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Libro: "Feminismo bastardo" de María Galindo

Domingo 19 de diciembre de 2021

La conspiración bastarda de María Galindo

Esther Moreno 03/11/2021 Pikara

Nos sumergimos en la escritura poética y concreta a la vez de María Galindo, que nos habla nada menos que de utopías y revoluciones feministas siempre en construcción. De desorden social, subversión y desacato para nuestras luchas cotidianas.

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María Galindo | Fotos: cedidas

“Que detrás de mí el capitalismo se derrumbe y pierda hasta los dioses y las vírgenes que lo sustentan. Que detrás de mí se desmorone el racismo y el color blanco que lo sustenta. Que los úteros de las mujeres blancas puedan parir hijas morenas. Que las morenas tengan hijos rubios. Y que el amor y el placer nos mezcle y nos mezcle y nos mezcle. Hasta diluir todas las estirpes de nobles, de patrones y de dueños del mundo”.

María Galindo, La Virgen Barbie.

No me resulta nada fácil escribir una reseña sobre el último libro de Maria Galindo, Feminismo bastardo, que vaya más allá de invitaros a que os sumerjáis en su escritura transparente y compleja a la vez, apasionadamente política, interpeladora, concreta y poética al mismo tiempo, hablándonos nada menos que de utopías y de revoluciones feministas siempre en construcción y profundamente basadas en nuestras luchas cotidianas. María desarrolla una teoría fruto de la articulación de una práctica política autónoma y colectiva, como a ella le gusta decir de largo aliento, y nos señala que no hay una genealogía feminista sino muchas, múltiples y diferentes, que el feminismo no nace con las sufragistas ni en Europa y que son precisamente las feministas del llamado Sur global (aunque la autora prefiere denominar a su país, Bolivia, como el culo del mundo) quienes están haciendo aportaciones fundamentales que nos alimentan como movimiento. Feminismo bastardo presenta cinco capítulos, prologados por Paul Preciado, que abordan las posiciones de su autora con respecto a los feminismos, el arte, el movimiento LGTBI, el espacio público y las instituciones, y la nueva normalidad post pandémica. Incapaz de reseñar la densidad de contenidos de este libro, apunto aquí solo algunas de las cuestiones que más directamente me cuestionan, aquellas que mientras leo me traen a la cabeza imágenes de compañeras, prácticas y debates políticos recientes.

El feminismo bastardo

El lugar bastardo de María Galindo es una continuación en el siglo XXI de aquel que Gloria Anzaldúa nombró como frontera en los 80 del pasado siglo. Un espacio crítico de desobediencia y desacato que, trascendiendo los límites identitarios, impugna el mestizaje blanqueador que deja intactos los privilegios. El lugar bastardo no es multicultural ni diverso ni plurinacional, y rompe la relación binaria del “otro” con el Estado colonial. La memoria bastarda es la memoria del conflicto y de la violación original. Es la activación de la rebeldía contra todos los mandatos de sumisión, vengan del racismo institucional, de la cultura originaria, de la academia, de la derecha, de la izquierda o del interior de una misma. El bastardismo es el lugar que escapa de las oposiciones binarias (conmigo o contra mí) y que se reconoce en la contradicción, la complejidad y la subversión.

El feminismo intuitivo

“El feminismo no es un proyecto de derechos para las mujeres, es un proyecto de transformación social”, se titula el primer capítulo de Feminismo bastardo. Un feminismo que no está enlatado en un compartimento, que no es una lucha sectorial sino que hace tiempo que está proponiendo alternativas globales al sistema, que ha producido una reivindicación de la vida completamente propositiva, que, como hemos vivido en los últimos años en el Estado español, ha implicado directamente a muchas mujeres no politizadas previamente, ha roto la brecha generacional… María Galindo nombra como feminismo intuitivo a este feminismo que ha llenado calles y manifestaciones, nacido de la decisión existencial de rebelarse y de la lectura del cuerpo, de las violencias o de la precariedad. Es un feminismo que necesita escucharse, deliberar horizontalmente, poner en valor su fuerza desestabilizadora del patriarcado, tejer alianzas subversivas y construir su discurso más allá de derechos y leyes, en el terreno de la revolución cotidiana. Este feminismo ha abierto la posibilidad de construcción de un movimiento de impugnación global al sistema, de una internacional feminista cuyos materiales gráficos puestos unos tras otros atravesarían el Atlántico enlazando los continentes (como escribió la autora en otro sitio que no recuerdo).

