Xarxa Feminista PV
Portada del sitio > CIENCIA, CULTURA, TECNOLOGÍA, OBITUARIO > Leonora Carrington, la artista del surrealismo marcada por una violación (...)

Leonora Carrington, la artista del surrealismo marcada por una violación grupal de carlistas en Madrid

Domingo 12 de febrero de 2023

La Fundación Mapfre de Madrid trae por primera vez a España una exposición completísima sobre la pintora británica, a la que traumatizó su paso por la España franquista y el atroz tratamiento al que fue sometida en un sanatorio de Santander

JPEG - 33.2 KB
’Artes, 110’, un autorretrato de Carrington en el que se muestra a punto de comenzar la metamorfosis hacia su nueva identidad Fundación Mapfre

Ana Tenías 9 de febrero de 2023 elDiario.es

En 1940, Leonora Carrington llega a España huyendo del peligro de la Segunda Guerra Mundial. Las tropas francesas han detenido dos veces a su pareja, Max Ernst, con quien convive en una casa restaurada por los dos en Saint-Martin-d’Ardèche. Como es alemán, la Tercera República Francesa lo considera un potencial enemigo extranjero. La ocupación alemana en Francia también le pone en peligro a ella, británica, y a una pareja de amigos que cuando huyen de París pasan antes por su casa para decirle que debe marcharse cuanto antes. Madrid será su destino.

“Acepté sobre todo porque, en mi evolución, España representaba para mí el Descubrimiento”. Lo escribe en su libro Memorias de abajo, que termina siendo un complemento magnífico para seguir la narrativa de su obra. La jovencísima Leonora de 23 años llevaba consigo el pasaporte de Max Ernst para conseguirle un visado. Pero lejos de descubrir la libertad, lo que Carrington se encuentra es la crudeza de la España franquista. Un día, en un café, cuatro oficiales requetés la miran, se levantan de la mesa, se la llevan y la meten a empujones en un coche que le conduce hasta una casa alejada de la ciudad, de la que solo recuerda una habitación llena de ornamentos chinos. “Me arrojaron sobre una cama, y después de arrancarme las ropas me violaron el uno después del otro”.

Cuando se cansaron de que opusiera tanta resistencia, dejaron que se levantase. Le vaciaron el bolso, le empaparon la cabeza con un frasco de colonia y la abandonaron en el parque del Retiro. El relato más compartido parecía apuntar a que fueron las secuelas de la guerra, las persecuciones, la represión y el segundo encarcelamiento de Ernst lo que llevó a la artista a una crisis nerviosa que le hizo internar en el sanatorio de Santander, episodio que se volvió absolutamente traumático y que cambió su vida y su obra para siempre. Pero en la cartela de la exposición en la Fundación Mapfre (Madrid), en el libro que escribió en la época y en la voz de Carlos Martín, uno de los comisarios de la exposición, la violación de los carlistas se descubre como un posible detonante del delirio que la estigmatizó y que la llevó hacia el maltrato físico y mental de los médicos de la época.

La revelación

Revelación es el nombre de la exposición comisariada por Martín, Tere Arcq y Stefan van Raay en colaboración con el ARKEN Museum Of Modern Art de Dinamarca. Rara vez se había expuesto a Carrington en España. Ahora llegan a Madrid 188 obras que estaban “dispersas por el mundo”, dicen sus comisarios en la presentación, y que recoge pinturas, dibujos, fotografías, esculturas, tapices y documentos.

La palabra ‘revelación’ se la encontró Carrington en una etiqueta de su maleta cuando metía sus cosas dentro para huir de Francia. Pero ahora, la revelación es mucho mayor. “Carrington sufrió en España el desarraigo, la violencia sexual, la enfermedad mental, el exilio, la desmemoria, y sin embargo supo hacer de todo ello materia para su trabajo. Se adaptó al grupo surrealista y reconvirtió el discurso a su antojo” dice Martín. “Tener una exposición en España significa devolverle un territorio donde vivió una de las experiencias más transformadoras de su vida”. Podrá visitarse a partir del 11 de febrero.

