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Libro: ’Yo sí te creo: Cultura de la violación y el caso de Sanfermines’ de Samara Velte

Domingo 7 de julio de 2019

"El caso de ’La Manada’ nos mostró cuántas caras puede tener la violencia"

La periodista navarra Samara Velte acaba de publicar ’Yo sí te creo: Cultura de la violación y el caso de Sanfermines’ . “Durante estos tres años hemos tenido que aguantar una colección de argumentos machistas”, subraya la autora.

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Samara Velte, autora del libro ’Yo sí te creo: Cultura de la violación y el caso de Sanfermines’. FERNANDO ROJO TOLOSA

BILBAO 06/07/2019 DANILO ALBIN Público

No hay fórmula exacta que diga cuánto tiempo tardan en curarse las heridas. Depende, en realidad, de muchos factores. Estos días se cumplen tres años de la violación grupal cometida en un portal de Pamplona –que entonces vivía sus Sanfermines- por cinco hombres. El caso se convirtió en emblema y movió cimientos. 36 meses después, La Manada suena a violación en todo el país. La periodista Samara Velte ha escrito sobre eso, pero también sobre mucho más.

El libro Yo sí te creo: Cultura de la violación y el caso de Sanfermines (Editorial Txalaparta) ya está en las librerías. Habla de heridas que no se cierran y que, en realidad, llevaban tiempo abiertas. Demasiado tiempo.

¿Cómo se gestó este libro?

Coincidió que me llegaron dos propuestas muy similares. La propuesta inicial contemplaba un libro que tuviera como punto de partida las movilizaciones, ya que había una voluntad por un lado de darle esa importancia y colocar el tema desde el punto de vista la movilización social, y contrarrestar así las distintas lecturas muy morbosas que se habían ido generalizando en distintos medios.

¿Precisamente, cuál ha sido el papel de los medios de comunicación en este caso?

Cuando estamos hablando de violencia, no podemos obviar todo ese mundo simbólico y discursivo que justifica y, por tanto, reproduce la violencia. Los medios tienen un papel importantísimo en ese sentido. No digo todos, porque por suerte hay una corriente crítica, pero muchos contribuyeron a la revictimización y a que se propagaran discursos muy patriarcales y muy machistas.

¿Qué hay detrás de un caso tan emblemático como este?

Creo que este caso nos muestra de forma muy visible todas las estructuras que operan en la misma base del patriarcado. La violencia machista no es consecuencia de unas circunstancias particulares, sino que emana de la misma estructura de la sociedad. Precisamente, este caso ha dejado muy de manifiesto cuántas caras puede tener la violencia. Por eso juego con la metáfora del poliedro: para entender la violencia no basta solo con analizar su parte más visible, que es la violencia física, sino que también debemos fijarnos en todas esas estructuras que hacen que se vuelva a reproducir constantemente. Tenemos asumido que el mundo es así, que la violencia machista está ahí y que es responsabilidad nuestra, de las mujeres, evitarla. Todo eso es parte del imaginario patriarcal que llevamos en la mochila.

¿Por qué esta violación generó una reacción tan importante?

En mi opinión, es un cúmulo de factores. Por un lado, en este tema existe desde el primer momento una guerra discursiva donde la lectura de la excepcionalidad choca con la contranarrativa promovida por los distintos movimientos feministas que destacaban que no estábamos hablando de un caso concreto, sino que se trataba de un fenómeno generalizado con distintas expresiones. Además, no es casualidad que esto estalle en 2016 y en Pamplona, donde se había hecho un trabajo inmenso de sensibilización y a nivel de protocolos para responder en casos de agresión en Sanfermines. Eso facilitó una respuesta tan contundente y clara desde el principio frente a aquellos discursos que lo quieren reducir a un caso excepcional o un problema entre particulares, que es lo que normalmente ocurre cuando se denuncian agresiones. Además, ha servido para empezar a debatir sobre algunos aspectos que para mucha gente eran desconocidos, como la justicia patriarcal.

¿Sirvió también como punto de inflexión para el movimiento feminista?

Este caso abrió muchas preguntas y retos para el movimiento feminista. Por un lado, coincide con una forma nueva de organizarse: hay mucha gente que tiene ganas de salir a la calle pero sin pasar por un movimiento o grupo que medie. En ese cambio de paradigma organizativo, el rol de los movimientos feministas también va cambiando y supone tener que adaptarse a esa situación. Tu capacidad de influir en los discursos dominantes del momento en cierto sentido crece, porque tienes a mucha más gente compartiendo el espacio contigo, pero por otro lado seguramente tiene menos capacidad de control. En este caso, se intentó frenar por ejemplo la deriva punitivista: no vamos a pedir más años de cárcel desde el feminismo, porque nuestro análisis no va por ahí.

La última sentencia del Tribunal Supremo se produjo cuando el libro ya estaba preparado. ¿Qué le parece esa resolución judicial?

Ese día estaba con Twitter abierto, y veía que había expresiones de júbilo, alegría, con frases como “hemos ganado” o “hemos hecho justicia”. La sensación que yo tenía en el cuerpo no era precisamente de alegría ni de júbilo. Por supuesto que es importante que a las cosas se le llamen por su nombre y que desde la jurisprudencia se diga que fue una agresión, pero es solo una pequeña parte de lo que llamamos el proceso de hacer justicia. Durante estos tres años, tanto la víctima como todas nosotras hemos tenido que aguantar esa colección de argumentos machistas que se han ido reproduciendo constantemente. Tampoco debemos olvidar que hay otros miles de casos que no han terminado de esta forma. Y por último, me preocupa que bajemos la guardia, que digamos que ya se ha solucionado como queríamos. Es justo lo contrario: si algo ha conseguido este caso es abrir muchísimos debates en los que hay que seguir trabajando.

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