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Los puntos lilas, una herramienta de apoyo para las mujeres contra el machismo en las fiestas mayores

Sábado 21 de septiembre de 2019

¿Cuál es la faena que desarrollan estos puntos? Hablamos con entidades y colectivos que los gestionan. El Ayuntamiento de Barcelona instalará dos estands "antimasclistes" en la playa de Bogatell y a avenida Maria Cristina durante las fiestas de la Mercé.

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Campaña antimachista de las fiestas de la Mercè. / AJUNTAMENT DE BARCELONA

BARCELONA 21/09/2019 MARIA RUBIO Público

Para las mujeres, una noche cualquiera de fiesta mayor puede ser sinónimo de posibles tocamientos no deseados, insistencias “babosas” y toda la lista de expresiones que toma la violencia machista, hasta llegar a la violencia sexual. Sin ir más lejos, este verano las denuncias por agresiones en fiestas nocturnas se acumulaban cada fin de semana, con hasta cinco violaciones denunciadas en las Fiestas Mayores del barrio de Gracia, Barcelona, o la violación recientemente conocida en la Fiesta Mayor de Horta, por la cual se convocó una manifestación de rechazo el pasado miércoles.

Para mitigar esta situación, cada vez es más frecuente encontrar unas carpas con señalizaciones violetas, los llamados puntos lilas. El Ayuntamiento de Barcelona ya ha anunciado el dispositivo de la Mercè de este 2019 , añadiendo dos estands “antimachistas” e la avenida Maria Cristina y la playa de Bogatell, que se suman al del Front Marítim, presente durante todo el verano. "Una de las cosas más bonitas de la ciudad son sus fiestas populares, donde todo el mundo tiene derecho a disfrutar en libertad y sin miedo”, afirma la tinent de Derechos Sociales, Justicia Global, Feminismos y LGTB, Laura Pérez.

“Respondemos a las necesidades de la mujer. Quizás necesita que apliquemos el protocolo o quizás solo quiere que la ayudemos a localizar a sus amigas”, explica Carla Rigol

La política de poner puntos lilas es una práctica que se extendió con la entrada de los “gobiernos del cambio” municipales desde el 2015 pero que tiene sus orígenes en el movimiento feminista, que años atrás empezó a pensar qué fórmulas se podían poner en práctica para generar espacios más seguros para las mujeres. Pero, ¿Cómo funcionan? ¿Cómo pueden atender una agresión? ¿Son la solución definitiva contra la violencia machista?

Un primer sitio donde ir

Los puntos lilas son puntos de atención donde habrá técnicas (normalmente mujeres) especializadas en violencia machista, con la misión de sensibilizar e informar de todo tipo de recursos disponibles, pero sobre todo de intervenir en casos de agresiones. En sus inicios, estos estands fueron pensados para ser carpas de información, pero hoy en día su tarea principal es ser el primer lugar para acudir en caso de que se viva una agresión machista.

“Cuando se acerca a la carpa una mujer, siempre respondemos con voluntad de ver cuál es su demanda. No cuestionaremos nunca ni su vivencia, ni su percepción, ni su respuesta, ni emitiremos juicio de valores”, explica Carla Rigol, miembro de Hèlia, una de las entidades que gestionan este servicio en todo Catalunya. ”Quizás ella necesita que apliquemos el protocolo, quizás le hace falta algún servicio especializado o, quizás, solo quiere que la ayudemos a localizar sus amigas”. Pero las mujeres no siempre denuncian. Por eso, paralelamente, Rigol también explica que los puntos lilas acostumbran a contar con otro grupo de técnicas itinerantes que buscan por la fiesta para repartir información e identificar agresiones.

"Si una mujer se acerca al punto lila, podremos ayudarla hoy, pero cuando se acabe la fiesta ya no se podrá hacer nada y el problema seguirá existiendo"

Estos protocolos se desarrollan con los colectivos del entorno, los que organizan la fiesta o están arraigados en el pueblo: “Son comunitarios. Nacen de las organizaciones y las entidades y siempre son consensuados desde unos mínimos de perspectiva feminista”, hecho que, tal como explica Rigol, hace que todo el mundo que participa de las fiestas se lo haga suyo. “En realidad, el punto lila es la punta del iceberg.

