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Manual contra las agresiones sexuales: controlaos vosotros

Sábado 14 de diciembre de 2019

Carmen Garcia MartinCarmen Garcia Martin 11/12/2019 Pikara

Las noticias sobre agresiones sexuales, abordadas desde una perspectiva de inseguridad ciudadana, ponen el foco en el lugar equivocado. Las mujeres no tenemos que controlarnos; los hombres tienen que dejar de agredirnos.

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Ilustración de emecé eseene para la exposición ‘Todas las búsquedas que somos’

En septiembre se difundía una convocatoria desde el Movimiento Feminista para denunciar públicamente varias agresiones sexuales a mujeres. Tres agresiones sexuales en un solo fin de semana, que venían seguidas del secuestro y agresión en Atxuri, Bilbao. La violencia sexual, además de atacar los cuerpos de las mujeres, ataca concretamente nuestra libertad de movimiento. Hay, sin embargo, algo muy preocupante asociado a estas agresiones, y que suele pasarse por alto, porque se disfraza de supuesta ayuda a nuestra integridad. Las noticias se difunden desde el prisma de la inseguridad ciudadana, que amplifican en exceso los medios de comunicación tradicionales y que tiene una rentabilidad electoral inmediata.

Esta idea de la inseguridad, por el hecho de ser mujeres, y la petición de que nos responsabilicemos, tomando medidas de autocontrol, cala en nosotras. Es conocida la controversia sobre las recomendaciones de la Ertzaintza y otros cuerpos policiales para prevenir agresiones sexuales. También, recientemente, ha circulado por redes un vídeo de mujeres jóvenes que han creado una aplicación para estar controladas en todo momento. Parece que no podemos olvidar nunca que la responsabilidad sigue siendo nuestra y que el miedo es la emoción a la que debemos obedecer. En ese video nos cuentan de nuevo el cuento de Caperucita, que su mamá sabe que va a casa de su abuelita y que trae la desgracia a la familia por desviarse del camino sin avisar. Menos mal llega el fornido leñador a resolver la situación. A esa aplicación tienes que decirle en todo momento dónde andas, recordándote una y otra vez que eres vulnerable y que, por tanto, debes tener miedo. Esto es perverso para las mujeres. Pervierte el objetivo de liberar a las mujeres de la violencia, utilizando el mensaje de la obediencia y sumisión a las normas, que es también un mensaje violento en la medida que inocula la sumisión a la renuncia de la libertad.

Este fenómeno del llamamiento al autocontrol pone los pelos de punta. Quienes nos dedicamos al trabajo terapéutico con mujeres con malestares psicológicos derivados de su condición y posición de género, sabemos que nuestro trabajo pasa fundamentalmente por acompañar a las mujeres a desvelar las distintas formas de sometimiento al sistema heteropatriarcal que las encierra en deseos e intereses ajenos a ellas mismas. Tenemos que salir del rebaño y dejar de obedecer a los ladridos de los perros, aunque a cambio nos ofrezcan protegernos de manadas de lobos, porque el precio es la libertad.

La violencia sexual se ha puesto en la primera plana de los medios de comunicación por los últimos casos de violaciones en el espacio público. Cabe, también a este respecto, poner la mirada sobre lo que el espacio público debería ser: un espacio para todas las personas, diseñado, en teoría, para la movilidad, la reunión y la vida común, libre y respetuosa. Este es el derecho que se tiene que garantizar también a las mujeres. Contraponer a la cultura de la violación la política del miedo nos aleja absolutamente del camino de construir vidas libres. Nos mete al rebaño de la sumisión y del espacio doméstico como supuesto lugar seguro.

Y, sin embargo, que quedarse en casa es más seguro para las mujeres es tan mentira como que una violación en la calle es lo peor que te puede pasar en la vida. ¿Es peor que te violen en la calle a que te violen en casa? ¿Es peor que te violen una vez a que te maltraten durante años en tu propia casa? En realidad, lo único que previene una violación, sea en la calle por nuestros vecinos, o en nuestras camas por nuestros maridos, o en cualquier otro lugar por nuestros clientes o jefes, es que todos ellos tengan claro que eso no se hace, que los cuerpos de mujeres no son cosas disponibles para sus incontinencias de fluidos corporales y sus deseos de dominar y dañar. Para que una violación en la calle, o en casa, o en cualquier otro lugar, no suceda, hace falta que la sexualidad sea entendida en el ámbito del encuentro íntimo, de compartir placeres desde el encuentro. Todo lo que se da al margen del encuentro de personas que desean compartir esos placeres es dominación y, por tanto, violencia.

Seguramente, las mujeres del vídeo no pueden volar por encima de la obediencia y el control de sus cuerpos porque no han tenido contacto con la autodefensa feminista. Con lo que sí han tenido contacto es con el “sed buenas”, como si eso nos fuera a librar de algo. Más mentiras, fuego a discreción. Entonces, nuestra respuesta tiene que ser a las barricadas.

Estamos en la barricada, defendemos nuestra libertad con métodos de autodefensa, nos armamos de poder y fuerza ejercida por nosotras mismas y de manera colaborativa. No nos fiamos de los mensajes de control, no os creemos, nunca sirvió. Animamos a todas las mujeres a ocupar el espacio público, a ser rebeldes y contraatacar a los intentos de culpabilización por responsabilizarnos a nosotras de los que nos pueda pasar. Apuntamos en la dirección del control social con todos sus instrumentos institucionales y publicitarios para entender que no es a nosotras a quienes nos tenéis que controlar, controlaos vosotros, hacéroslo mirar.

En este último sentido, si algo se quiere hacer a favor del respeto a nuestra libertad e integridad, es no permitir más tibieza con los discursos que nos objetualizan y niegan que exista la violencia machista; ser firmes con los violentos, los que nos menosprecian y maltratan; los que nos quieren esposas, madres-vírgenes o putas, pero nunca nos quieren más allá de nuestra utilidad para ellos. Lo que hace falta es valentía en la defensa de nuestra libertad, aunque eso lleve la pérdida del privilegio de sentirse los fuertes protegiéndonos. No va de eso, no queremos pater familis.

Desde este lugar de acompañamiento psicológico a la rebeldía, de acompañamiento a vidas cooperativas y libres de violencia, queremos enviar, sobre todo, un mensaje a todas las mujeres, especialmente a las jóvenes, un mensaje de rebeldía contra el control social y la domesticación. La casa, la cama, la calle, la noche, también son nuestras.

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