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Matar sin dejar rastro

Jueves 12 de noviembre de 2020

Ester Ruiz, Presidenta de la Plataforma Luna contra el Síndrome de Alienación Parental 11-11-2020 Público

Con la pandemia del coronavirus prácticamente todo ha quedado transformado en mascarillas, tras ellas nada más. El mundo detuvo el resto de situaciones de cualquier índole, sanitarias, políticas, sociales, ambientales, todo puede esperar para mañana.

No seré yo quien diga que la pandemia que nos está abatiendo personal, social y a muchos profesionalmente no tiene importancia, la tiene y mucho, es terrible, pero no debe servirnos para olvidar o dejar para mañana lo que debíamos haber hecho ayer.

Me detendré en la nueva Ley de Infancia española que a bombo y platillo se está lanzando mediante todos los medios de comunicación y que nos filtran, hasta ahora, dos enmiendas que parece van a incluir en una ley que a mi parecer nace viciada y escasa, por ser medianamente correcta al calificarla.

Ya me chirría el nombre de la misma, como si en España no tuviésemos cantidad de niños y niñas abusados en todos los aspectos, no sólo sexualmente, sino física y emocionalmente por no hablar de vulnerados en sus derechos fundamentales. Las leyes y sobre todo una ley de infancia ya bastaría con llamarse así por su VITAL IMPORTANCIA, LEY DE INFANCIA Y ADOLESCENCIA, no necesita llamarse de ninguna otra forma.

Una de las enmiendas que ha sido aceptada es la no utilización del sap, esa cosa, artefacto, constructo, invención, de un mal llamado psiquiatra/ médico/ parlanchín/ vendehumo que con intención de justificar las aberraciones de los soldados americanos cometidas en Vietnam y a su vuelta a los Estados Unidos en procesos de divorcio, se le ocurrió que las madres perversas, malas, mujeres odiosas, envenenadas, vengativas que se divorciaban de ellos, inoculaban a sus hijos e hijas falsos recuerdos y les ponían en su contra inventando que les maltrataban, pegaban, gritaban y violaban. Este comportamiento de estas malísimas mujeres lo achacaban estos "buenísimos y bondadosos padres y esposos" porque ellas querían salirse con la suya y vengarse de ese pobrecito hombre, bueno, amable, cariñoso que no había roto un plato nunca, pero que les estaba rompiendo la cara, los huesos y la vida entera mientras se mofaba de su dolor, pánico y veía cómo los niños se orinaban de miedo y la madre sangraba sin poder moverse y con algunos huesos rotos y encima les culpaba por provocarle. Todo esto decía ese elemento pseudopsiquiatra/charlatán llamado Gardner, que cuando las mujeres se atrevían a denunciarlo mentían y hacían mentir a sus hijos e hijas y le dio un sonoro y peculiar nombre, sap (síndrome de alienación parental).

Todavía hay gente que no sabe lo que es. Todavía hay gente que cree que existe y dan cursos sobre el horrible invento y forman a operadoras judiciales, psicólogas, trabajadoras sociales, educadoras sociales, pedagogas, y un largo etcétera de profesionalas que ahora también vienen a llamarse coordinadoras parentales (el femenino, créanme es provocado). Estas, sobre todo éstas profesionales se creen poseedoras de la verdad absoluta y gozan todas ellas de absoluta credibilidad institucional para ir construyendo informes "ad hoc" que tocan y matan a quienes sólo querían huir del horror, el espanto, el miedo, maltrato y comenzar a vivir nuevamente. Las matan pero no dejan rastro salvo para quienes tenemos largo recorrido en estas perversas estrategias.

Curiosamente, donde mejor ha calado este engendro, artefacto de matar, ha sido en el sistema judicial, un sistema rancio y patriarcal que lo ha acogido y "acunado" entre sus brazos. Ya no se denomina así, en raras ocasiones se le nombra "sap", nuestra Ministra en Igualdad, Doña Irene Montero no ha sido bien informada.

No es gracias a la lucha de las mujeres feministas que se ha hecho ver esta tortura, porque perdóneme, Irene, hablamos de TORTURA ya que la aplicación de este INEXISTENTE síndrome #ES TORTURA y así lo hicieron saber un abultado número de profesionales en Uruguay al presidente del Comité de los Derechos del Niño, Luis Pedernera, en dos ocasiones en 2019 y en la APDH en Argentina en el mes de Septiembre de este año, donde nuevamente al mismo grito de #ES TORTURA volvió a sumarse nuevamente el Presidente del Comité. No, no hay que sugerir que no se use, no hay que minimizar el impacto de esta tortura, hay que prohibir y castigar a quien lo invoque pero no como síndrome, porque ya no lo hacen, sino con cualquiera de sus seudónimos al efecto, como interferencias parentales, conflicto de lealtades, obstaculización de vínculo, impedimento de contacto, madre maliciosa, preocupación mórbida y tantos y tantas otras indicaciones que se recogen en los múltiples informes donde sólo se persigue cuestionar los comportamientos de las madres y castigar el pánico completamente justificado de unos hijos e hijas aterrados por el dolor. Perdóneme Irene, pero las madres llevamos años gritando la tortura que venimos padeciendo, luchando cuanto podemos y donde podemos, haciendo huelgas de hambre, manifestaciones. La lucha llevamos años realizándola en cada rincón de España e invadiendo las redes todo y cuanto podemos, detrás de caretas para ocultar la identidad por miedo a las represalias, algunas porque no nos arranquen a los hijos e hijas y otras para que no nos arranquen las pocas horas que podemos verles VIGILADAS Y ACOSADAS EN LOS PUNTOS DE ENCUENTRO FAMILIAR.

