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Las siete feministas condenadas a prisión por protestar un 8M: "La sentencia es un un intento de meter miedo"

Viernes 8 de noviembre de 2024

Madrid 06/11/2024 María Martínez Collado Público

La historia de las siete activistas del colectivo feminista 8 Mil Motius, condenadas a un año y medio de prisión por su participación en la huelga general feminista del 8 de marzo de 2018, ha vuelto a suscitar un amplio debate sobre la represión a los movimientos sociales en nuestro país.

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Imagen de una pancarta por la huelga feminista de 8 Mil Motius.

Durante una protesta pacífica con motivo del 8M, las siete mujeres ocuparon junto a otras muchas compañeras las vías del tren en Barcelona, en un acto simbólico para visibilizar la lucha por "los derechos de todas". La sentencia, una de las más duras contra el movimiento, incluye también una indemnización de más de 26.000 euros a la compañía ferroviaria por daños y pérdidas. Estas militantes llevan ya seis años de proceso judicial, con todo el desgaste físico y emocional que ello implica, en un caso que lejos de ser un episodio aislado, parece constituir una pieza más en un amplio mosaico de criminalización dirigido a castigar la protesta social.

Para comprender su impacto, es importante enmarcarlo dentro de un contexto más amplio de medidas judiciales que, en los últimos años, han intentado controlar y frenar las expresiones de disidencia. El movimiento feminista, que ha luchado con fuerza y organización en pro de la igualdad, se enfrenta así a desafíos que van más allá de sus demandas; enfrenta, en esta ocasión, una respuesta del sistema legal que muchos consideran desproporcionada. ¿Estamos ante una limitación de la libertad de expresión? ¿Qué implica esta sentencia para quienes se organizan en otros colectivos y asociaciones?

Público ha tenido la oportunidad de contactar con estas militantes encausadas y plantear la siguiente entrevista, donde reflexionan sobre la importancia de este juicio y sus consecuencias, y, ante todo, reivindican la necesidad de seguir organizadas para resistir a situaciones como esta.

¿Qué mensaje creen que envía esta condena no solo a las feministas, sino a cualquier colectivo que lucha por sus derechos en las calles? ¿Puede tener un efecto disuasorio sobre la participación en futuras protestas feministas? ¿Cómo respondería el movimiento a ello?

Para nosotras, el mensaje que se manda es que el feminismo de Amancio Ortega o el de las campañas institucionales de los ayuntamientos para el 8M sí están permitidos, pero el que utiliza la acción directa no. En nuestro caso, con la institución hemos topado, pero esto es lo que pasa con cualquier colectivo que haga tambalear estas estructuras, que a nuestro juicio desde luego no funcionan. La idea es que al Estado no le podemos cuestionar y a sus estructuras tampoco. La condena aspira a generar un efecto disuasorio, se trata de un castigo ejemplar.

No es un castigo a las 30 mujeres que estábamos en las vías, en ese caso sí que se estaría castigando directamente el delito, sería una prueba más evidente de que todas las personas que estaban ahí estaban cometiendo un delito; sino que se señala, se castiga, únicamente a siete de las que estaban allí. Es decir, ya no es un tema de haber bajado a las vías o no, sino que es un ejemplo, un modo de decirle al resto que aprendan. Además, se señala a aquellas personas que fueron más activas, ya fuera cogiendo la pancarta o hablando por el megáfono (básicamente lo que asumen las militantes de cualquier colectivo). No es casualidad.

Por eso, para nosotras, se trata de un intento de meter miedo y, en realidad, a día de hoy no podemos afirmar que no lo hayan conseguido, porque claro que ha habido miedo en algunos momentos durante todo el proceso. Con todo, esto no nos ha parado, no ha hecho que nos quedásemos en nuestras casas; sino que, de hecho, hemos conseguido darle la vuelta y visibilizarlo. La respuesta del movimiento feminista, en ese momento y durante todos estos años, ha sido responder con muestras de solidaridad.

El sistema judicial ha sido históricamente criticado por su sesgo patriarcal. ¿Esta condena refuerza esa idea? ¿Cómo ven la relación entre justicia y feminismo?

Si lo que tenemos es un sistema judicial que es directamente la herencia del fascismo que hemos vivido durante tantos años aquí en nuestro territorio y en el cual consideramos que no ha habido una transición, no es de extrañar que esos mismos juzgados criminalicen la protesta. Se trata de unos juzgados donde, además, cuesta ver mujeres.

"Necesitamos que la Justicia nos ampare y que podamos utilizar el sistema judicial a nuestro favor para que se garanticen nuestros derechos" Aún así, es verdad que en nuestro caso teníamos una sala de juicio donde eran todo mujeres y esto no ha garantizado tampoco una acusación más feminista, sino todo lo contrario. Al final, ser mujer no es el único requisito para ser feminista, sino que igual hay que tener también un poco de memoria histórica, ganas de cambio y ser un poquito más de izquierdas. La juez ha dejado bien claro, con esta sentencia de un año y seis meses más todos los añadidos, de qué lado está; y no es del lado de las feministas que luchan por sus derechos y por los derechos de todas.

