Xarxa Feminista PV

Las Nadies existen

Domingo 5 de agosto de 2018

Anita Botwin 04/08/2018 Público

Ser mujer y tener discapacidad puede llegar a ser una condena, una doble discriminación, un doble olvido, una doble violencia. Ser mujer te hace partir más tarde de la casilla de salida y te hace pasar por montón de obstáculos. Ser mujer y tener discapacidad dificulta el nivel de cada pantalla por mil. Las nadies son muchas y es momento de ser responsables y darles voz.

La realidad es que una de cada tres mujeres sufre violencia machista según denunció la Fundación Cermi Mujeres en su informe “Violencia de género hacia las mujeres con discapacidad” de hace un año. Tal y como recoge este informe “en torno al 31% de las mujeres con discapacidad la ha sufrido y que la mayor frecuencia del tipo de violencia es la psicológica emocional, entendida como insultos, menosprecio, intimidación o amenazas verbales recibidos, que aseguran haberla sufrido el 24,5% de las mujeres con discapacidad, frente al 14% de mujeres sin discapacidad”. Las mujeres seguimos siendo objeto de deseo, pero también de violencia y es con las más vulnerables, con “las nadies”, las invisibles, con las que algunos campan a sus anchas.

En este país se siguen practicando esterilizaciones forzadas, y es especialmente a mujeres. Las familias, que no quieren hablar con la prensa, creen o dicen que así protegen a sus hijas, hermanas, primas… de violadores que las puedan volver a dejar embarazadas. Puede existir una parte de sobreprotección por parte de las familias, pero ¿y si empezamos a denunciar a quien ha violado, y si perseguimos a los agresores? Por desgracia, y en muchos casos los bandidos se encuentran en la misma familia y se les protege para no ser “una vergüenza pública”. Por eso, la sociedad en su conjunto debe actuar. Desde las Instituciones, desde las administraciones, se debe mandar un mensaje claro en ese sentido y se debe perseguir a quienes usan los cuerpos de las mujeres a su propio antojo.

Otra de las violencias viene de la soledad impuesta y el abandono. En este país hay mujeres encerradas en sus propias casas. Tienen discapacidad y por el olvido que sufren por parte del Estado y de la misma sociedad, se van dejando, apagando, muchas veces dependientes de sus parejas. Muchas de ellas viven con un subsidio ridículo con el que no podrán liberarse ni empoderarse jamás. Ello es una puerta abierta a nuevas violencias que se ejercen desde fuera, pero también desde una misma al no ver la puerta de salida de emergencia. Al mismo tiempo, los problemas de accesibilidad, los edificios antiguos sin ascensor condenan para siempre a muchísimas personas con discapacidad. Imaginen ahora a una mujer que no puede salir de su casa, que puede estar recibiendo violencias de distintos tipos. Una mujer encarcelada en su propia casa con la llave dentro. Esa es una mujer rota, sin derechos, sin vida, sin nada.

La violencia que se ejerce hacia las mujeres con discapacidad no sólo es física, también económica y estructural. La tasa de paro es superior para las mujeres con discapacidad -el 33% enfrente el 25% de las que no tienen ninguna discapacidad-. El salario anual es inferior para el colectivo femenino con discapacidad, 17.209 € frente 19.573 €; y la percepción de sentirse discriminada es más del doble entre las mujeres con discapacidad respecto al resto.

Es urgente cumplir con la Convención sobre los derechos humanos de las personas con discapacidad de la ONU, aprobada en diciembre de 2006 en Nueva York. La prensa y los informes adornan con datos historias basadas en hechos reales, historias que tienen secretos y tienen rostro, pero no tienen voz. Estamos cometiendo el error de naturalizar la violencia, de verla en los telediarios como quien mira una mosca.

En el movimiento feminista se me antoja insuficiente la denuncia de estos temas. Entiendo que nuestras denuncias se basan a veces desde una perspectiva de privilegiadas blancas y heterosexuales ignorantes sin quererlo de otras realidades. Igual que olvidamos a nuestras compañeras gitanas, lesbianas, trans… olvidamos a nuestras compañeras con diversidad funcional. Muchas de ellas se encuentran encerradas o escondidas de una sociedad que les daña, les olvida o les agrede. Las Nadies están esperando nuestra voz, es el momento de que retumben las paredes del olvido.

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