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La sociedad descuida a las cuidadoras

Lunes 18 de julio de 2016

Las trabajadoras de ayuda a domicilio y empleadas del hogar realizan un trabajo muy duro y poco valorado

Madrid, 14 de julio. 16.AmecoPress

Alondra –alias- es una trabajadora de ayuda a domicilio en la Comunidad de Madrid desde hace 10 años. Forma parte del colectivo de 10.000 ayudantes que prestan ayuda a 50.000 pacientes. Se trata de un colectivo muy feminizado, que realiza un trabajo duro y a menudo poco valorado.

"Se olvidan de las personas que trabajamos en esto", se lamenta y dice que han solicitado ayudas mecánicas y logísticas para desempeñar su cometido, que no llegan. Además "es un trabajo duro y mal pagado, no llegamos a los 800 euros al mes".

La asamblea de trabajadoras del sector de la ayuda a domicilio en la Comunidad de Madrid ratificó recientemente el preacuerdo de convenio colectivo del sector tras una negociación que duró un año y tres meses. Se trata de un convenio a tres años (2014, 2015 y 2016) que recoge finalmente una disminución de jornada de media hora salarial a la semana, pasando a ser de 36 horas, a partir del 1 de octubre de este año.

También se equiparan con el resto de las trabajadoras, con un día más de vacaciones para las que disfrutan sus vacaciones en el mes de septiembre, y además se considera los cuatro días de asuntos propios que recoge el convenio como tiempo efectivo de trabajo. Para el año 2016 se contempla una subida salarial a partir de octubre de ese año de 1,2%.

Pese a esos supuestos avances, Alondra se queja del abandono que sufre este colectivo y de que adjudican los contratos a las empresas que no tienen medios o dinero, y a las que les falta sensibilidad para valorar las características especiales que tiene el tipo de trabajo que desarrollan. “Últimamente encontramos mucha irregularidad a la hora de establecer horarios o devolver o pagar las horas extras. Por ejemplo, un usuario en el que normalmente estoy hora y media se va de vacaciones y me ponen un servicio de dos horas, ¿qué pasa con esa media hora?”, dice. También ha disminuido la restitución de material por parte de la empresa. “Antes teníamos dos batas al año, ahora una; y solo nos dan dos pares de guantes cada seis meses”.

Las tareas encomendadas varían de unos casos a otros en función de dos factores: por un lado, la implicación de los y las parientes –habitualmente el cónyuge sano o alguna de las hijas- y del grado de dependencia de las personas mayores. Desde fregar cacharros y cristales, hacer la compra, hasta bañar y asear a la persona dependiente o acompañarle a las gestiones médicas. En empresas como Asispa, donde trabaja Alondra, a veces les dan cursos de formación, pero de pocas horas y en todo caso, insuficientes.

En muchos casos se alude a la poca experiencia de las empleadas, a las que hay que enseñar en la primera etapa, no solo a la hora de cuidar al mayor, sino para cocinar y limpiar. “A veces, como muchas de esas empleadas son inmigrantes, esa falta de formación se interpreta en términos etnocéntricos, como si esas personas procedieran de una cultura atrasada, y en otros se alude a las diferencias culturales o a la falta de formación profesional”, dice Vilma, que lleva trabajando 10 años en el sector.

Ley de Dependencia

El 88% de las personas que cuidan a personas dependientes son hoy mujeres. Tienen una edad media de 53 años y dedican 10,6 horas diarias a esa atención, que se prolonga unos ocho años. Con esas circunstancias, no extraña que el 61% de esas cuidadoras tengan graves problemas profesionales y económicos, como pérdida del empleo (11,7%), reducción de jornada (11,2%), incumplimiento de horarios (10%) y resentimiento de su vida profesional (7%).

La Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia de España, conocida popularmente como Ley de Dependencia, pretendía dar lugar al conjunto de servicios y prestaciones destinados a la promoción de la autonomía personal, así como a la protección y atención a las personas dependientes, a través de servicios públicos y privados concertados debidamente acreditados. Pero su aplicación ha dejado mucho que desear.

“Tengo 72 años, tengo miedo cada vez que se acerca el invierno y lo estoy pasando mal”, comparte Luisa. “Querría mejorar algo en calidad de vida y descargar de trabajo a los que me atienden. Hace año y medio presenté todos los papeles requeridos en el lugar indicado y esperé. Lo malo es que la espera comienza a ser desesperanzada, porque cuando se considere mi solicitud tendré que pasar por nuevas burocracias, es decir, más pérdidas de tiempo. Y precisamente tiempo, no tengo mucho y es lo que le estoy robando a mi familia”.

La información estadística del Sistema de Autonomía personal y Atención a la Dependencia (SAAD), actualizada a 30 de junio, indica que al cierre del primer semestre del año había en España 1,2 millones de personas con derecho a una prestación o servicio por su situación de dependencia y que 826.362 ya la estaban recibiendo, es decir, que 381.508 siguen en lista de espera.

