Viernes 27 de septiembre de 2024
Escritora y profesora de escritura creativa, Marisa Mañana reflexiona sobre qué supone ser mujer negra escritora y sobre tres palabras clave en sus clases: erotismo, pornografía, obscenidad.
Patricia Reguero Ríos 26 sep 2024 El Salto
Marisa Mañana viene a la entrevista con una camiseta del color de la portada de su libro, amarilla. Del bolso saca Cómo ser mujer negra en España, de Desirée Bela-Lobedde —“me emociono”—, Mujeres que corren con lobos, de Clarissa Pinkola Estés —“me putoflipa”—, y un cuaderno de notas. Dice que está nerviosa, pero no se le nota.
En 2022 publicó Como nosotros —“tarde”— en la editorial MilMadres, su primer libro. Antes había publicado relatos en algunas antologías. Ahora trabaja en el que será su segundo libro de relatos, aunque no tiene fecha de entrega y tampoco prisa: anda entretenida en largas conversaciones con uno de sus personajes: “Yo sé qué es lo que quiero contar, pero necesito que ella me diga qué es lo que quiere que cuente”.
Profesora de talleres en los que aborda la escritura de relato erótico, algo que vá muuuucho más allá del “mete-saca”, Marisa Mañana reflexiona sobre qué supone ser mujer negra escritora y sobre tres palabras clave en sus clases y de su libro: erotismo, pornografía, obscenidad.
¿Qué estás leyendo?
Estoy leyendo viendo un montón de cosas, pero traigo estas dos. Este es de Desirée Bela-Lobedde, Ser mujer negra en España, que me está encantando. Ella explica cómo a las mujeres negras en España no se nos veía. Y, si no se nos veía, no existíamos. Y, y si no existíamos, no estábamos en el imaginario. Y, si no estábamos en el imaginario, era imposible que gustáramos. Habla de cuando era adolescente y le empezaban a gustar los chicos, y ella era la megamaja, la sujetavelas... pero nunca la deseada. Ella era la única niña negra del colegio, ¡como yo!
Si es difícil encontrar referentes en general, en la escritura olvídate, ¿no?
Claro, por eso cada vez que veo que una mujer negra está en un lugar de enunciación me emociono. Veo a Desiré, que es funcionaria, escribe libros, es activista, da clases. A Rita Bosaho, que ha formado parte del Ministerio de Igualdad, en el mundo de la política. A Silvia Albert Sopale, que es actriz y la primera vez que fui a verla también salí llorando de la emoción. A Asaari Bibang, que es humorista. O a Lucía Mbomío, que es periodista. Veo a todas estas mujeres y me emociono.
Por eso me gustan los personajes no blancos, o que son gays o lesbianas, personajes que están en algún margen como el del cuento “Como nosotros”, que trata el tema de la transexualidad. Porque si no está, no existe. Aunque con ese cuento tuve una reflexión interesante después de hablar con algunos amigos LGTB y es que hay veces en que la única manera que tienes de saber de algo no es inventártelo sino callarte y escuchar. Lo dice Rusly Cachina, que me encanta: a veces hay que callarse y dejar hablar.
Has dicho que te emocionas cuando ves una mujer negra en un lugar de enunciación. Tú estás en un lugar de enunciación. ¿Qué implica estar en ese lugar? ¿No supone mucha responsabilidad?
Implica mucha responsabilidad, y de hecho, una de las cosas que me ponía un poco nerviosa de esta entrevista es que yo puedo hablar de técnicas narrativas siendo la mujer más segura del mundo, pero si pienso en qué represento...
Claro, pero hacer una entrevista sobre técnicas narrativas no queda tan bien...
