Xarxa Feminista PV

La pornografía tras las cámaras

Sábado 18 de febrero de 2023

YAZMINA VARGAS VELEDA 15/02/2023 Pikara

En su libro ‘Política sexual de la pornografía. Sexo, desigualdad y violencia’, Mónica Alario escribe lo que considera que es la pornografía, su origen y sus consecuencias. Lo hace después de cuatro años de investigación y visualizaciones de vídeos de plataformas mainstream como Pornhube y Xvideos.

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Valerie Harper, feminista estadounidense contra la pornografía./ Origen desconocido

Mónica Alario Gavilán (Madrid, 1991) es doctora Internacional en Estudios Interdisciplinares de Género y está licenciada en Filosofía. Es una investigadora experta en violencia sexual y pornografía y su ensayo Política sexual de la pornografía. Sexo, desigualdad y violencia, editado por Cátedra, es el resultado de la tesis doctoral que realizó entre los años 2015 y 2020. Gracias a ella ganó el I Premio de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género a tesis doctorales sobre violencia contra la mujer del año 2020, y un aluvión de seguidoras que han quedado fascinadas por su ardua investigación y sus dotes como comunicadora a la hora de hablar sobre el porno.

Cuando una termina de leer Política sexual de la pornografía siente enfado, siente rabia y unas ganas inmensas de quemarlo todo, pero también orgullo y gratitud por el tiempo que Mónica Alario ha invertido en su investigación, en haber tenido que visualizar y analizar tanta violencia para transmitir a sus lectoras lo que hay detrás de esta industria. Este no es solo un ensayo sobre el porno y todas las consecuencias negativas que trae consigo. Es un libro de consulta, un libro para tener cerca y, así, volver a él una y otra vez para investigaciones o artículos. Porque si en algo destaca esta obra es por el análisis que hace de los datos y de los vídeos, por las teorías de otras mujeres feministas en las que se apoya, y por sus fuertes argumentos, con los que si alguien no está de acuerdo, al menos sirven para generar debate.

Habrá quien lea a Alario y piense que es una persona muy radical, alguien que pretende erradicar la industria pornográfica y dejar sin trabajo a muchas personas. Pero lo que Alario busca es hacer entender la violencia sexual que hay detrás del porno y el inmenso número de agresiones sexuales que las mujeres y, sí, también niñas, sufren en él. Violaciones, agresiones físicas, torturas, asesinatos, pederastia, por citar algunos ejemplos. La escritora señala que la pornografía es violencia hecha desde el punto de vista de un hombre para que otro hombre se excite, se masturbe y luego quiera llevarlo a la práctica con una mujer que, por “su socialización, ha interiorizado que tiene que acceder a lo que él desea y que no sabe o no puede poner límites“.

Alario señala que el primer contacto con el sexo que tienen los niños y niñas en la actualidad es a través de la pornografía, porque está a un solo clic en sus móviles, ordenadores y tablets. Un clic que les lleva a ver y entender el sexo de una manera determinada y que puede convertirlo en un trauma. Alario habla también del movimiento social que se autodenomina “movimiento del amor hacia los niños”, que defiende la pedofilia como una orientación sexual que debe ser aceptada por la sociedad.

“Sus integrantes reivindican que se desvincule pedofilia de pederastia, argumentando que no todos los adultos que sienten atracción sexual hacia menores de edad ejercen violencia sexual contra ellos y ellas”. También afirman que quienes sienten esa atracción sufren “un estigma social injusto” y defienden a los pedófilos que satisfacen su deseo de otras formas que ellos consideran “inocuas”, pues se comercializan muñecas y robots sexuales con aspecto y tamaño de niñas. Argumentan que así “satisfacen su deseo sin agredir a menores”. A pesar de que se pueda diferenciar entre quien sí ejerce el delito y quien solo lo erotiza, Alario señala que defender el deseo sexual de personas adultas hacia menores supone ignorar el peligro de legitimación de la erotización de la infancia que implica la comercialización de estos juguetes.

No es un ensayo fácil de leer por la temática, pero tiene vocabulario sencillo y es de fácil acceso, aunque tenga 410 páginas. En él explica que convertir pornografía y sexo en sinónimos significa afirmar que el sexo es lo que presenta la pornografía, y que lo que presenta esta es sexo. De hecho, lo que se muestra en esta industria se idealiza como modelo de “buen sexo”. “Si esto fuera así, la violencia sexual contra las mujeres queda conceptualizada como sexo, haciendo difícil que ellas sean capaces de la violencia sexual que sufren y desligitimando la lucha por su derecho humano a una vida libre de violencia”, matiza. Tras visualizar cientos de videos de Pornhube y Xvideo de diversas categorías, las cuales hacen referencia a cómo son los cuerpos de las mujeres, su nacionalidad y las práctica sexuales que realizan, responde a ciertos interrogantes: ¿Por qué un hombre se excita viendo cómo torturan a las mujeres? ¿Por qué se excita viendo o recreando violaciones? ¿Por qué le excita la deshumanización de las mujeres? ¿Por qué le excita someterlas y tratarlas como a un objeto o como a un trozo de carne con agujeros, que carece de sentimientos y emociones?

