Xarxa Feminista PV

Las que siempre fuimos visibles

Domingo 26 de abril de 2020

Brigitte Vasallo 22/04/2020 Pikara

Tener un día dedicado a la visibilidad lésbica nos da la excusa, necesaria, para hablar de nosotras, aunque la visibilidad en sí misma no lo soluciona todo.

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Ilustración de Señora Milton.

A Manuela Acereda, por poner esta idea en mi cabeza.

Yo fui visible como lesbiana mucho antes de ser lesbiana; recibí corrección de género, odio, asco y violencia mucho antes de tener ningún tipo de deseo hacia nadie. Y, como yo, todas aquellas marimachos, camioneras, butch, tomboys… que buscamos nuestras fotos de infancia y decimos, a modo de eureka ¿¡lo ves!? -alzando ese retrato de pequeña disidente, disgustada con los moños y los lazos, jugando con espadas o blandiendo llaves inglesas de juguete- a mí ya se me veía venir. Yo ya tenía pluma.

Tener un día dedicado a la visibilidad lésbica nos da la excusa, necesaria, para hablar de nosotras, un nosotras constantemente engullido. A lo que quiero apuntar, sin embargo, es al peligro de que entendamos la visibilidad como un fin y no como un medio, desde la experiencia -con pluma- de que la visibilidad en sí misma no lo soluciona todo.

Las lesbianas somos un error para un sistema de géneros basado en un binarismo que se resuelve (nos dice el sistema) con la complementariedad a través del deseo y la pareja productora y reproductora. Somos hombres y mujeres, y somos diferentes… nos dice el sistema. Apunto a que no advierte que seamos desiguales, sino que lo deja en la neutralidad de la diferencia entre las peras y las manzanas. Somos diferentes y nuestras características humanas están divididas en dos bloques insuficientes por sí mismos. Ellos valientes y ellas prudentes: la combinación ideal. Ellos productores y ellas cuidadoras: bingo de nuevo. En la unión a través del deseo de esas características falsamente dicotómicas y encasilladas con igual falsedad (una falsedad creada y recreada por el uso) está la tranquilidad, el ideal, la supervivencia (feliz) garantizada. La existencia de anomalías en este discurso, como la anomalía lesbiana, desmonta la veracidad del discurso, algo imprescindible para que la construcción de género devenga una verdad naturalizada. Lo que exponemos con nuestra visibilidad es precisamente la mentira del sistema. Un sistema que genera violencia. Porque ese es el tema: lo mal que vivimos bajo ese sistema. La visibilidad es un medio que revela eso: por eso nuestra pluma es infinitamente molesta. El castigo que recibimos no es a la pluma únicamente, es a lo que representa. Es una corrección de género que va por todas nosotras. Ni siquiera por todas las lesbianas, sino por todas las mujeres. Y dado que vivimos tiempos convulsos, hago un apunte que jamás haría por mí misma pues en mi cabeza va implícito: por todas las mujeres, seamos cis o seamos trans. Todas las mujeres.

Volvemos al tema de la visibilidad como fin y como medio. El medio siempre es contextual y estratégico. Así que en cada momento y en cada contexto deberíamos preguntarnos lo de la visibilidad para qué y, sobre todo, ante quién. Para qué porque la invisibilidad ha sido una estrategia que nos ha permitido, por ejemplo, tener códigos propios que solo desconoce quien realmente no pinta nada allí. También porque aún no vivimos en los mundos de yupi y la invisibilidad nos protege. También, porque la visibilidad del lesbianismo convertido en orientación sexual y no en anomalía de género es una forma de reafirmación y disciplinamiento en el sistema sexo-género binario a la que estamos contribuyendo como si no hubiese mañana. Estamos diciendo que el sistema está bien, y que queremos pertenecer a él aún siendo “diferentes”. Y también me parece trascendente preguntarnos ante quién estamos reclamando la visibilidad. Porque queridas, entre nosotras somo visibles, como bien sabemos todas cuando vamos por la calle y nos cruzamos la mirada.

Soy consciente de que necesitamos referentes, sé que crecemos bastante desamparadas y sé que somos constantemente malentendidas, engullidas por los esquemas heterosexuales o engullidas por la homosexualidad masculina que es el rasero por el que se mide todo. Soy consciente de que, incluso en el feminismo, el lesbofeminismo está considerado una cosa marginal, cuando aporta información trascendente para todas, porque al referir a la anomalía del sistema está explicando la normalidad del sistema. Pero todo eso no es invisibilidad: es lesbofobia, la palabra que parece que no llegamos nunca a nombrar.

Como último apunte también preguntaría en qué términos nos damos visibilidad. Mostrarnos como lesbianas en tanto que emparejadas vuelve a esconder la cuestión de la anomalía de género para disfrazarla de orientación sexual, y refuerza de paso el sistema que insiste en la complementariedad binaria como horizonte.

Hay una frase que nos está haciendo mucho daño y es aquella que dice: “Lo que no se nombra no existe”. Frases de este tipo, que hemos adoptado como un mantra haciéndolas verdad a fuerza de repetirlas, delegan en algo externo a nosotras nuestra posibilidad de existencia, niegan por completo la propia agencia y niegan, además, desde la experiencia de la visibilidad de la pluma, un derecho que me parece inalienable: el derecho a que nos dejen en paz.

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