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Las víctimas buenas van al cielo

Viernes 17 de junio de 2022

IRANTZU VARELA 08/06/2022 Pikara

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Amber Heard y Johnny Depp durante el juicio.

Quienes aplauden a Johnny Depp se ponen del lado de un maltratador demostrado. Además, la ridiculización y falta de empatía con Amber Heard por no ser la víctima perfecta hacen que el mundo sea un lugar menos seguro para nosotras.

Los malos tratos a Amber Heard, probados por un tribunal, ejercidos por su ex marido Johnny Depp, y la forma en que se ha posicionado la justicia, medios de comunicación y ese vertedero de la opinión pública que son las redes sociales, en este nuevo juicio por denuncias cruzadas por injurias y calumnias, han convertido el mundo en un sitio más inseguro para las mujeres.

Después de que -gracias a la lucha feminista- se hayan generado en la comunidad internacional consensos que colocan la violencia machista como una de las prioridades en la agenda política mundial, de que la OMS haya definido la violencia contra las mujeres como una “pandemia”, y de que 46 países europeos hayan firmado el Convenio de Estambul, que insta a los firmantes a destinar recursos en todos los ámbitos de actuación contra la violencia de género; después de que cualquier fuerza política que ponga en cuestión la violencia contra las mujeres sea señalada como extrema derecha, estábamos en una situación en la que la violencia machista se percibía, de forma consensuada, como algo estructural a lo que había de combatir con todas las armas sociales posibles.

Pero hubo muchos hombres que pensaron que “esa lacra” -que, en sus cabezas, viene de un lugar indeterminado y no tiene ninguna relación con ninguna práctica que les salpique- se podría terminar sin que nada a su alrededor cambiara. Pensaron que podrían seguir agrediéndonos por la calle, que podrían seguir presionándonos para tener relaciones sexuales, que podrían seguir explotándonos en el trabajo doméstico, que podrían seguir viviendo en la máxima impunidad y que podrían seguir disfrutando en las pantallas, videojuegos, canchas y cómics de sus superhéroes, aunque hayan amenazado con prender fuego a su mujer y follarse el cadáver para comprobar que está muerta (Depp), aunque hayan violado a niñas de 13 drogadas (Polanski), aunque se hayan grabado pegando a su mujer (Maradona) o aunque la hayan matado, descuartizado y dado de comer a sus perros (Bruno Fernandes de Sousa).

Y resulta que no. Que nosotras, las feministas, las que señalamos, nombramos y conceptualizamos la violencia machista para desarrollar herramientas y estrategias para combatirla sabemos perfectamente que la violencia contra nosotras no es ninguna “lacra”.

Sabemos que la explotación, la sumisión, el ejercicio sistemático de la violencia contra nosotras es una parte estructural del sistema capitalista, que nos necesita trabajadoras gratuitas, cuerpos asustados y con los sueños y los deseos hipotecados para pagar el crédito al amor romántico.

La violencia machista es sistémica, porque es imprescindible para que el sistema continúe funcionando. Y tiene una dimensiones tales que es imposible compararla en términos cuantitativos con ninguna de las otras formas de violencia que se dan entre personas (excluidos los cuerpos policiales y los ejércitos):

Una de cada tres mujeres en el mundo sufre violencia sexual o física, en su mayoría, por parte de su pareja.

El 53% de las mujeres asesinadas en España lo son a manos de su pareja o expareja hombre.

Estas dos cifras, y muchas otras que ha descubierto la teoría y la investigación feminista, llevan inevitablemente a una conclusión: existe una violencia estructural contra las mujeres, que se ejerce en el marco de la heterosexualidad y que se da por parte de los hombres hacia las mujeres. Es una violencia política, porque tiene el objetivo de blindar los privilegios masculinos, que se ven en peligro con los avances de los derechos de las mujeres, y frenar esos mismos avances.

Y ellos lo saben.

Los hombres quieren seguir violándonos, matándonos, agrediéndonos en la calles, dándonos miedo, presionándonos para que tengamos sexo. Y, también, quieren que les sigamos haciendo la compra y la cena y limpiándoles la casa y poniéndoles una vida.

Por eso aplauden a Johny Depp. Porque él solo va a tener que pagar dos millones de euros frente a los 10 que va a tener que pagar ella. Por eso llevan defendiendo su inocencia a pesar de que un juzgado de Londres consideró demostrado que había ejercido la violencia contra ella en -al menos- 12 ocasiones. Porque es uno de ellos.

