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Libro: ¡Estoy estupenda! de Raquel Gu

Martes 18 de septiembre de 2018

Raquel Gu: "El humor es la mejor herramienta para cuestionarlo todo"

La ilustradora y humorista Raquel Gu publica ¡Estoy estupenda! (Navona), un libro de viñetas en las que su autora narra con humor e ironía el día a día de una mujer que alcanza los cuarenta años. Partiendo de anécdotas reales, la autora cuestiona los tópicos que rodean esta edad, habitualmente definida como “la mitad de la vida”, así como critica las expectativas sociales a las que, cumplidas cuatro décadas, las mujeres deben teóricamente satisfacer.

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Txto Anna María Iglesia / Foto: Noemí Elías Librújula

¿Por qué un libro sobre cumplir 40 años?

Los cuarenta tienen la fama de ser la mitad de la vida y a mí me interesaba decir que, independientemente de esto, independientemente de lo que se diga, la edad no importa tanto, importa la actitud. Al mismo tiempo, me interesaba narrar el paso a la denominada “edad adulta”. Me gusta mucho que, en el prólogo, Samanta Villar proponga llamar a los cuarenta la “edad estupenda” y me gusta porque es una edad difícil de definir, es algo difusa y se manifiesta de forma diferente dependiendo de la actitud vital de cada persona.

Uno de los temas del libro son las exigencias sociales -la imagen física, la maternidad, el tener pareja- que se le imponen a una mujer llegados los cuarenta.

Sí, en el libro hablo de las exigencias sociales, pero también de las exigencias físicas: a las mujeres se nos exige que estemos siempre perfectas y si, pasada la barrera de los cuarenta, ya no estamos estupendas, se nos dice que es por nuestra culpa; de esta misma manera, también se nos culpa por no ser madres o por no tener pareja. Se nos hace responsable de todo ello. Si bien es cierto que los hombres también sufren parte de esta presión, en las mujeres el grado de presión es mucho más elevado. Preparando el libro, indagué un poco en las revistas femeninas para ver qué contaban y qué modelo de mujer nos presentaban y me dio mucha rabia ver que, en la mayoría de revistas femeninas, siempre se habla de “mujeres famosas que están espectaculares a los 40”, pero nunca de mujeres “reales”. ¿Hay que presionar tanto a las mujeres sobre la necesidad de estar espectacular pasados los cuarenta? ¿Es verdaderamente necesario? Como muestro en una viñeta, todas estas presiones terminan siendo como una serpiente que te constriñe.

Sin embargo, muchas veces somos nosotras quienes alimentamos esa serpiente, que termina por atraparnos.

Sí, la alimentamos. Las revistas femeninas no hacen otra cosa que perpetuar roles y exigencias. De ahí que la protagonista quiera romper y no perpetuar los roles tradicionales y, al mismo tiempo, le cueste tanto no hacerlo. Al final, la protagonista refleja la lucha constante por superar nuestras contradicciones: queremos que no nos importen ciertas cosas, pienso por ejemplo en el tema del cuerpo y la imagen, pero, al final, tropezamos siempre en la misma piedra. Y es difícil que no sea así, porque hemos crecido con esta losa de la imagen: a veces nos desprendemos de ella y, otras, en cambio la llevamos a cuesta. Esta ambivalencia crea situaciones muy irónicas, que me dan la posibilidad de crear viñetas a través de las cuales cuestionar ciertas ideas, ciertos roles, ciertas situaciones… En el último capítulo del libro es donde trato los temas más serios, como por ejemplo el tener que asumir que tus padres se hacen mayores y que tu tienes que asumir unas responsabilidades que, al principio, te vienen enormes.

En el reciente documental sobre Eugenio, se puede observar algo que se ha dicho más de una vez: detrás del humor se esconde, muchas veces, una profunda tristeza.

Sí, personalmente creo que detrás del humor hay, siempre, algo de dolor y, de hecho, el humor es la tirita que te ayuda a superar ese dolor. Yo siempre he creído que detrás de las grandes viñetas cómicas o detrás de las grandes comedias cinematográficas hay un poso de amargura y de tristeza, hay un dolor que debe asumirse, porque está siempre ahí.

Al mismo tiempo, ¿detrás del humor se esconde una mirada crítica?