Para dar respuesta a preguntas de este calibre estructura el libro en cuatro partes: en la primera, da contexto social a la realidad de la pornografía, poniendo el foco en el patriarcado y los géneros, construcciones asociadas a los sexos, que son mecanismos por los cuales se reproduce la “desigualdad de poder”. Esta desigualdad la que permite la subordinación y el sometimiento de las mujeres a los hombres, haciéndolas creer, además, que sus elecciones son “totalmente libres”. Y esto, en palabras de Alario, es posible por la alianza entre el patriarcado y el neoliberalismo, partiendo este de que todas las personas son libres e iguales y, por eso, “cualquier acto de cualquier persona es parte de su absoluta libertad de elección”.

También indica, sin embargo, que no se puede hablar de una libertad real, porque no se tienen en cuenta las desigualdades estructurales que atraviesan las sociedades en la actualidad. Una de las ideas clave que expone en esta primera parte y que despierta polémica es que la pornografía está tan normalizada que se entiende como sexo y no como violencia sexual, cuando la realidad es que en todos los vídeos que Alario analiza muestra la sexualización y cosificación absoluta de la mujer.

La segunda parte muestra los orígenes y la actualidad de la pornografía. La “edad de oro del porno” tuvo lugar desde finales de los años 60 a principios de los 80. Las revistas con imágenes de sexo explícito empezaron a comercializarse en supermercados y quioscos, intruduciéndose en el espacio público la pornografía con su respectiva cosificación de las mujeres. Alario cuenta cómo estos medios, trajeron consigo la primera consecuencia: “La explotación sexual de la materia prima, que, en este caso, era el cuerpo de las mujeres”. Entre muchas ideas brillantes y dudas aclaradas, se puede remarcar una idea recogida por esta experta: “El hecho de que los hombres den rienda suelta a un deseo sexual cargado de desprecio hacia las mujeres es algo transgresor, pues es un instinto natural reprimido por la cultura y la religión. Los varones identificaron la expresión de ese deseo que unía el sexo y el desprecio hacia las mujeres con la libertad, y tildaron a las feministas radicales de represoras y censoras”.

Hace referencia, además, a algo que es clave para comprender el funcionamiento del patriarcado: “En 1967, 1969, 1971 surgieron grupos activistas como WAVAV (Mujeres contra la violencia contra las mujeres) en los que las feministas antipornografía retomaron las ideas desarrolladas por el feminismo radical y el lesbianismo político de que la excitación masculina estaba atravesada por la desigualdad de poder y de que esa excitación estaba vinculada con la degradación y humillación de las mujeres a través de las prácticas sexuales”. Esto fue conceptualizado por las feministas antipornografía como una expresión de odio de los hombres a las mujeres. Y Alario aprovecha este concepto para explicar que la pornografía legitima, justifica y normaliza la violencia sexual contra las mujeres, afirmando que los hombres sienten excitación al ejercer violencia sexual contra ellas y percibir así que tienen más poder. Por eso, las feministas antipornografía, entre ellas Alario, llegaron a una conclusión: “Los hombres violan porque quieren. Lo hacen, sencillamente, porque les excita“.

Los mensajes que envía la pornografía es la temática de la tercera parte del libro, donde analiza la “propuesta política sexual de la pornografía haciendo explícitos los mensajes que transmite principalmente a los hombres”. La escritora profundiza en el placer y el dolor de las mujeres en esta industria y menciona una serie de ideas que invisibilizan la desigualdad patriarcal y sexualizan y erotizan la violencia. Algunos de esos mitos son que el placer de las mujeres no tiene relación con el clítoris, que lo que realmente les proporciona placer es dárselo a los varones, o que las mujeres pierden el control al ver un pene. El culto al falo y la penetración como principal forma de obtener placer sexual es algo que está muy extendido en la sociedad. Parece que se olvida que el clítoris es un órgano preparado para dar placer. Sí, Alario deja las ironías de lado para explicar cómo la “política sexual pornográfica” propone que el placer real de las mujeres desaparezca y que quede sustituido por proporcionar placer a los varones.

El fascinante ensayo termina con una cuarta parte que es la que proporciona soluciones. Da herramientas y estrategias que llevan hacia la erradicación de la violencia sexual y todo tipo de pornografía. Acabado el libro, una de las conclusiones que se saca es que hay acabar de raíz con ella es parte de la solución. Algunas de las propuestas que Alario aporta están relacionadas con la educación, porque es fundamental para “avanzar en la prevención de la violencia sexual y su erradicación”. La educación sexual de los centros educativos de hoy es insuficiente: “Es coitocentrista, falocentrista y heterocentrista. No solo hay que informar sobre las relaciones sexuales, también de otros aspectos como la educación para la igualdad”. De esta manera, ellos crecerán viendo personas en vez de objetos y con una empatía que les impedirá sentir excitación ante el dolor ajeno. Y ellas serán conscientes de sus propios cuerpos, del placer que les puede proporcionar, de situarse ellas en primer lugar y cuidarse antes que cuidar.

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