Al entrar en la sala de la Fundación Mapfre, Leonora Carrington espera apoyada en lo que parece una viga de madera, o quizás el marco de un cuadro, o simplemente una pieza que aguanta el peso de algo invisible a los ojos de quien la mira. No todo en ella es accesible. Se queda ahí, a las puertas, en una mirada paciente que se despoja de la vergüenza, de la modestia y, a veces, del secreto. Esa mirada está, en realidad, dentro de una fotografía inmensa en blanco y negro pegada a la pared de la antesala a la exposición de su obra, pero es como si al observarla se desplegara entera hacia fuera y recorriera todas las cosas importantes de la vida. Uno se vuelve cómplice de su existencia.

JPEG - 32.8 KB
En ’Green Tea’, Carrington ya vive en Nueva York y sufre el doble exilio: el de una Europa destruida y el de una familia de la que reniega Fundación Mapfre

Aquella casa de campo de Saint-Martin-d’Ardèche que fue testigo, casi en ruinas, de las paletas impregnadas de colores, del olor del temple, de las conversaciones y el pensamiento, de los mundos imaginarios, los seres extraños, las vidas paralelas y las realidades por demostrar, quedó entregada al silencio. Los años de amor pertenecen, desde entonces, a los otros: los desconocidos que la habitan, los que pasean cerca, los que buscan la historia, los que acuden ahora a una exposición. En la muestra hay una foto de Leonora desnuda fumando un cigarro, con las manos de Ernst sobre sus pechos. Tiene los ojos cerrados. En otras, las esculturas en relieve que tallaron juntos y que siguen hoy en las paredes de la fachada intacta. También hay una foto en la que él duerme al sol bajo la rama de un árbol de la casa. Hay cosas inmunes al tiempo.

Cronología de una vida

Las primeras obras de la exposición son también las primeras acuarelas de Carrington. Las pintó en Florencia durante una estancia cuando comenzó a estudiar arte, después de haber sido expulsada de varias escuelas católicas por su rebeldía y su carácter “ineducable”. Hay sobre todo azules y naranjas, hay mujeres, hay brujas, hay hadas, hay una claridad que no volverá a encontrarse en ella nunca más. La Carrington más joven pinta todavía desde la fantasía de un mundo posible. Influenciada por la cultura celta que le inculca su madre irlandesa y las lecturas de mundos encantados y del género gótico, nace esta primera serie a la que titula Sisters of the moon. “Hermanas de la luna”.

En el verano de 1936, Carrington visita en Londres una muestra de los pintores surrealistas. Queda impactada. Su pintura cambió, desde entonces, para siempre. También su vida cuando días después conoció a Max Ernst en una cena. Se enamoraron casi de inmediato, entendían las mismas cosas, se fugaron juntos ante la persecución del padre de la artista, al que Carrington no volvió a ver nunca más. Con el tiempo, perdió completamente la relación con su familia. Y esto también quedaría dentro de su obra.

JPEG - 33.1 KB
’The Horses of Lord Candlestick’ expresa la rabia de la artista hacia su progenitor, al que nunca más volverá a ver Fundación Mapfre

Entre sus creaciones más jóvenes denota una obsesión por los caballos, por los rasgos humanos que permiten estos animales —es algo que caracterizará siempre su obra— y, al mismo tiempo, por el rechazo que sentía hacia ellos, símbolo del estatus social y de la nobleza. En The horses of Lord Candlestick, la pintora expresa la rabia contra su progenitor a través de los gestos desmesurados de los caballos. Lord Candlestick, aunque no aparece en la obra, no es otro sino su padre. La familia aparecerá más veces en la obra de Carrington: en contraposición a su primera pintura Hermanas de la luna, la artista surrealista pinta, tiempo después, una obra cuyo título carga de tristeza: Ni hermanos ni hermanas tengo.