Le hablaré también Irene, de otra cuestión, LA TERAPIA DE LA AMENAZA, que acompaña al maldito SAP. Esa terapia es la continuación del terror y pánico del que salimos huyendo cuando decimos basta al maltrato, cuando lo único que queremos es poder comenzar una vida lejos del miedo, de los golpes, de los insultos, del insomnio, de la muerte que acecha día sí y día también. Esa terapia se nos está aplicando desde las instituciones, desde los Juzgados de Violencia, de Familia, desde los Servicios Sociales de Base, desde los Servicios de Infancia, desde las Administraciones Públicas que externalizando los servicios a empresas privadas han abierto las puertas a las condenas más crueles y detestables a las mujeres vulnerables y a sus hijos e hijas indefensos, obligándolas a ceder a pactos y acuerdos de imposible cumplimiento bajo la amenaza de perder a sus hijos para siempre.

No, no basta con invocar que se debe tener cuidado con este falso y perverso sap, NO.

Desde el año 2006 se vienen arrancando custodias a las madres invocando este inexistente síndrome. Desde que funcionan en España los puntos de encuentro familiar los niños y niñas son obligados a estar con quienes no quieren y estos lugares no informan de lo que realmente ocurre en ellos, maquillan con ciertos dones que rozan el perdón religioso la necesidad de las segundas, terceras e infinitas oportunidades dejando al arbitrio del "ya se verá" la vida de la infancia que absolutamente nada les importa.

No queda aquí el despropósito, se rompe este Gobierno las vestiduras anunciando que los hijos e hijas de los maltratadores condenados y con orden de alejamiento, según recogerá la nueva ley de infancia, no tendrán contacto con ellos. Y nos alegramos y damos palmas y saltamos de alegría y ésta que escribe, ojiplática piensa si no entendemos el mensaje. Por un lado que los maltratadores no podrán ver a sus hijos e hijas, algo que ya no debíamos siquiera estarnos planteando, algo que cualquiera con un mínimo de sentido común en el siglo XXI no se estaría ni cuestionando, es más, tendría que cuestionarse quién está consintiendo semejante aberración, en base a qué y bajo qué pretexto; cómo es que los maltratadores tienen contacto con quienes maltrataron, cuando el interés superior del niño/niña debería primar sobre el derecho del adulto, derecho que por cierto tendría que desaparecer de facto en el mismo momento de la condena. Y por otro lado, en los tiempos que corren, con todo el sistema inundado por la catequesis "sap" y sus eufemismos y sus "coordinadoras parentales", en este momento, que toque un décimo de lotería es más fácil que una condena y una orden de alejamiento. A más abundamiento, de conseguir esa orden y condena, una vez se cumpla ¿retomará ese "no maltratador" antes "maltratador" el contacto con sus hijos? ¿Justificará haber cumplido la condena que no es maltratador ni peligroso? ¿Por qué entonces tenemos niños y niñas asesinados en régimen de visitas cuando sus madres han denunciado y advertido en innumerables ocasiones el peligro que corrían?

Vamos mal, vamos muy muy mal, porque no escuchamos sobre todo a las asociaciones civiles, las que están a pie de calle, las que realmente saben lo que pasa a diario y los peligros reales que corren estas mujeres y sus hijos e hijas. Y sobre todo, NO ESCUCHAMOS NI CREEMOS A LAS MUJERES MADRES Y MUCHO MENOS A LOS NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES.

Hoy, hay profesionales acosados y denunciados por defenderles, por creerles, muchos de ellos y ellas dejan los casos porque se ven acorralados incluso por el propio sistema administrativo o judicial.

Una ley de infancia que vuelve a dejar todo el peso en la Administración Pública, una Administración que hace años externalizó los servicios a empresas privadas que se hacen llamar sin ánimo de lucro, pero que participan en licitaciones de contratos de millones de euros que dicho sea de paso pagamos todos los ciudadanos, que tienen trabajadores en precario, muchos de ellos sin formación o muy escasa, que detrás de esas asociaciones nos encontramos con fundaciones y organizaciones relacionadas con otras firmemente arraigadas en ideologías religiosas (sólo hay que tirar de hemeroteca), una ley de infancia así deja en manos del negocio a nuestra infancia. Si a la vez que se gesta esta ley, una jueza ordena que un niño de 6 años vaya a visitar a la cárcel a su padre condenado a 9 años por malos tratos a su madre y el Ministerio del Interior es condenado por desproteger a una mujer y acabar siendo asesinada por su exmarido, considero que tenemos un grave problema que va más allá de la aprobación de una ley de infancia. O nos ponemos a trabajar en serio, pero de verdad y de una vez por nuestros niños, niñas y adolescentes o será lo de siempre, tapar el sol con la yema de un dedo y sálvese quien pueda.

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