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La revolución feminista es un salto de Biles

Viernes 7 de enero de 2022

Cristina Fallarás 6 enero 2022 Público

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mone Biles de EEUU aplaude durante la final del equipo femenino de gimnasia artística durante los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.- Loic Venance / AFP

El martes 27 de julio del recién despedido 2021, la más aclamada estrella olímpica de Estados Unidos dijo basta. Simone Biles, cuatro veces medalla de oro, pronunció ante el mundo las palabras "salud mental". Y todo cambió. "Tengo que concentrarme en mi salud mental", dijo para explicar por qué se retiraba de la competición. Empezamos este 2022 con algo que ha cambiado definitivamente.

Esas palabras asestan un golpe de muerte a la idea del mejor, del mayor, del más fuerte, a la idea de la superioridad como triunfo. Las palabras de Biles abrieron una grieta en la forma en la que se estructura nuestra sociedad. Todo. El deporte, evidentemente, pero por encima de eso, la educación, el trabajo, las relaciones personales, la cultura, la descripción de lo que somos. De golpe, puso en evidencia que la Historia no pertenece a los ganadores. Más aún, puso en crisis la idea misma de qué es un ganador, una ganadora.

Bajemos al colegio. Lo escolar se basa en las calificaciones. Las calificaciones son una construcción competitiva. Ahí están "la mejor" contra "la peor". Pero ¿quién es "la mejor"? De eso se trata. Vamos a lo bestia. La Historia se articula en el relato entre vencedores y vencidos. Pero ¿quién es el que vence? De eso se trata. "El más". El más fuerte, el más grande, el más alto, el más listo, el más blablablá.

¿Y si ya no fuera así? Porque probablemente ya ha empezado a no ser así.

"Simplemente creo que la salud mental es más importante en los deportes en este momento. Tenemos que proteger nuestras mentes y nuestros cuerpos, y no solo salir y hacer lo que el mundo quiere que hagamos", dijo Biles. "Ya no confío tanto en mí misma", dijo. ¿Quién es mejor, la que gana o la que es capaz de, con 24 años, admitir en público que no confía tanto en sí misma? ¿Quién gana, la medalla de oro o quien enuncia las palabras "salud mental" y se las cuelga con una cinta que representa a todas las naciones? "Simplemente tienes que dar un paso atrás", enunció Biles. Puede subirse al podio quien lo hace dando un paso atrás. Eso es.

El 8 de marzo de 2018, varios millones de mujeres secundaron en España una huelga feminista que paró el país. Era una huelga por los derechos de las mujeres, contra la violencia machista, y además una huelga de cuidados y de consumo. Las mujeres del mundo entero se movilizaron y con el tiempo se ha visto que una idea en principio complementaria lo ha cambiado todo. Los cuidados. Para entender qué significa exactamente eso, bastan dos preguntas:

Pregunta 1: ¿Cuánto ganan un corredor de Bolsa y una cuidadora de ancianos?

Pregunta 2: ¿Qué es más importante para una sociedad, un corredor de Bolsa o una cuidadora de ancianos?

La respuesta es obvia. La cuidadora de ancianos es inmensamente más necesaria que el corredor de Bolsa. Cuidar de nuestros ancianos y ancianas, de nuestros menores, es inmensamente más importante que jugar a la Bolsa. Y ahora, busquen y comparen los sueldos.

Sin embargo, la idea de cuidados no se quedó ahí donde la clavamos con una chincheta en el corcho de aquel 2018. En un par de años, los cuidados han empapado lo que somos y ya no solo tienen que ver con el ámbito asistencial, laboral o "doméstico". Se trata de cómo nos comportamos con nosotras mismas y entre nosotras. Ahí está la brecha, que es histórica e íntima. Es común. Al asumir y ensanchar la idea de cuidados, las mujeres hemos sacudido la jerarquía de los valores que ordenan nuestra sociedad. Hasta el punto de que una fuera de serie de una competición diga "Hasta aquí he llegado".

El gesto de Simone Biles responde y es consecuencia de un cambio estructural, esencial e histórico, fruto del desarrollo del feminismo y de la posibilidad de difusión que dan las nuevas formas de comunicación. No por casualidad la base de su pequeña inmensa revolución se sustenta en la salud mental. Ah, los tabúes, los mundos prohibidos a los victoriosos, a los "superiores". Pero ese paso sucede al anterior: su denuncia de abusos sexuales por parte de Larry Nassar, el médico de la selección estadounidense de gimnasia artística.

Todo paso sucede al anterior. Las mujeres lo sabemos bien. Pero de pronto se salta. Hay saltos que coronan el paso a paso. Por ejemplo, un triple doble en suelo.

El 15 de enero de 2018, Simone Biles publicó en las redes sociales: "La mayoría de vosotros me conocéis como una chica feliz, graciosa y con energía. Pero últimamente me he sentido rota y cuanto más trato de apagar esa pequeña voz en mi cabeza, más alto me grita. Ya no tengo miedo de contar mi historia. Yo también soy una de las supervivientes que sufrió abusos sexuales por parte de Larry Nassar". Tenía 20 años y el movimiento #MeToo había estallado apenas tres meses atrás. "Durante muchos años me pregunté: ‘¿Fui muy inocente?, ¿fue mi culpa?’ Ahora ya sé la respuesta a esas preguntas. No. No fue mi culpa. Tras escuchar las valientes historias de mis amigas y otras supervivientes, sé que esta horrible experiencia no me define".

Un año después de estas declaraciones, en agosto de 2019, Biles se convirtió en la primera mujer que ejecutaba un triple doble salto en suelo.

Al denunciar a Nassar, la gimnasta se unió a un movimiento que acababa de arrancar y aún sigue tomando impulso. Al anunciar este pasado 2021, tres años después, su decisión de abandonar una competición para cuidarse, cambió las reglas de una manera que ni ella misma ni nadie ha alcanzado todavía a valorar.

Este 2022 ya no somos las mismas. Todo ha cambiado definitivamente. El sempiterno baremo masculino que señala quién gana y quién pierde yace a sus propios pies como la muda de una piel sin recambio. La misma idea de ganar o perder huele a bragueta triste de tergal. Ya no gana el más fuerte, se acabó la competición. No es un asunto deportivo. Es académico.

Hace ya demasiado tiempo que me ronda una cuestión. Cuando se denuncia que no hay mujeres en los premios nacionales de lo que sea, que no hay mujeres en los jurados, me pregunto: ¿por qué deberíamos interesarnos por eso? Ganar algo implica competir. Competir implica aceptar unas normas de rivalidad donde debe ganar el mejor. ¿Qué significa ser "el mejor"? A partir de ahora y para nosotras, significa atender a nuestra salud mental, denunciar aquello que nos agrede sin atender a las represalias, parar y mirarnos.

Empezamos un año como nunca ha habido otro. Algo así como un triple doble en suelo, algo nunca visto.

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