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Las sutilezas de la cultura de la pederastia

Miércoles 10 de mayo de 2023

HELENA SOTOCA,Divulgadora de arte con perspectiva feminista en @femme.sapiens 09/05/2023 Público

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Un meme hecho con el Diana’s Maidens de Edward Robert Hughes.- Femme Sapiens

La cultura de la pederastia campa a sus anchas entre nosotros, pero no la vemos. ¿Cómo la vamos a ver? Al fin y al cabo, la sutileza pre-gaslighting es una de las poderosísimas armas del patriarcado. Ningún hombre se quiere llamar a sí mismo pederasta, y sin embargo, van dejando una lista de condiciones que tienen que cumplir las mujeres para considerarlas deseables.

Por un lado, la parte física. Si queremos cuadrar en el canon de estos tipejos, debemos, ante todo, ocupar poco espacio, igual que una niña. Ser delgadas y bajitas, no vaya a ser que se sientan poco poderosos al ver que les sacamos dos cabezas, o que nuestros cuerpos son más grandes que el suyo a pesar de sus intentos por duplicar bíceps en el gimnasio. Pero es que, más allá del tamaño, está la incondicional depilación. No quieren ver ni un sólo pelo en la vulva, les da asco (cosa bastante curiosa, por otro lado, cuando normalmente los que exigen depilación son los mismos que jamás se dignarán a practicarte sexo oral). Saben quién no tiene pelo en la vulva, ¿verdad? Efectivamente, las niñas.

Por otra parte, la cuestión psicológica: se nos exige inocencia, esa cualidad específica de la infancia. Se ha hecho viral en TikTok el vídeo de un pobre pringado que dice que aquellas mujeres que han tenido muchas parejas sexuales, han "perdido todo su valor" y por tanto se van a quedar solas. Me resulta evidente cuál es su miedo: si una mujer ha follado mucho antes de llegar a él, tendrá las herramientas y la experiencia para no aceptar todas las prácticas que él proponga y, sobre todo, para vestirse y largarse en el momento en que vea que la relación va a consistir

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Lady Lilith de Dante Gabriel Rossetti

en un poco inspirado mete-saca.

También es cierto que esta historia tiene poco de original. Al fin y al cabo, es la reacción miedosa de aquellos que están a punto de perder el poder. En el siglo XIX, surgió un término para designar a aquellas mujeres que militaban en el feminismo y que habían decidido tomar las riendas de su propia sexualidad: "la Nueva Mujer". En el mismo momento, llegó a través de la literatura y el arte la figura de la femme fatale, esa mujer que, precisamente por su libertad sexual, era el terror y perdición de los hombres. El mejor ejemplo es Lilith, la primera mujer de Adán —antes que Eva— que no quiso someterse y se piró del Jardín del Edén, convirtiéndose en diablesa. Fue retratada como el arquetipo de mujer fatal por Dante Gabriel Rossetti en Lady Lilith.

Al ver los hombres del momento temblar los cimientos de su poder sobre las mujeres, decidieron atacar a aquellas que todavía eran inocentes. Esas niñas manipulables y fácilmente impresionables por la experiencia y sabiduría de los hombres adultos. Esas niñas que no sabían nada de la sexualidad, a las que amoldar según las apetencias del señor. Cualquier excusa era buena para practicar la pederastia. Por ejemplo, se inventaron el insostenible cuento de que te podías curar de la sífilis acostándote con una mujer —niña— virgen. Todo ello también llegó al arte: durante el siglo XIX se produjeron cientos de obras de niñas sexualizadas. En España tenemos un ejemplo vergonzoso: Crisálida, de Pedro Sáenz, que ganó una medalla en la Exposición Nacional.

Hermanas: exploremos, disfrutemos, deseemos sin reparos, porque nuestro valor como personas no tiene nada que ver con nuestra sexualidad. Y, ante todo, cuando detectemos una masculinidad frágil entre las sábanas que nos quiera reducir a parvulitos lampiños y analfabetos, pongámonos de nuevo las bragas y salgamos de allí. No les demos el placer.

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