¡No tiene ningún sentido! Siento mucha responsabilidad. Constantino Bértolo tiene un libro muy majo, La cena de los notables, en el que habla de que quien asume la voz tiene la responsabilidad de qué es lo que va a decir, porque de alguna manera la comunidad deposita en esa persona esa responsabilidad. A mí me parece que es mucha responsabilidad y por eso yo creo que he tardado tanto en publicar un libro. Cuando escribo, pienso siempre qué, cómo y desde dónde voy a escribir. Entonces el desde dónde se refiere a lo más personal, las tripas, el vómito, mis obsesiones, mis preguntas, mis deseos. El cómo es la técnica narrativa, cómo hacer que sea atractivo de leer, que tenga estructura, belleza. Y el qué tiene que ver con el punto de vista de la reflexión.
Ahora seguimos, pero aquí traes otro libro…
Sí, Mujeres que corren con los lobos. Me putoencanta. Lo descubrí hace tiempo en los talleres de escritura y es un libro que habla de la fuerza interior de las mujeres, que a lo largo de la humanidad ha sido aplastada, ninguneada, manipulada, ordenada. Es un libro sanador.
Tu libro se titula Como nosotros. ¿Quiénes somos nosotros?
Tuve la pelea entre “como nosotras”, “como nosotres”, o poner la X, pero al final me decanté por la tradición y lo dejé así. Ese “nosotros” a mí me gustaría que fuera lo más diverso posible. Pero lo que más me gusta del título es el “como”, un adverbio que lo que hace es equiparar o comparar cualidades. “Como nosotros” es un título que te obliga a completar la frase y que en principio representaría a diversas marginalidades. En cada cualidad hay una parte privilegiada y una parte que no lo es: la raza blanca sobre otras, la elección sexual hetero sobre otras, la juventud frente a otras edades…. Ese “nosotros” es la cara B.
¿Están todos los nosotros?
No, es imposible. Tengo una amiga, Lourdes García Pinel, que también es escritora, y tiene un libro que se titula Mujeres hambrientas y hablamos mucho de eso, de cómo un libro no tiene que ser un panfleto, la ficción es ficción y el ensayo es ensayo, y puede haber híbridos maravillosos. En mi libro hay relatos más desde el inconsciente y otros más, digamos, panfleto. Pero, no, no están todos esos nosotros, nosotras, nosotres.
¿Cuál es el valor de lo erótico? ¿No te daba miedo que lo erótico te hiciera menos creíble como escritora?
Yo empecé a impartir mi taller porque me encantaba lo erótico. Empecé escribiendo cuentitos tipo Corín Tellado: de amor, de disfrutar... Cuando empecé a escribir un poco más en serio, quería escribir una novela erótica, pero decía: ¿Cómo voy a ponerme a contar escenas eróticas y escenas sexualmente explícitas con mis compañeros y mis compañeras? Encima la historia iba de una chica que estaba enamorada de otra chica, y también de su profesor, y yo decía: “El profesor va a pensar que quiero tirarle los trastos”. Pasaba el verano y no se me ocurría otra cosa. Entonces me encontré con un artículo de El Cultural, en 2012, o antes, que decía que la literatura erótica estaba muriendo porque era muy difícil encontrar calidad literaria y tensión erótica a la vez.
Me dio pena, esto es algo que he ido gestando y masticando a lo largo de los años. Para mí la literatura erótica es, ante todo, literatura. La literatura erótica se concibe como género y, vista así, es un envase como lo es el género policíaco, o la narrativa infantil, de terror, etcétera. Tiene una serie de clichés, lo que no impide que haya cosas maravillosas. Un alumno muy majo decía que el erotismo es transversal a la vida. ¡Efectivamente! Con los años, el taller de literatura erótica se ha convertido en una herramienta para que, si tú necesitas construir una escena erótica, sepas cómo enfrentarte a ella. Pero no porque todo tenga que ser erótico.