Por tipo de ayudas, continúa el avance de los servicios profesionales, que son ya el 65,06% de todas las ayudas reconocidas, en detrimento de las prestaciones económicas para cuidados en el entorno familiar, el 34,94%. En total, las 826.362 personas que reciben algún apoyo de la Ley de Dependencia, la cifra más alta desde la entrada en vigor de la norma, perciben 1.016.420 prestaciones y/o servicios.

Separar el trabajo de cuidados del doméstico

Además de las empresas que ofrecen este tipo de servicios a través de las instituciones públicas en la mayoría de los casos, las personas dependientes se ven obligadas a buscar ayudas por su cuenta. Muchas de las empleadas del hogar están en realidad, desempeñando trabajos relacionados con los cuidados. “Supuestamente tendría que cubrirlo el Estado”, advierte Graciela, de SEDOAC, “pero en un país envejecido y con los recortes, hay muchos abuelos solos”. La organización de trabajadoras del hogar cree que habría que separar el trabajo de cuidados y el trabajo doméstico en sí. “No es igual cuidar mayores, personas con algún tipo de discapacidad, niños, que necesitan otra clase de atenciones específicas, que el trabajo de limpieza”.

Pero lo cierto es que muchas de las empleadas del hogar cuidan a personas mayores. “Muchas veces, las empleadas de empresas como Asispa o Eulen, tienen un tiempo muy limitado y hay un tipo de cuidado y carencia afectiva, que no pueden realizar correctamente”, comparte Graciela.

Las trabajadoras del hogar cuidan de nuestros mayores, niños y niñas y personas dependientes. Y lo hacen en condiciones laborales de precariedad. Con menos salarios, más horas de trabajo, pagando ellas mismas la totalidad de la cuota de las seguridad social, sin pagas extras, expuestas a despidos por desistimiento. En el caso de las mujeres migradas se les expone a la irregularidad sobrevenida o se les obliga a trabajar en la economía sumergida ante la negativa de los empleadores y empleadoras a darles de alta en la Seguridad Social.

Por ello desde agrupaciones como SEDOAC o la Red de mujeres latinoamericanas y del Caribe en España solicitan el compromiso del Gobierno español para que sea una realidad la ratificación del Convenio 189 de la OIT, “sobre trabajo decente para las trabajadoras y los trabajadores domésticos” y su Recomendación 201. “Estamos cansadas de ser la chacha, la sirvienta, la esclava; también somos personas con necesidades, con familias, con sentimientos; y merecemos ser tratadas con dignidad y respeto”.

A partir de datos extraídos de un estudio de la OIT con una muestra de 117 países, tan sólo el 10% de todas las personas trabajadoras domésticas en el mundo está amparada por alguna legislación laboral y cuatro de cada diez no dispone de derechos laborales básicos. Además, la mayoría son mujeres, alrededor del 90%. Este dato, en España, supone el 8,4% del trabajo femenino, siendo la mayoría de trabajadoras domésticas de origen extranjero, sobre todo provenientes de Latinoamérica.

Mujeres inmigrantes

En España, el porcentaje de mujeres inmigrantes que trabaja en el sector doméstico es del 36%, el mayor porcentaje de la Unión Europa, y sólo el 10% se encuentra al mismo nivel de legislación laboral que el resto de trabajadoras. Si sumamos el número estimado de mujeres empleadas en el servicio doméstico en España, aquellas que lo realizan de manera irregular, y la carencia de derechos consecuente con esa irregularidad laboral, obtenemos como resultado más precariedad laboral para las mujeres, que además, en su mayoría, son extranjeras.

Es especialmente preocupante la situación de las empleadas internas. El 80 % de ellas trabaja muy por encima del número de horas máximas previstas en la ley del empleo, y casi un 18 % realiza hasta 90 horas a la semana, una media de 11-14 horas al día. 8 de cada diez trabaja más de 60 horas semanales, un tercio no tiene ni una hora libre entre semana. La mayoría de estas empleadas no cobra el salario mínimo que le corresponde. Los datos muestran una vez más los abusos e irregularidades de un trabajo que roza las condiciones de esclavitud.

Aurora (nombre ficticio) sufrió malostratos y logró salir de esa situación. Ahora es una de las tantas empleadas extranjeras del hogar que se dedica al cuidado. Trabaja de lunes a lunes, sin descanso, cuidando una persona de avanzada edad. "Hago los quehaceres de la casa: lavar, cocinar, planchar, y atenderlo a él, vestirlo, bañarlo. Duermo allí todas las noches, salvo algún festivo". Aunque está dada de alta en la Seguridad Social, sólo cobra 650 euros por 7 días de trabajo a la semana. "Es un trabajo muy duro y muy mal pagado. Me pagan una nómina, pero pone 40 horas, y trabajo muchas más".

“Cuidar de otros es muy satisfactorio. Empatizar con la gente, ayudarles a tener una mejor vida, es algo que me gusta mucho, a pesar de que no me pagan lo suficiente. Ponerme en el lugar de la persona dependiente es lo que me da la mejor retribución”, concluye Alondra.

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