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Libertad para las mujeres, de la cabeza a los pies

Martes 17 de mayo de 2016

Nicola Thorp, una recepcionista de 27 años, fue despedida de PwC en Londres por negarse a llevar tacones

Berna González Harbour El País 15-05-2016

Escuchar a estas alturas que hay una movilización para prohibir por ley la exigencia de tacón a las mujeres suena en un primer instante tan extemporáneo como si averiguáramos de pronto: que está prohibido arrancarles las orejas, cortarles concretamente el cuello o despreciar la paella que nos haga mamá los domingos, y no la de papá. ¿Acaso no es de sentido común? ¿Acaso hacen falta leyes para proteger cuellos, orejas o pies?

Pues va a ser que sí. Va a resultar que el sentido común no basta para equilibrar los excesos y que vamos a necesitar durante más tiempo del que desearíamos leyes correctoras de igualdad.

La movilización la ha puesto en marcha Nicola Thorp, una recepcionista de 27 años de las oficinas de PwC en Londres que ha sido despedida por la subcontrata Portico por negarse a llevar tacones. Su trabajo consistía en acompañar a las visitas a los despachos en turnos de nueve horas y alegó lo obvio, que lo puede hacer con zapato plano, según el relato que ha hecho a la BBC. No con alpargatas o chanclas, que pueden no encajar con los códigos de vestuario de las empresas, sino de zapato simplemente bajo. Los hechos ocurrieron en diciembre, pero ha sido ahora cuando Thorp lo ha divulgado en Facebook y ante la oleada de testimonios parecidos decidió lanzar una campaña para presionar.

Hay buenas noticias: la primera es que a diferencia del paleolítico, donde pasaban cosas parecidas y nadie se enteraba, las redes nos ayudan. ¡Gracias, Facebook! PwC ya se ha desvinculado de lo ocurrido y Portico se lo va a pensar. La segunda es que, a diferencia de España, el Gobierno británico se verá obligado a pronunciarse, ya que Thorp ha logrado más de 10.000 firmas a su petición. Envidiable.

Y no es lo único: Julia Roberts y Kristen Stewart, mujeres tan rotundas como carismáticas, han caminado esta semana descalzas por la alfombra roja de Cannes en solidaridad con una causa que la recepcionista de Londres comparte con las espectadoras del festival. Si por casualidad creíamos que la gran cita europea del cine era moderna, andábamos muy despistados. En 2015 vetaron la entrada a varias mujeres con zapato plano a ver Carol, película donde precisamente se libera una mujer (¡gracias, Patricia Higshmith, en este caso!). En España, la negativa de varias enfermeras a llevar la falda impuesta por la empresa Pascual, propietaria de la clínica San Rafael de Cádiz, les acarreó sanciones en 2008 y solo en 2011 lograron el apoyo del Supremo, que consideró la exigencia “discriminatoria, antigua y tradicional”.

Necesitamos una moda que libere y no que constriña, que sirva para superarse y no para someterse, que ayude a aceptarse y no a morir en el intento. Unas normas laborales donde la igualdad y el sentido común tengan el sitio que algunos le niegan en la sociedad. Y, necesitamos, sobre todo, superar el paleolítico de una vez y que la libertad de las mujeres abarque de la cabeza a los pies.

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