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Las últimas de la fila: de los cuidados y el capitalismo

Martes 26 de junio de 2018

Al no existir una figura de poder que dirija el trabajo doméstico, al no existir una moneda de cambio, este trabajo deja de serlo, para pasar a un segundo plano

Anita Botwin 24-06-2018 CTXT

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MARÍA ROMERO GARCÍA

Estoy en un hospital. En la sala de esperas de urgencias veo sobre todo mujeres. Mujeres solas, mujeres acompañadas por otras mujeres o mujeres que cuidan a sus maridos o a otros –imagino, por dinero–. Mientras tanto leo el libro de Silvia Federici El patriarcado del salario y me hago muchas preguntas sobre cómo deberíamos haberlo hecho o sobre cómo podríamos repararlo en un futuro. Los cuidados. Esa preciosa palabra que se convierte en una trampa o arma arrojadiza según los momentos. Porque los cuidados, la reproducción, la crianza, el hogar, el acompañamiento nos corresponde. No por nacer mujer sino por llegar a serlo.

Estos últimos días escucho historias de mujeres en primera persona. Mujeres que dejaron sus carreras para cuidar a sus hijos y ahora acompañan y cuidan a sus maridos, aunque quizá desearían no hacerlo. Mujeres que están en plena crianza y sus compañeros no acompañan. Mujeres solas, aisladas, haciéndose cargo del gran trabajo doméstico y de cuidados. Sin ningún tipo de consideración, como si viniera en el kit de ser mujer, como si naciéramos con el Nenuco debajo del brazo y los pañales de regalo. Veo a niñas por la calle paseando en carritos a niños que parecen de verdad –¿no serán de verdad y esto es Black Mirror?–. Ellas ya están aprendiendo lo que tocará después, se está adoctrinado a una nueva generación que volverá a repetir los errores de la nuestra y las anteriores. Porque así funciona esto. Porque nosotras estamos hartas y lo hablamos entre nosotras, entre lloros y abrazos. Pero ellos, tal y como decía una amiga mía, no van a renunciar a sus privilegios, son los jefes y están cómodos en su “no hacer” o hacer lo básico para cumplir. Con excepciones.

Por algo la huelga del 8M adquirió tanto sentido y poder. Por primera vez se introducía el paro de los cuidados como uno de los ejes fundamentales a conquistar. Ese día muchas mujeres paramos en casa. Y se notó. Porque son trabajos invisibilizados cada día para que el capitalismo y el patriarcado sigan sanos, mientras nosotras enfermamos. Día a día. Para luego encima quedarnos con pensiones más bajas que las de los hombres y, en muchos casos, seguir dependiendo de ellos hasta el día de nuestra muerte. Para reducir nuestra jornada, para trabajar exhaustas en casa y fuera de ella, para vivir en esa cárcel mental que nos impide ser libres.

Virginia Woolf hablaba de la importancia de la Habitación Propia para las mujeres que escribían ficción. Pero lo cierto es que el sistema capitalista y de los cuidados y la cárcel mental en la que vivimos nos lo imposibilita –escribamos o no–. La única solución que encuentro a día de hoy es tejer redes entre mujeres feministas y hombres que crean en nuestro mismo propósito. Redes que pongan la vida en el centro y los cuidados como algo repartido y horizontal, y no como algo de arriba abajo, jerarquizado, que se da por hecho nos corresponde a las mujeres por “tener vagina”, que dirían esos del autobús naranja. Es importante además señalar que muchas de nosotras se han incorporado al mundo laboral, pero al mismo tiempo ahora tenemos por regla general dos trabajos y aún menos tiempo para, por ejemplo, luchar, participar en movimientos sociales o políticos, como Federici ha denunciado.

Todo esto tiene mucha relación con la identificación del Jefe. El Jefe te manda y a cambio de ello te da un salario. En casa, no se manda –ni tiene por qué ser así–. Al no existir una figura de poder que dirija el trabajo doméstico, al no existir una moneda de cambio, este trabajo deja de serlo, para pasar a un segundo plano. Y mientras esto siga siendo así, las mujeres nunca vamos a alcanzar nuestra emancipación ni nuestra igualdad. Y seguirá siendo una sociedad injusta en la que ni unos ni otras crezcamos.

El otro día en Twitter, en relación a un hilo que escribí al respecto, un hombre me llamaba egoísta porque consideraba que cuidar era algo que debía hacer. Yo. De él no hablaba en ningún caso. Y, por supuesto, creo que es imposible una sociedad sin cuidados y lo de poner la vida en el centro no es sólo un eslogan vacío, sino una voluntad de cambio. Debemos cuidar, cada uno de nosotros, no sólo entre nosotras, sino hacia fuera, hacia la tierra, el clima, las sin privilegios de ningún tipo… Sin embargo, teniendo en cuenta en el sistema en el que vivimos donde todo está mercantilizado y monetizado, no pueden dejarnos de lado de este intercambio del capital a quienes más sufrimos sus consecuencias. Si vamos a seguir siendo trabajadoras explotadas, si vamos a seguir trabajando mil horas para poder jubilarnos algún día, si vamos a seguir contribuyendo al capital, no seremos nosotras las que terminemos olvidadas en la última fila. Una vez más.

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