Yo lo primero que planteo en el taller son tres conceptos: obscenidad, pornografía y erotismo. No tanto para fijar las definiciones como para que veamos que esas definiciones son distintas o movibles, no son iguales para todas las personas. Lo erótico no le resta valor a lo literario. Eros es la vida, es el aliento vital, lo erótico está en el amor de una madre hacia su hijo. Lo que pasa que se piensa que es mete-saca y además desde una visión muy coito centrista. Me siento militante del erotismo porque quiero defenderlo como una parte innata de la narración, tanto propia como de ficción.
En tus relatos el erotismo abarca un espectro muy grande...
El erotismo es deseo y excitación, básicamente. Luego puede haber sexo explícito o no, y eso puede resultar ofensivo o no. Para mí lo pornográfico, fíjate, no es un rasgo negativo. Etimológicamente, pornografía viene del griego del griego «pornographos», compuesto por las raíces porné, ‘prostituta’ y grapho, ‘describir’. Yo actualmente defino lo pornográfico como “sexo explícito”. Y el sexo explícito se puede contar bien.
En ese sentido, hay relatos pornográficos en tu libro.
Efectivamente. Yo, de hecho, aliento a los grupos que tengo a que no tengan miedo de decir que sus relatos son pornográficos, porque de lo que estamos hablando es de sexo explícito. Luego lo obsceno, lo que ofende, lo que debería quedar de puertas adentro… ¿Eso qué es? Para un cura, casi todo debería quedar de puertas adentro. Pero a mí me ofende más la imagen de una niña que va corriendo desnuda para huir de un ataque [la niña que huye de un ataque de Napalm en la Guerra de Vietnam, en 1971] que un culo abierto. Y en mi libro hay relatos como “Brujas”, al que le tengo mucho cariño, que le dedico a una mujer que conocí en el hospital donde lo erótico está representado con dos mujeres que se desnudan: una es joven y la otra es muy mayor, una tiene el culo lleno de arrugas y probablemente caca, y la otra lo tiene limpito y terso. Esa celebración de la vida también es erótica.
Te preguntaba si te preocupaba tener menos credibilidad por escribir relato erótico. Pero también quería preguntarte por el formato del relato corto, que es un formato que creo que muchas veces se considera menor pese a todos los ejemplos que tenemos de grandísimas escritoras de relatos…
Cuando pienso en relato corto en realidad pienso en el libro de relatos, que es algo que veo como crear un universo donde hay planetas que conforman un todo. Lo que más me gusta es escribir relato corto, y lo que me gusta del relato corto es que se parece un poco a la vida, en el sentido de que tenemos muchos momentos que suponen un antes y un después. Cuando se acaba el relato, se acaba el momento, pero no se acaba la vida. Además, me parece muy dúctil. Un libro de relatos te permite muchos formatos, desde lo más poético hasta lo más ensayístico o hasta lo más formal. Me da mucho más juego que una novela, al menos a mí, a la hora de escribir.
A veces se piensa en el relato corto como algo que se hace para luego dar el salto a la novela, pero el relato es un género en sí mismo dentro de lo narrativo, y la novela es un género en sí mismo también dentro de la narrativa. Me parece que lo decía Cortázar: el relato gana por KO y la novela por puntos. Es un poco eso, ¿no?
Dices de ti, corrígeme si me equivoco, que eres madrileña afrodescendiente. ¿En qué etiqueta te sientes más cómoda y cómo has dado con ella?
A mí siempre que me preguntaban de dónde soy, hasta hace relativamente poco, hasta el 2010 concretamente, yo decía: “Soy de Guinea Ecuatorial”. De ahí es de donde son mis padres y de hecho yo nací ahí. Lo que pasa es que a mí me trajeron aquí con diez mesecillos. ¿Qué pasó en 2010? Pues que íbamos en un coche varias personas [en Guinea] y entonces, en un control, un paramilitar metió literalmente la cabeza y saludó en fang, que es mi etnia. Y yo dije “hola”, y el tipo se me quedó mirando extrañado de que no dijera el saludo fang. Y yo automáticamente dije: “Nací en Guinea, pero me he criado en España”. Y desde entonces respondo así, que es lo que más se ajusta a la realidad. Después, cuando mi editor me pidió información para mi ficha de escritora, yo estaba empezando a conectar con todo el tema afro y dije: “Yo soy afromadrileña”. Yo me siento de Madrid y soy afro.