Aplauden a Johny Depp, ridiculizan a Amber Heard y celebran que los dos hayan perdido, pero ella más, porque quieren seguir haciendo lo que hacen con la misma impunidad que hasta ahora. Se ponen del lado del maltratador demostrado, porque saben que a cada maltratador condenado, la impunidad con la que viven se pone en peligro. Y quieren seguir ejerciendo la violencia sobre nosotras con la misma comodidad que hasta ahora.

Aplauden y festejan (Depp se ha gastado 58.000 dólares en la cena de “celebración” con sus amigos) porque saben que se ha roto un espacio de seguridad para las mujeres. Y que eso implica que el mundo sigue siendo su espacio de impunidad. Ya no van a tener que llevar un contrato para follar. JOJOJOJO.

Lo que ha sucedido con Amberd Heard, y no solo la sentencia, si no la ridiculización, la humillación, el acoso carente de cualquier empatía al que ha sido expuesta, era un aviso para todas. Era ejemplarizante. Como lo ha sido siempre la violencia contra las mujeres. Denuncia y ya veremos si te creemos (spoiler, ni de palo te van a creer).

También puede tener consecuencias peligrosas porque sienta un precedente para que los maltratadores, también los que tienen sentencias condenatorias, puedan demandar a sus víctimas y puedan ganar. Y esto es terrible. Ya es casi imposible reunir las fuerzas como para atreverse a entrar en la vía judicial, que va a suponer una revictimización y un sufrimiento (y tú lo sabes). Y si no te creemos, pues igual vas a la cárcel o le tienes que pagar una pasta a tu maltratador.

Y hay un peligro muy grave que es el de que se alimenta y se amplía el menú del banquete de falacias de las denuncias falsas. A pesar de que el CGPJ repite cada año en informes oficiales que el porcentaje de denuncias falsas por violencia de género nunca ha llegado al 1 por ciento, habiendo años en que no se ha podido demostrar ninguna, hace mucho que los negacionistas de la violencia machista consideran “denuncia falsa” cualquier caso que no acabe en condena firme. Lo cual es, obviamente, una mentira.

Bueno, pues ahora, también van a presentar como falsas -como le ha ocurrido a Amber- a las que no se parezcan o no reaccionen como las víctimas de violencia de género que tienen en su imaginario. Que seguramente serán las mujeres a las que ellos mismos maltratan.

La mujer asustada, sumisa, incapaz de defenderse, callada y arrinconada llorando en la ducha, no somos todas. Las hay. Porque un maltratador te hace creer que nadie te va a querer como él, luego, que a ti quién te va a querer y, luego, que tienes lo que te mereces. Y, a veces, tú te lo crees. Pero otras veces te defiendes. Y le cagas en la cama o le quemas la ropa o te cagas en sus muertos o le insultas o le tiras cosas o le dices burradas, porque te estás defendiendo. Y eso no te hace menos víctima. El sistema te verá como una sospechosa porque una mujer que se defiende, que pierde las formas, que hace algo más que callarse y recibir, no es una mujer de fiar. Porque la misoginia siempre nos verá culpables, si sufrimos y si permanecemos frías. Si lloramos se burlarán y, si no lo hacemos, pensarán que estamos ocultando algo. O como dice La Furia:

“que si hablo me lo invento,

si grito soy violenta,

si callo: ve denuncia, confía en la policía, tía”

En definitiva, este mundo es ahora un lugar más inseguro para las mujeres porque lo que ha pasado con Amber Heard demuestra, otra vez, que la justicia -patriarcal, tal y como la conocemos- no está para defender los derechos de las mujeres, si no para defender los derechos de los hombres blancos, cisheteros, propietarios. Y si son famosos, y tienen fans, y representan a un personaje canallita, pero adorable, al que la gente (también la del jurado) pueda confundir con la persona que ha ejercido la violencia, pues mucho mejor.

Pero que el mundo sea un lugar inseguro para las mujeres nunca nos ha parado, solo nos ha dado más trabajo y razones para organizarnos. Por eso, solo nos dejan como alternativa la autodefensa colectiva. Hacer, por ejemplo, lo que hace la protagonista de Promising Young Woman, pero nunca sola… siempre con unas cuantas amigas preparadas detrás de un seto

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