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Mariana Enríquez o la gran novela latinoamericana

Jueves 7 de noviembre de 2019

Anna María Iglesia Librújula

La escritora argentina Mariana Enríquez gana el Premio Herralde de novela con Nuestra parte de noche.

Hace apenas dos años, en 2017, la escritora y periodista Mariana Enríquez recibía el Premi Ciutat de Barcelona por Las cosas que perdimos en el fuego, libro de relatos publicado el año precedente. Apenas veinticuatro horas antes de conocer la concesión de dicho galardón, la escritora presentaba en la ciudad condal Los peligros de fumar en la cama, una serie de relatos escritos ocho años antes y que, como ella misma afirmó, eran “uno de mis primeros intentos de realizar un sincretismo entre el terror y el realismo”. Este sincretismo se consolidó en los relatos posteriores y alcanza su más perfecta expresión en Nuestra parte de noche, novela con la que la escritora ha sigo galardonada con el Premio Herralde de Novela que, este año, a diferencia de los anteriores y por decisión del jurado, formado por Marta Sanz, Gonzalo Pontón Gijón, Juan Pablo Villalobos, Lluis Morral y la editora Silvia Sesé, no tiene finalista. “Nuestra parte de noche desborda las convenciones del género al que se adscribe -cultivándolo de forma admirable, pletórica de imaginación- para elevarse a la categoría de novela total”, afirma Pontón, subrayando cómo el elemento fantástico es el punto de partida desde el cual Enríquez aborda grandes asuntos como “la inmensidad de la relación entre un padre y un hijo, los lazos terribles del amor y de la amistad, la enfermedad como condición de vida, las máscaras del ritual, la verdad atroz de los dioses, la cara oculta de la historia y de la política”. Algo similar señala Villalobos, quien observa cómo para Enríquez lo íntimo se convierte en un espacio a partir del cual hablar de lo público y lo privado. En relatos como El aljibe, pero sobre todo Rambla triste, la escritora no solo partía de experiencias individuales e íntimas - El aljibe cuenta la historia de una joven que sufre de una enfermedad mental- para narrar lo colectivo y, consecuentemente, lo político, sino que hacía irrumpir en lo “real” lo fantástico y, en concreto, lo terrorífico, término que vuelve a aparecer a la hora de describir Nuestra parte de noche, donde “el terror individual se entrecruza con terrores muy reales”, empezando por la dictadura militar, por la incertidumbre de los primeros años de la democracia o por los primeros brotes del sida en Buenos Aires. La imagen de Buenos Aires que nos propone Enríquez es la de una ciudad muy contemporánea en vuelta en un mal atávico. En la Buenos Aires de Enríquez encontramos los ecos literarios de Roberto Arlt, autor de Los siete locos o Aguafuertes Porteños, así como del Sábato de Sobre héroes y tumbas, “novela que me interesó mucho, aun considerándola una novela fallida”, reconoce Enríquez, para quien lo peor de la novela de Sábato es un planteamiento ideológico, mientras que lo más interesante es que se sitúa al borde del género fantástico. Ella, sin embargo, cruza ese borde y encuentra en autores como Borges, David Mitchell o el Charlie Feiling de El mal menor sus principales referentes. “Si bien es cierto que no leo a Quiroga desde que soy niña, está presente en la parte de la novela ambientada en el norte de Argentina; ahí aparece la frontera como lugar tenebroso”. Si para Villalobos, se puede decir que Nuestra parte de noche es “continuadora de una tradición que podríamos denominar como ‘La Gran Novela Latinoamericana’” y “pertenece a una estirpe de obras tan disímiles, pero igualmente ambiciosas y desmesuradas, como Rayuela, Paradiso, Cien años de soledad o 2666”, para Rodrigo Fresán, presente en la rueda de prensa, Nuestra parte de noche es una novela absolutamente argentina, que en otros países puede resultar una extrañeza, pero no en Argentina donde desde Lugones la literatura canónica se ha definido por el elemento fantástico.

Rehuyendo de fechas emblemáticas, “como podría ser 1978 o 1982”, la novela comienza en los últimos años de la dictadura y se desarrolla hasta los primeros años de la democracia, “una época eufórica y deprimente en la que era muy difícil ser joven”. Nuestra parte de noche cuenta la historia de un padre y un hijo que a traviesan por carretera toda Argentina, desde Buenos Aires hasta la frontera norte con Brasil. El padre trata de proteger a su hijo, Gaspar, del destino que le ha sido asignado: el ser un médium de una sociedad secreta, la Orden -otro guiño a Artl- que contacta con la Oscuridad en busca de la vida eterna mediante atroces rituales. Confesaba Villalobos que, como gran lector de los relatos de Enríquez, tenía ganas de más y esta novela viene a satisfacer ese deseo que, confesaba la escritora, también ella tenía: “Venía de escribir cuentos y no ficción y quería un poco más, volver incluso a una forma más tradicional”. Exigencia y ambición son los dos términos que definen este proyecto novelesco, esta novela “desbordante” de una escritora excelente que, desde hace años, deleita, en el mejor sentido de la palabra, a unos lectores cada vez más numerosos. “Excepcional”, así definió Marta Sanz en una ocasión a Mariana Enríquez. Poco más se puede añadir.

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