Sí, en gran medida. Para mí, el humor es la mejor herramienta del mundo para cuestionarlo todo. En el prólogo cito a Núria Pompeia, que fue una de las grandes pioneras del humor gráfico de este país, puesto que hacía humor gráfico cuando no había apenas mujeres que lo hicieras. Pompeia decía que el humor es la manera más civilizada de decir las cosas y yo añadiría que el humor, además, te permite quitar hierro a las cosas, mirar a tu alrededor con cierta distancia y, por tanto, salir del drama. Esto es muy necesario, porque, una vez que has salido del drama y te has reído, puedes mirar las cosas desde una perspectiva diferente.

El libro se centra en las mujeres y en su experiencia al llegar a los cuarenta, sin embargo, ¿es posible decir que es un libro con un humor sobre y para mujeres?

No creo. Es decir, la protagonista es mujer, porque yo soy mujer y porque parte de experiencias personales, que, a la vez, son universales porque las vivimos todas. Sin embargo, tras terminar el libro, me llamó la atención que algunos de sus primeros lectores del libro, compañeros de profesión, humoristas gráficos y amigos, me decían que se sentían muy identificados con lo que contaba, si bien eran hombres, pues comparten con nosotras ese vértigo vital que aparece en torno a los cuarenta. Cuando empecé a hacer las viñetas, no me planteé si el libro sería para hombres o para mujeres, pero me gusta que el resultado sea un libro transversal, que no solo llegue tanto a hombres como a mujeres, sino también a lectoras y lectores de edades muy distintas. En efecto, en las presentaciones que he hecho hasta el momento, me he encontrado con un público muy dispar en cuanto a la edad: desde chicas de 30 años hasta una mujer de 67 años.

Además de este libro, usted hace humor político.

El humor político puede ser muy revulsivo, pero, como diría Núria Pompeia, tiene la gran ventaja de que te permite decirlo todo de forma civilizada. El humor gráfico te da muchas posibilidades para jugar, para introducir referencias, que algunos pueden entender y otros no, para hacer guiños y, por tanto, para plantear distintos niveles de lectura. En este sentido, para mí, uno de los más grandes es Perich, cuyas viñetas son sorprendentemente muy actuales.

En estos días, donde el tema de la censura es, desgraciadamente, de actualidad, no puedo sino preguntarle si, en determinados momentos, se ha retraído a la hora de hacer humor.

En este libro no me controlé, pero, en otras ocasiones, sí que controlo lo que voy a hacer. Colaboro con los Matins de TV3 haciendo viñetas de sátira política y, a veces, me he dado cuenta de que, si bien no de forma consciente, echo el freno dependiendo del asunto sobre el que tengo que hacer la viñeta. En una época en la que raperos, titiriteros y humoristas tienen problemas judiciales muy graves por expresarse libremente, es normal que, inconscientemente, controles aquello que vas a decir o a dibujar; es decir, es normal que te autocensures. Yo no voy a dejar de hablar de ciertos temas, pero sí que es cierto que, ante determinados temas peliagudos, hay una parte de ti que tira para atrás y te controla. No es una censura consciente, es una autocensura inconsciente.

La autocensura es, en el fondo, lo que se busca. Es la victoria del poder.

Cierto, es lo peor. Recuerdo que, hace algo de tiempo, hice una viñeta en televisión y, poco después, al terminar el programa, me llamó una amiga preguntándome si estaba segura de lo que había dibujado. No era una viñeta muy loca, simplemente trataba el tema de la educación y del supuesto adoctrinamiento en las aulas catalanas. Es terrible que, no solo los humoristas, sino también el público empiece a tener ese temor hacia lo que se escribe y hacia lo que se dibuja; este temor te indica hasta qué punto hemos llegado con respecto a la libertad de expresión.

Si no me equivoco, usted está implicada en la visibilización y reivindicación del trabajo de las ilustradoras.

Sí, hace tiempo que pertenezco a un colectivo que se llama “autoras de cómic” y la idea del colectivo es la de reivindicar a las grandes autoras olvidadas y las autoras de hoy, así como de prestar atención en cómo se representa la mujer actualmente y proponer nuevas maneras de representarla. En este sentido, este libro es una crítica a los clichés, muchos de ellos machistas, que rodean la imagen de la mujer y para hacer esta crítica he recurrido a conversaciones reales y a experiencias auténticas del día a día. Para darte un ejemplo, en una viñeta dibujo a un hombre que le dice a una mujer que no puede ponerse falda porque tiene las piernas de futbolista o porque tiene ya cuarenta años.

Se trata de micromachismos de los que no siempre somos conscientes.