Lecturas feministas imprescindibles

Pensar es altamente femenino, dice un grafiti escrito en las paredes de La Virgen de los Deseos, el centro feminista autogestionado por Mujeres Creando en La Paz. Entonces, María, ¿qué nos recomiendas que leamos, qué lecturas feministas imprescindibles? Sus recomendaciones son: lee el cuerpo castigado de tu madre; lee el mercado, la plaza, la cárcel; lee en el dinero las huellas de quienes lo usaron antes para pagar el alquiler; lee la casa, la vida, los ojos, bocas, ropas y uñas de las mujeres. “Léete a ti misma en profundidad”. Y después, abiertas a encarnar nuestra propia revolución, podemos cruzar esas lecturas con los libros feministas (Mujeres Creando ofrecen en su centro “La Virgen de los Deseos” bibliografía feminista y transformadora de calidad a precios populares).

Binarismo versus complejidad

“Cuando el feminismo es una ideología para repetir y entender da flojera y es como para tirarlo a la basura” afirma la autora. Cuando el feminismo repudia el trabajo de las putas, pero no la explotación ejercida por las empresarias, cuando excluye a las personas trans pero aplaude la participación de las mujeres en los ejércitos, cuando blanquea el racismo con vacías retóricas de diversidad, dan ganas de bajarse del carro y encontrar otra palabra, otro espacio, otros vínculos. Desconfío cuando oigo o leo: las feministas siempre hemos dicho, o siempre hemos hecho, tal o cual cosa… Las feministas hemos hecho y dicho muchas cosas diferentes a lo largo de la historia, según cuales fueran nuestras visiones políticas y nuestras posiciones sociales. Ni hay una sola verdad ni siquiera dos verdades antagónicas, sino una multiplicidad de formas de afrontar los problemas sociales que desbordan las supuestas verdades establecidas. Atrevámonos a salir de ese binarismo y afrontar la complejidad de las cuestiones que nos importan.

El desacuerdo

Todos los movimientos políticos en la historia, y más cuando son masivos, tienen que lidiar con el desacuerdo. No es casualidad que en el Estado español se hayan impuesto distintas rupturas en un momento de extensión del feminismo en las calles, en las conversaciones, en los medios de comunicación. Más allá de los intereses subyacentes a esos conflictos ¿qué hacemos con el desacuerdo? María Galindo propone establecer alianzas éticas por encima de visiones ideológicas enfrentadas, cambiar la matriz de la discusión del qué al cómo, porque los modos de hacer son siempre inevitablemente múltiples y diversos, y establecen otras formas de discusión y de construcción política. No se trataría tanto de definir la postura correcta ante tal o cual problema sino de construir espacios en los que podamos escucharnos todas, todas en serio, no las de siempre, las que tienen altavoz, sino precisamente aquellas que son silenciadas, las protagonistas de sus propias historias, sin invisibilizaciones ni simplificaciones, porque “la palabra en primera persona es imprescindible para la lucha social”. Entonces, cuando la ideología se convierte en una construcción colectiva de ideas no preestablecidas que nos permiten vincularnos, podemos traducir esa ideología en política concreta, en “feminismos concretos que se tocan, se ven, se comen y se disfrutan”. Entonces la ideología puede servir para producir justicia feminista, economía feminista, solidaridad feminista, “mezclando utopías con urgencias”, escribe. Ahí sí que podemos encontrarnos, y permanecer.

La despatriarcalización

¿Cómo construir confluencias feministas entonces? Porque evidentemente las necesitamos. ¿Cómo construir un horizonte de utopía en el que quepan todas las luchas? Galindo propone la despatriarcalización como herramienta y como proyecto de transformación social que despatriarcaliza la vida, el trabajo, la economía, la salud, la cultura, los placeres. La despatriarcalización como proyecto de transformación de estructuras y como apertura a las alianzas entre diferentes y a la complejidad, también a la organizativa.

Para la autora asistimos al declive del discurso neoliberal de los derechos y de la igualdad. El capitalismo patriarcal ofrece derechos a las mujeres, el capitalismo colonial ofrece derechos a las personas indígenas, el capitalismo heterosexista ofrece derechos LGTB, el capitalismo depredador habla de protección del medioambiente mientras lo destroza… La fragmentación de derechos convierte la política en reactiva y la fragmentación de los movimientos nos impide abordar la compleja trama de opresiones. El problema, declara, “no es lo que vamos a reclamar, sino lo que estamos construyendo”. Y añade: “Necesitamos salir de ese lenguaje domesticado y hablar de utopías”.