El sanatorio en Santander

El brote psicótico que Leonora sufre en España desencadena en que su padre ordene, desde lejos, su ingreso a un sanatorio para pacientes de las clases altas europeas en Santander. La violencia a la que le someten los médicos durante los siete meses de internamiento es brutal. Se despierta atada a una cama y desde entonces le inyectan cardiazol, un medicamento capaz de anular su voluntad y provocarle ataques epilépticos. Leonora vive la pesadilla de un diagnóstico mental forzado, agresivo e indudablemente misógino. Pero no acabará con ella.

JPEG - 38.1 KB
’Down Below’, el único cuadro accesible de los dos que Carrington pintó durante su internamiento en el sanatorio Fundación Mapfre

Durante su internamiento, la artista solo pintó dos cuadros. Uno de ellos, Down Below, acabó dedicado en su trasera a la persona que le facilitó su huida de Europa para siempre y con el que, además, viviría también una historia sentimental. “Santander. Para ti, Renato, en nombre de la magia, el verde, que es mi color”. Cuando tiempo después Carrington se interesó fuertemente por la alquimia, llegó a dibujar un “conjuro para hacer que vuelva Renato”, en un tiempo en el que se encontraba en Nueva York y desprendía, a través de las fotografías que sacó Hermann Landshoff, una soledad innegable. En su libro de memorias, escribió: “Yo no tenía ni idea [...] de la necesidad de tener a otros conmigo, a fin de podernos alimentar mutuamente con nuestros conocimientos y constituir así un Todo”.

En Down Below, Carrington se identifica con el mundo en guerra visto “como un cuerpo enfermo”, explican en el catálogo de la fundación, y “con diversos personajes imaginarios, seres andróginos que parecen entablar en los jardines exteriores del sanatorio una extraña conversación interior, la de todas las voces que habitan dentro de ella”. Animales humanizados, máscaras —que también significarán mucho en la obra de la artista—, el paisaje sumido en la oscuridad, una triste negatividad hacia la vida. La obra es una decidida representación del estado vital de Carrington, pero también el espejo de lo que supuso, durante muchos años, la enfermedad mental para las mujeres.

En Santander pintó, sobre todo, muchos dibujos. Entre ellos hay un mapa que muestra con lucidez el entorno que acompañó a Carrington y que le sirvió “para fijar en la memoria el lugar que ha habitado contra su voluntad”, explican desde la fundación. “Tiene que ver el interés de Carrington de definir su experiencia como un territorio”. Continúa escondido, casi como si hubiera sido intocable durante una estremecedora época cargada de oscuridad, su amor por la astrología, por la fantasía y por la irrealidad. Un amor hacia lo que podía ser, sin razón ni permiso, inexistente.

JPEG - 56.5 KB
’Map of Down Below’ o ’Mapa de Abajo’, en el que Carrington sitúa la cartografía del momento traumático que vive en el sanatorio de Santander Fundación Mapfre

El doctor Luis Morales

El otro cuadro que pintó en el sanatorio se lo regaló al doctor Luis Morales, con el que mantuvo siempre una relación ambigua. Carlos Martín, el comisario de la exposición, explica en una conversación con elDiario.es que “hay algo de Síndrome de Estocolmo”: “En las memorias cuenta que, un día, el doctor entró a su habitación y le metió el dedo en la boca, y desde entonces se sintió fuertemente atraída por él. Es su enemigo, pero también lo ve como una protección”.

El cuadro de Morales, bajo el título Villa Pilar, nunca ha visto la luz. La familia del médico tampoco ha querido mostrarlo para esta exposición: temen ensuciar la imagen de su antepasado. Morales escribió, en aquella época, un libro de psicología cargado de machismo titulado Cómo son y cómo piensan las mujeres, del que Martín dice, con una risa sarcástica, que expone cerrado “porque es mejor no abrirlo”.

