por qué me lo rechazaban, pero estaba clarísimo”. Los análisis se centraron en ella a la hora de adoptar, no tanto en su pareja, y por aquel entonces, cuenta, tenían una buena situación económica. “Después de este proceso desistí completamente”. Ella ahora mismo tiene respirador y como es una persona responsable, asegura, no llevaría a cabo el proceso de adopción. “Entonces sí, pero ahora ya no podría hacerme cargo. Esperemos que las cosas cambien, que cualquier persona pueda tener el derecho a adoptar”.

La ambigüedad en el Convenio de la Haya al respecto es clara: “es necesario solicitar los Certificados de Idoneidad que incluye un estudio psicosocial de la pareja en el cual debe constar como requisito obligatorio disfrutar de un estado de salud, física y psíquica, que no dificulte el normal cuidado del menor”.

Con redes se puede

Adriana -nombre ficticio- padece trastorno bipolar desde hace años. Cuenta que ha tenido varios ingresos hospitalarios, un intento de suicidio… pero gracias a su positivismo, su lucha y su red de apoyo fuerte cuenta que eso le ha hecho hacer su vida normal, pese al diagnóstico. Ella tenía claro que quería ser madre, “era un deseo tremendo”, aunque tuvo miedo de que su hijo también pudiera heredar su trastorno. “Decidí no tomar ninguna medicación porque no quería que dañara al feto. Yo estaba muy segura de mí misma porque conocía mi sintomatología, y en caso de sentirme algo extraño mientras buscaba el bebé, iría a pedir ayuda”. Cuenta que el embarazo fue la mejor etapa de su vida, sin fármacos. “No poder dar el pecho fue lo más duro. Quizá es un tópico, pero yo quería tener esa experiencia. Toda la red médica me lo desaconsejó. Una matrona me dijo: le vas a querer igual le des el pecho no. Eso me tranquilizó”. Adriana anima a las mujeres a dar el paso siempre y cuando ellas estén muy seguras de su red y de ellas mismas. “Yo llevo 17 años con este trastorno y me conozco a mí misma, cuando identifico un síntoma acudo al médico. Tiene que ser una decisión muy meditada y muy apoyada por los que te rodean”.

En este otro artículo de activament, la protagonista relata su experiencia sobre la maternidad con un diagnóstico de trastorno bipolar y una psicosis postparto. Dice “no me arrepiento de haber sido madre, porque en estos momentos mi hijo es lo más importante de mi vida y daría la mía por él. Creo que toda mujer que desee tener un hijo, puede hacerlo. No quiero que nadie se desanime por lo que a mí me pasó. Eso sí, con la correspondiente supervisión de su psiquiatra”.

¿Seré capaz?

Como a las mujeres se nos presupone el papel de ser “buenas madres” surgen las preguntas ¿seré capaz?. Estas son dudas que afectan a todas las mujeres, pero si se une a la discapacidad las preguntas son mayores. ¿Y si tengo una recaída?, ¿Y si mi hijo hereda mi enfermedad? En muchas ocasiones el entorno, o los propios profesionales desaconsejan la maternidad. Pero ¿conocen cada caso, si esa persona tiene las redes suficientes de apoyo para llevar a cabo la crianza? Siento que desaniman a las personas a ser madres por el hecho de tener un diagnóstico. Y por otro lado ¿Se tiene en cuenta la figura paterna o al resto de personas que rodean a la madre? Al padre -en caso de contar con esta figura- deberían presuponerse los mismos cuidados que se dan por hecho en las madres. ¿Por qué prima más la figura materna a la hora de desaconsejar el embarazo o la adopción?

Ser madre debe ser un desafío en sí mismo. Yo misma me hago esas preguntas. Me prejuzgo y desconfío. Pienso, ¿y si el día de mañana no puedo corretear con mi niña, y si el día de mañana no puedo levantarme y jugar con mi niño?

Pero creo firmemente que somos capaces, sólo necesitamos el apoyo y las redes que una sociedad igualitaria debería aportar. Nadie decide nacer una discapacidad, pero sí puede decidir si quiere ser madre. Igual que puede decidir todo lo contrario.

No podemos olvidarnos de las barreras arquitectónicas y de accesibilidad también en caso de personas con movilidad reducida. Hay muchas personas encerradas en sus casas por carecer de asistencia personal, un derecho por el que el Foro de Vida Independiente y Diversidad lleva luchando mucho tiempo.

La sociedad tiende a considerar a las personas con discapacidad inferiores, no capaces de, personas a las que hay que cuidar… no se les otorga el derecho a decidir y claro, acabamos creyéndolo. ¿Son nuestros miedos los que nos impiden ser madres o las propias barreras de la sociedad en la que vivimos?

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