No nos damos cuenta de los micromachismos porque los tenemos un interiorizados. Dicho esto, a mí me gusta pensar que somos una generación mucho más liberada de prejuicios de cuanto lo eran las generaciones que nos precedieron y, sinceramente, espero que siga siendo así en el futuro, aunque parece que, ahora, estemos retrocediendo. Actualmente, estamos viendo cómo se reproducen gestos y actitudes machistas en adolescentes. Afortunadamente no solo no se puede generalizar, sino que ahora los niños, y pienso en mi sobrino, crecen más libres de clichés y de tópicos machistas.

¿Podríamos decir que sus ilustraciones son una respuesta a aquella mujer perfecta y con dinero que protagonizaba las viñetas de Jordi Labanda o la serie Sexo en Nueva York?

De entrada, tengo que decir que el estilo de Jordi Labanda me gusta mucho. En cuanto a lo que comentas, no sabría decir si hay una intencionalidad, pero, en mi caso, sí que es cierto que tenía ganas de salir del modelo de mujer perfecta y con dinero que proponía Sexo en Nueva York, serie que yo aborrecía. Pensando en otras autoras de humor gráfico, Mamen Moreu, por ejemplo, ha creado una protagonista para su libro que no se ajusta ni a los cánones estéticos ni a los cánones sociales que estuvieron tan de moda en los noventa. En este sentido, puede que haya una reacción ante aquel imaginario, pero no es una reacción orquestada.

¿Maitena abrió una puerta hacia una nueva forma de representación de la mujer?

Sin duda y, por suerte, han salido muchas autoras de humor gráfico a partir de Maitena y, ahora mismo, hay gente haciendo cosas muy interesantes en este mundo, el del humor gráfico, que tradicionalmente ha sido de hombres. Afortunadamente, desde hace un tiempo se están abriendo las puertas y cada vez hay más mujeres. Las redes han permitido aumentar la visibilidad de una serie de autoras de humor gráfico, de cómic, de manga… y ahora todas nosotras tenemos una visibilidad que no teníamos hace diez años.

¿Ha costado abrirse paso?

Ha costado en términos de tiempo y en términos de credibilidad, puesto que el gran público, ha estado más acostumbrado a las obras de autores hombres, apoyados y promocionados por una serie de editores que, por una cuestión de ventas, han apostado casi exclusivamente por ellos. Para poder ver nuestros libros en las estanterías de las librerías, antes que nada, hemos tenido que conseguir la aceptación y la credibilidad del gran público y para ello hemos tenido que recorrer un largo camino.

Hablamos del mundo de la ilustración, pero el humor, hasta muy recientemente, también ha sido un mundo casi exclusivamente masculino.

Es cierto, ha sido así, como si las mujeres no tuviésemos humor. Y como comentas, en los últimos diez años, ha crecido la presencia de humoristas mujeres; pienso en Raquel Sastre, en Eva H o en Patricia Conde. Espero que la incorporación de las mujeres en el mundo del humor y del diseño sirva para que, en un mundo no muy lejano, lleguemos a esa paridad que refleja el nuevo gobierno de Pedro Sánchez.

¿Cuáles han sido sus referentes?

Yo empecé a leer bastante pronto y, desde muy pequeña, me apasioné con las revistas de Bruguera: Mortadelo y Filemón, Botones Sacarino, Tiovivo… En aquella época, también descubrí a Quino, a Forges, Charles Schulz, Hergé y a René Goscinny y Albert Uderzo. Todo esto me encantaba y, si bien había muchas tiras que por entonces no entendía, encontraba en estos autores algo que me fascinaba. Estos fueron mis primeros referentes; luego, en la adolescencia, cayó en mis manos el Mujercitas de Núria Pompeia y contribuyó a mi educación como mujer.

Y si le pregunto sobre sus referentes actuales.

Me gusta Bill Watterson, Gary Larson, Tom Gauld… Te podría decir muchos nombres. Por lo que se refiere a ilustradores de aquí, me gusta lo que hace Flavita Banana, Mamem Moreu, Ana Belén Rivero… Me gusta la gente con ingenio y disfruto con los dibujos que tienen cierta gracia, que tienen su línea de expresión, en los que se puede ver reflejado la personalidad de su autor o autora. Por esto, me gusta especialmente el trabajo de Flavita y de Ana Belén, porque, dentro de la corriente irreverente en la que se inscriben muchas ilustradoras de ahora, son las más originales. En este sentido, me gusta también mucho el trabajo de Roz Chast, que es una ilustradora norteamericana.

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