JPEG - 32.2 KB
Leonora Carrington y el doctor Luis Morales, en el sanatorio de Santander Externo / Fundación Mapfre

Con los años, aunque una parte de la ciudad de Santander le guardó siempre el respeto, otra parte lo trató “como un lunático”. En realidad, igual que Carrington, el doctor Morales se interesó por otros mundos posibles. “Estuvo implicado como médico psiquiatra en las apariciones marianas de Garabandal, y también se interesó en medios esotéricos”, cuenta Martín. “En la España de los ochenta, fue una figura de otro tiempo”.

Pasados los años, el doctor Morales llegó a pedir perdón. “Es algo que le honra”, dice el comisario, que asegura que en los años 40 muchísimos médicos utilizaron métodos terribles creyendo que era lo correcto. Pocos llegaron a rectificar. Luis Morales, dijo un día: “Tendría que devolver el dinero a todos mis pacientes”.

Hacia el futuro

Cuando vivió en Ciudad de México —allí moriría— se rodeó de amistades como Remedios Varo, Kati y José Horna o Benjamín Peret, entre otros. Vivió la maternidad y experimentó un vínculo de nostalgia hacia el lugar del que venía y hacia la familia que dejó en el camino. En los últimos años, cuando sentía que las manos le fallaban, se dedicó también a la escultura. Pintó prácticamente hasta el último año de su vida.

André Bretón, el padre del surrealismo, llamó a Leonora Carrington “la mujer hechicera”, por su interés hacia el mundo de lo oculto, la magia, el tarot, la alquimia y la astrología; por recuperar las tradiciones esotéricas de la Antigüedad “que habían sido olvidadas durante varios siglos en los que prevalecía el culto a la razón”, explican en el catálogo de la exposición, “y que fueron recuperadas por los surrealistas como rutas alternativas para acceder al inconsciente y a la comprensión de los misterios del ser humano, la naturaleza, y el universo”. Pero Leonora fue hechicera por muchos conjuros más.

JPEG - 48.2 KB
’The House Opposite’, el cuadro en el que Carrington habla de su pasado, su presente y su futuro Fundación Mapfre

Carrington fue, ante todo, una adelantada a su tiempo. Casi al final de la muestra, en la pared posa The Magdalens, con una cromática, un dibujo y una sensación radicalmente distintos a los de sus primeros años. Entre los marrones de un paisaje desolado que parece casi ancestral, una anciana le tiende la mano a una joven ofreciéndole una pastilla anticonceptiva. Leonora dijo que en cada esquina de la ciudad, debería haber alguien dando una.

Lo que deja va más allá de su obra. Su preocupación por el feminismo y el ecologismo en una época imposible, su solemnidad a la hora de superar el trauma de una violencia médica y profundamente misógina, su entrada directa al grupo surrealista y su cambio de dirección en el discurso del movimiento fueron algunas de las cosas que Leonora Carrington ofreció sin miedo como muestra de que la rebeldía de su infancia no murió jamás.

La exposición del Mapfre contiene también una pieza de uno de los últimos documentales que le hicieron antes de morir. Cuando le preguntan por Santander, prefiere no responder. Lo que merece Leonora Carrington es la observación. Entregarse a una obra que ha estado a punto de perderse por el mundo y de no llegar, nunca, al país que le hizo inmensamente infeliz; pensarla, continuar la alquimia, el hechizo, la fantasía. Devolverle la mirada, esa misma que acecha a uno cuando está a punto de entrar a su vida. Y hacerlo como si allí, entre las paredes y las pinturas y los murales y las máscaras y las esculturas, no hubiera nada más. Tan solo lo imaginario.

Comentar esta breve

SPIP | esqueleto | | Mapa del sitio | Seguir la vida del sitio RSS 2.0