Una de las tareas más importantes es el contacto con el entorno, la inclusión de la perspectiva feminista en comisiones de fiestas, que van más allá del abordaje durante la noche”, como por ejemplo promover que exista paridad sobre el escenario en las comisiones de organización, explica.

Rigol pone de ejemplo el protocolo del colectivo feminista Mandada Periferika de Nou Barris, Barcelona. "En 2017 vimos oportuno hacer un protocolo desde la comisión del barrio de la Prosperitat. Después de reflexionar entre unas cinco personas, convocamos una asamblea abierta y vinieron 40 personas representando a unas 15 entidades. De este modo salió un texto vinculado a los vecinos y vecinas", explica Irene Giménez, miembro de la asamblea. Pero las feministas ven su manual de intervención como una herramienta "para parar el golpe", pero que a la vez debe estar acompañado de otras medidas: "Se trata de una intervención a corto plazo. Pero el sistema patriarcal y la sociedad machista en la que vivimos requieren cambios políticos que van más allá de protocolos y puntos lilas, a pesar de que sigan siendo absolutamente necesarios".

¿Una solución definitiva?

Aun así, los puntos lilas no siempre pueden responder a las situaciones que se dan en la fiesta. “No se puede protocolizar todo”, opina Anna Salas, miembro de la comisión de Fiestas del municipio de Sant Cugat del Vallès, del punto lila del festival Biorritme y que ha hecho investigación académica sobre los protocolos y puntos lilas, un ámbito poco explorado a las universidades. “Por eso, la autodefensa es también una solución para dar respuesta en aquello donde un protocolo no puede llegar y legitimar la decisión de la mujer”, pero no todo el circuito institucional lo avala.

Por ejemplo, los estándares de los puntos lilas de las Fiestas Mayores de Gracia –gestionados por entidades, la asamblea feminista de la Vila de Gracia y el Ayuntamiento – sí que promocionaban la autodefensa feminista en sus trípticos, animando a que las mujeres respondan haciendo aquello que consideraran necesario: “¿Puedes sola? Tú pones los límites, actúa como quieras“, dice un gráfico del panfleto. Otros ayuntamientos e instituciones no son tan proclives a dar amparo a esta manera de hacer y optan por las vías clásicas de intervención: “Los protocolos más institucionales hacen pasar las denuncias exclusivamente por circuitos oficiales, como por ejemplo la policía, donde las mujeres se encuentran cuestionamientos, malas praxis y más violencia”.

Sala también explica que los puntos lilas presentan algunas limitaciones inevitables que los alejan de ser la solución definitiva: “Por ejemplo, si viene una chica a pedir ayuda porque una conversación con su pareja o un amigo se ha vuelto muy violenta, podremos ayudarla hoy, pero cuando se acabe la fiesta ya no podremos hacer nada y el problema seguirá existiendo”, explica. Otras limitaciones tienen que ver con el espacio, como por ejemplo, separar el agresor de una mujer agredida: “¿Cómo lo haces si el lugar donde se hace la fiesta está en una plaza abierta?”.

Aun así, Carla Rigol insiste en el impacto positivo que generan los puntos lilas, como por ejemplo en el hecho que se denunciaran las violaciones en las Fiestas de Gracia: “No es que haya más agresiones, es que se están visibilizando más. Hay una respuesta muy directa por parte de colectivos feministas, de la sociedad, de los medios de comunicación y de las instituciones”. Para Rigol, el volumen de denuncias de este verano no tenía nada que ver con un supuesto “clima de inseguridad” en Barcelona, sino con una mayor visibilidad de una violencia que ya estaba allá, pero que las mujeres no estaban denunciando.

Así mismo, Rigol cita el caso del Front Marítim de Barcelona, donde las intervenciones de los puntos lilas son de gran importancia, según la técnica, puesto que los bares nocturnos de la zona han obstruido cualquier iniciativa institucional para intervenir contra agresiones, como por ejemplo negándose a participar de la campaña para luchar contra la violencia machista en espacios privados de ocio impulsada por el consistorio: “Es una zona de muchísimo riesgo, con zonas oscuras, mucho volumen de personas, con ocio nocturno y factores que hacen aumentar la sensación de impunidad de los agresores. El año pasado, detectamos muchísimas agresiones en comparación con otras zonas. Por eso la tarea de los puntos lilas es tan importante”.

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