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Libro: ’El murmullo, La autoayuda como novela, un caso de confabulación’ de Belén Gopegui: “Nos proponen ser felices porque así no crearás problemas y competirás mejor en un mundo injusto”

Martes 2 de mayo de 2023

La escritora, que ha publicado ’El murmullo, La autoayuda como novela, un caso de confabulación’, afirma que le interesa la autoayuda “como síntoma” y que quería indagar en las estrategias narrativas de un género que se centra en la “felicidad individual” frente a los “problemas de desigualdad, los errores políticos y el abuso de poder”

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La escritora Belén Gopegui. David Arquimbau Sintes

Santiago Torrado - Menorca — 1 de mayo de 2023 elDiario.es

En el marco de la segunda edición de las Trobades Albert Camus, celebradas en Menorca durante la última semana de abril, elDiario.es habla con la escritora Belén Gopegui (Madrid, 1963), invitada especial al encuentro y autora de novelas como ’Deseo de ser punk’ y ’Quédate este día y esta noche conmigo’. Este año Gopegui ha publicado con Penguin Random House ’El murmullo, La autoayuda como novela, un caso de confabulación’, un libro cuya génesis fue la tesis doctoral que la autora defendió 2019 y que analiza la literatura de autoayuda como si se tratara de una novela. Un ensayo de gran agudeza analítica y profunda sensibilidad social, que propone una inmersión literaria en los dolores colectivos que atraviesan nuestro tiempo.

’El Murmullo’ aborda la literatura de autoayuda como si fuera una obra narrativa de ficción ¿Por qué eligió éste género y no otro?

Me interesaba la autoayuda como síntoma; también quería indagar en las estrategias narrativas de un género que promete, sin la sombra de una duda, que la lectura de sus obras será capaz de mejorar tanto a la persona que lee como la situación en que se encuentra. Los mecanismos que utiliza, la voz narradora, una peripecia, generalmente compuesta de una suma de peripecias, y un destinatario, en este caso explícito, del relato, no son tan distintos de los que emplea la ficción. Sí suelen ser distintas las ideas que se plasman en los textos. Al desmontarlos y ver cómo funcionan se puede aprender tanto sobre la ficción como sobre esa clase peculiar de ficción que es la autoayuda.

¿Qué acuerdo de lectura cree que se establece entre lector y autor en el género de la autoayuda?

A mi modo de ver, no es la mera credulidad lo que predomina. Quienes leen muchas veces saben que la promesa no es del todo viable, que tal vez no se cumpla, pero al mismo tiempo necesitan soñar con que será así, o lo será al menos en parte.

Quienes leen muchas veces libros de autoayuda saben que la promesa no es del todo viable, que tal vez no se cumpla, pero al mismo tiempo necesitan soñar con que será así, o lo será, al menos, en parte

El libro está dividido en dos partes, en la primera analiza con profundidad los orígenes y desarrollos del género como tal. ¿Cree que la autoayuda ha ido cambiando con el tiempo?

Claro, casi todo, por no decir todo, cambia con el tiempo. Desde hace siglos ha existido la llamada literatura de consejos, y aún existe. La aparición de la etiqueta “autoayuda” lo que hace es acotar el género: lo limita, lo cierra y de ese modo, al hacerlo reconocible, al instalar la fórmula, contribuye a aumentar su expansión, pero no necesariamente mejora su calidad. A menudo, sucede al contrario.

¿Qué forma tiene actualmente y a qué piensa que responde?

Hay un libro excelente de la investigadora Vanina Papalini que describe bien sus características y evolución y que tiene un título significativo: ’Garantías de felicidad’. En ese título se concentra el género, cambian las herramientas que se proponen en cada título, pero su objetivo no ha cambiado, la promesa de una felicidad individual obtenida mediante el cambio, un cambio supuesto y también individual.

Se dice con frecuencia que se trata de un género que propone soluciones individuales a problemas colectivos. ¿Piensa que hay una dimensión ideológica o incluso política de la autoayuda?

La hay en la medida en que favorece un tipo de organización social. Cuando ante los problemas de la desigualdad, ante los errores políticos, el abuso de poder, la expropiación de los bienes comunes que van a parar a manos privadas, cuando ante la desidia y la incompetencia y la explotación que están acabando con el medio en que vivimos, la reacción que se propone es aprender a gestionar las propias emociones para encontrar la felicidad en el interior, con el objetivo de ser feliz y que te contraten porque siendo feliz no vas a poder crear problemas y vas a poder competir mejor en un mundo injusto, sin duda se está fomentando una ideología que sustenta una política.

Si los dolores que nos atraviesan son un reflejo de nuestra época, ¿piensa que, como dice en la segunda parte del libro, vivimos en una “desesperación silenciosa leve” colectiva?

Como la “sociedad del cansancio”, como tantos otros atributos que supuestamente describen a la sociedad en su conjunto, la expresión es incompleta; conviene no olvidar que hay desigualdad, y que la desigualdad no solo está en el reparto, también está en la producción de la que se derivan las relaciones sociales. De manera que, diría, hay personas que viven en esa desesperación, personas que la causan deliberadamente y otras que la causan ya por indiferencia, ya por omisión involuntaria, porque no encuentran los medios para frenar lo que la produce.

Por último, en un momento habla de que le interesa la distancia que hay entre acudir a la autoayuda y organizarse de forma colectiva para hacer frente a los dolores y padecimientos colectivos. ¿Es una distancia larga? ¿Qué obstáculos cree que tiene?

A veces la distancia no es muy larga, pero casi siempre resulta complicado recorrerla. Hay obstáculos materiales: falta de tiempo, falta de energía, falta de locales o bien locales que están lejos y que no duran. Y hay obstáculos que tienen que ver con la ideología que predomina. Por ejemplo, si supuestamente reina el mérito, entonces quienes apenas pueden abrirse camino, o no pueden, acaban pensando que es por su culpa o se llenan de resentimiento contra personas más débiles a quienes culpan. No lo hacen, estimo, por maldad, lo hacen porque necesitan un enemigo débil, porque luchar siempre contra un problema mucho mayor requiere tiempo y organización y tener presente aquellas veces en que sí se logró que las cosas fueran de otra manera.

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