Propone entonces armar alianzas insólitas, prohibidas, inaceptables para el sistema. ¿Para qué? “Para construir un lugar subversivo”. ¿Qué es lo subversivo? “El vínculo, la relación entre lo que está prohibido”. ¿Dónde lo construimos? “En la calle, en el afuera de la institución”. La calle es para María Galindo el lugar fundamental de emancipación de las mujeres en los últimos 50 años. La calle está en disputa de forma flagrante a nuestro alrededor, y necesitamos reapropiarnos de esta calle post pandémica. La calle porque nuestro diálogo como movimiento ha de ser con la sociedad, no con el Estado. Enfrentar la privatización de la calle como el mejor modo de enfrentar la privatización de la política. ¿Y qué movimiento construimos? Un movimiento que desarrolla su propia visión de la revolución, que combina un horizonte político de utopía con la realidad de las luchas cotidianas y concretas. Un movimiento que teje solidaridades entre diferentes para volcar el sistema de privilegios. Un movimiento autónomo y soberano en el que ponemos nuestros cuerpos vulnerables para desordenar toda la construcción social: la sexualidad, el trabajo, el clasismo, el racismo, el machismo, las pensiones o la vivienda en el mismo horizonte de luchas compartidas. Un movimiento que es seguro y responsable para todas e indigesto para el patriarcado y el capitalismo. Que imagina y sueña para poner en práctica “luchas menos angustiosas, más divertidas, más efectivas y menos lentas”.

Es en este contexto en el que cobra profundidad un famoso grafiti de Mujeres Creando que es también un concepto feminista ya de largo recorrido en su trayectoria: Indias, putas y lesbianas juntas, revueltas y hermanadas.

La institución Arte frente al cambio social como hecho creativo

Los grafitis de Mujeres Creando son una institución en Bolivia que sigue provocando y desubicando el orden vigente. El hecho de poner el cuerpo en la calle (ese afuera en disputa) y de instalar la duda y el desorden de lo establecido, se ha materializado no solo en los grafitis, que son a menudo el resultado de un proceso de reflexión colectiva, sino en toda una serie de acciones y trabajos: los Altares Blasfemos o diferentes intervenciones en la vía pública, como la transformación de la estatua de Isabel la Católica en la Paz ataviada como una mujer indígena. María Galindo ha sido invitada por las más prestigiosas instituciones artísticas mundiales, desde la Documenta de Kassel o el Centro Pompidou, pasando por las Bienales de Venecia o Sao Paulo, entre otras, y una pieza suya, Ave María, llena eres de rebeldía, compuesta por varios cortometrajes y un grafiti, ha sido recientemente adquirida por el Reina Sofía. Galindo se presenta ante la institución arte como una impostora, y Feminismo Bastardo recoge en el capítulo denominado ¿Arte? toda una crítica a la concepción del arte como “artivismo”, del arte de mujeres, del arte de género (como si toda práctica artística no tuviera género), en favor de una noción del cambio social como hecho creativo y de la creatividad como instrumento de lucha, como recreación y reinvención del lugar que ocupamos. La creatividad como herramienta de desorden de jerarquías sociales y espaciales.

El coronavirus es el capitalismo y la oportunidad de las ollas comunes de esperanza

Cierran el libro una serie de artículos recientes que activan una lúcida y necesaria reflexión sobre las formas de control que nos trae la nueva normalidad como vieja sumisión y como continuación de la destrucción y explotación capitalistas del planeta, y analizan tanto la densidad colonial de la pandemia, que esta vez, al tener en Europa su epicentro ha pasado por encima del dengue o la malaria, y que tapa las pandemias del fascismo, del endeudamiento colonial, de la corrupción, de las violencias machistas y del hambre.

Para terminar me uno a la mención que María Galindo hace a la reactivación de “las ollas comunes de esperanza” latinoamericanas como posibilidad de revuelta anticapitalista, despatriarcalizadora y anticolonial. En Zaragoza se guisa todos los sábados una olla común en el Centro Social Comunitario Luis Buñuel, centro que durante diez años viene siendo un espacio de construcción de democracia directa y de experimentación autogestionaria de infinidad de iniciativas, abierto a la ciudad y casa de todas, ahora en el punto de mira del gobierno municipal del PP. Y deseo con la autora que seamos capaces de sostener y amplificar esta experiencia liberadora. ¡El Buñuel se queda!

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