No obstante, sí que pensamos que necesitamos que la Justicia nos ampare y que podamos utilizar el sistema judicial a nuestro favor para que se garanticen nuestros derechos. Necesitamos que sean estructuras con una perspectiva feminista porque, si no, simplemente reproducen las dinámicas del sistema, se reproduce la lógica patriarcal.

¿Cuál es su valoración sobre el papel del sistema judicial en la criminalización y represión de los movimientos sociales? Vemos que ahora se están destapando un montón de casos de policías infiltrados...

En nuestro caso, hay una parte de represión compartida con el resto de movimientos sociales que cuestionan al sistema, pero también hemos visto que hay algunas especificidades por el hecho de ser un caso feminista. A lo largo de estos años, hemos intentado analizar cómo habíamos vivido nosotras la represión, si era igual que la represión que han vivido compañeros nuestros de lucha y observamos algunas diferencias. Con el tema de los policías infiltrados se han aprovechado, por ejemplo, los mandatos de género para accedera los grupos.

En general, el sistema judicial se aprovecha también de la construcción social del género para meter miedo, infantilizar o cuestionar lo que hacemos. Nosotras vivimos en aquel 8 de marzo todo el paternalismo y la infantilización por parte de los cuerpos policiales. La forma en la que se dirigían a nosotras y nos intentaban explicar cómo teníamos que hacer nuestra lucha, cómo funcionaban las cosas según su punto de vista. Nuestra respuesta fue no obedecer y la suya fue la represión. Entre otras cuestiones, una de las cosas que hicieron fue llamar o presentarse en casa de las acusadas (recordemos que de esto hace seis años ya y algunas aún vivían en casa de sus padres o familiares) para intentar meterles miedo.

¿Qué impacto creen que puede tener esta sentencia en la percepción pública de la legitimidad de la lucha feminista en un contexto, además, de reacción ultraconservadora y machista?

Es un ataque al movimiento feminista, igual que cuando hay otras sentencias hacia otras compañeras feministas también son ataques directos hacia nosotras como militantes. Ese día no salíamos a la calle por nosotras, ni por las siete que estamos encausadas, ni por las 30 que estábamos allí; sino por todas las que han luchado antes y las que tienen que luchar después. Nosotras estábamos ahí para garantizar el derecho a la huelga de otras mujeres, que estaban en empresas donde se vulneraba el derecho a huelga, y para señalar también que el transporte público era el espacio donde se producían el 17,1% de las agresiones fuera del ámbito de la pareja.

En el contexto en el que nos encontramos, para nosotras es crucial intentar tener una jurisprudencia que nos ampare y que los discursos de odio no campen a sus anchas. Creemos que, de lo contrario, lo que estamos es dejando la puerta abierta al cuestionamiento de la lucha feminista. Aquel día estábamos reclamando poder habitar los espacios sin que nos agredan, sin que un marido o un político tengan la tranquilidad de agredir sexualmente de ninguna mujer. Teníamos muchísimos motivos.

El impacto de una sentencia como esta puede ser que a veces nos pensemos si tenemos que tirar la toalla o no. Creo que, en general, todas las feministas estamos muy convencidas de que no se tira la toalla y se demuestra diariamente, pero sí que puede tener un impacto. Al final, son muchos años de estar haciendo campaña, de explicar el caso, de recoger dinero... y todo esto desgasta y hace que, en algunas ocasiones, se deje de participar también en algunos movimientos.

¿De qué manera puede el movimiento feminista articular una respuesta sólida frente a este tipo de condenas?

Hay que seguir organizadas, no únicamente para el 8 de marzo, sino todo el año. Hay que estar en contacto con otras luchas, construir un feminismo que sea anticapitalista, que tenga perspectiva de clase, que sea anticolonial, antiracista, transinclusivo, que luche también por una vivienda digna, por unas condiciones de trabajo dignas... Para nosotras no tiene sentido renunciar a ninguna de estas demandas. Si ya en ese momento teníamos más de 8.000 motivos, pues ahora tenemos más aún.

Hasta que no cambien las cosas, vamos a seguir sumando motivos. Para nosotras, esta es la manera de construir una respuesta sólida y seguir pensando cómo transformar la realidad, desde la más cercana a la más estructural.

¿Qué papel han jugado el apoyo mutuo y la sororidad durante todo este proceso? ¿Les ha dado fuerzas para seguir luchando?

Las alianzas y los vínculos que hemos ido creando durante estos años no tienen precio. A estas alturas estamos realmente ya un poco cansadas de todo el proceso, de ver todo lo que se puede alargar un proceso judicial, pero toda la solidaridad de los colectivos que nos han apoyado es lo que nos da gasolina para seguir. La parte buena que nos llevamos es que hemos podido tejer alianzas con muchísimos colectivos y con personas preciosas. En este sentido, sí que podemos decir que le hemos dado la vuelta a la represión, además de sumar gente por el camino. Por esa parte, estamos infinitamente agradecidas con cualquier muestra de solidaridad y de rabia que hayamos tenido. No nos cansaremos de decir que sin la organización de base esto sería muy difícil de sostener.

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