Lo afro está en tu escritura. ¿Cómo?
Por un lado está en personajes. “Como nosotros” para mí es el relato en el que he querido un poco condensar eso. O está en “Brujas”, de alguna manera. Pero también está en el fondo. El libro no deja de ser un reflejo de mi manera de estar en el mundo, y ser mujer y ser negra me atraviesa. Entonces es inevitable que eso salga, aunque a veces me instalo en personajes que no tienen mi edad o que no tienen mi género o que no tienen mi color.
Publicaste el libro en 2022. Has mencionado ya en algún momento que es tarde. ¿Por qué?
Pues porque ya tenía 52 años y, en el mundillo, te acostumbras a la idea de que cuanto antes publiques, mejor y, cuanto más publiques, mejor. Siento que es tarde porque no ha sido a los 30 ni ha sido a los 40. Pero tampoco me importa. Me gusta mucho que haya surgido el libro en este momento, que lo afro se haya incorporado al libro y que contenga toda esa mirada que intento que sea lo más diversa y lo más transversal posible.
¿Tiene alguna ventaja publicar tarde?
Quizá la madurez, si es que existe la madurez, no lo sé. Yo creo que sí, aunque no como la pintan. El primer relato lo publiqué en 2010 y el libro en 2022... entre medias han pasado cosas y entonces ha habido un gluglú, la reescritura y el reposar, el gluglú de los guisos que se hacen en un caldero… y de las brujas también.
Das talleres de escritura creativa. ¿Cómo influye esto en tu escritura?
Dar talleres influye para bien y para mal. Para mal, porque sientes una responsabilidad con tus alumnos, piensas que en tu libro tienes que demostrarles algo. Y para bien, porque dar talleres supone un crecimiento constante.
¿Cómo ha sido publicar con MilMadres?
Pues ha sido una maravilla, tuve mucha suerte con Julio [Espinosa]. El nombre me gusta mucho porque tiene que ver con lo múltiple, con lo diverso, con lo que carece de linaje. El mundo de la edición, de publicar, me parecía un mundo muy duro. Para quienes no nos conocen, nuestra oportunidad está en las editoriales pequeñas. Yo tuve la suerte de que conocí a Julio, me preguntó si tenía algo y le gustó. Las editoriales pequeñas, o no mainstream, o independientes hacen esa labor, la de buscar entre los no conocidos qué es lo que vale.
¿Quién es tu referente literario, a quién vuelves una y otra vez?
Toni Morrison. Es una bestia parda esta mujer a todos los niveles. Oigo entrevistas, leo cosas de ella. Y, si me preguntas qué libro me habría gustado escribir, sería Ojos azules. La amo. Me sirve para un roto y para un descosido. Me sirve para la visibilidad, para la técnica, para la estructura, para la voz. Y Desirée Bela también se está convirtiendo en un referente.
¿Cuál era tu camino antes de las letras?
Trabajé en servicios: de teleoperadora, de camarera. Entonces me quedé en paro y tuve una crisis, y a los 33 decidí estudiar Filología. Para entonces ya estaba en talleres y una buena amiga me animó a estudiar lo que siempre había querido. Entonces empecé Filología Hispánica, compaginaba los talleres y el estudio de Filología Hispánica. Y luego ya empecé a dar talleres de escritura y ahí ya compaginé talleres de escritura con escribir.
¿Qué pasó con aquella novela erótica que te daba corte escribir en un taller?
Se convirtió en “Queloide” [uno de los relatos de Como nosotros]. Y ahí me di cuenta de que me iba más el relato. Siento que si escribiera novelas estaría rellenando. Yo soy muy de limpiar, quitar, limpiar, quitar, limpiar, quitar.