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La película ‘Una joven prometedora’: Y el Oscar es para… el tortazo al patriarcado

Lunes 3 de mayo de 2021

María Aller 28/04/2021 Pikara

La película ‘Una joven prometedora’, que acaba de ganar el Oscar al mejor guion original, es una historia de venganza que deambula entre la comedia negra y el thriller.

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Escena de ‘Una joven prometedora’.

Emerald Fennell se llevaba el pasado domingo el Oscar a Mejor Guion Original por su ópera prima, Una mujer prometedora. Podía haber ganado también el de Mejor Dirección, pero recayó en Chloé Zhao por Nomadland. Juntas han hecho historia, dado que es el primer año que hay dos mujeres nominadas a la vez en la categoría de Mejor Dirección. Y con esta ya son 93 ediciones. Los dos trabajos, siendo muy diferentes, coinciden en contener un mensaje subversivo: si el de Zhao habla sobre los olvidados del sistema económico, el de Fennell pone la mirada en las olvidadas del patriarcado. Todas esas víctimas que han padecido alguna vez abusos de los hombres. Porque tal y como está establecido en la sociedad, su condición de poder les ha consentido ese derecho.

Dado que la película ofrece una mirada a la violencia machista, se podría esperar que la cineasta británica hubiera optado por una cinta con un argumento basado primero en una agresión, después en la búsqueda del culpable, a continuación en un juicio, etc. Sin embargo, la también guionista prefiere narrar una historia de venganza que deambula entre la comedia negra y el thriller. El resultado es una obra impetuosa e inteligentísima, aderezada con una banda sonora evocadora y una estética de lo más colorista.

Su historia nos presenta a Cassie (Carey Mulligan), una chica que contaba con una carrera prometedora por delante matriculada en Medicina. Todo ese futuro se va al traste cuando Nina, su mejor amiga, sufre una agresión sexual. Cassie parará todo en su vida desde ese momento: sus estudios, su vida personal o sus inquietudes. Ahora su única motivación es ir a los bares por la noche y hacerse pasar por borracha para dar una lección a aquellos depravados que quieren aprovecharse de su estado supuestamente desvalido.

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Cartel en inglés de ‘Una joven prometedora’.

Una chica frente al sistema

La trama que escribe Fennell es tan evidente como bien narrada está. La protagonista es una justiciera enfrentándose a las injusticias que se han dado por normalizadas. Es la única persona con la que pudo contar su amiga cuando la violaron. El entorno de Nina, resumido en tres personalidades a las que Cassie irá a rendir cuentas, se justificará bajo los argumentos manidos que proclaman eso de «ella se lo ha buscado». O bien prefiere creer al chico para no manchar su reputación, o incluso ha buscado excusas para demostrar que esa chica era la culpable de aquel abuso. Todos ellos son ejemplos que hemos visto claramente en casos mediáticos. No obstante, como quiere exponer la película, esa violencia machista es un hecho imperante en nuestro día a día y está más aceptada en la sociedad de lo que se cree.

Con esa cuidada trama, Fennell ha sido clara y ha ido a por todas: muestra hasta el extremo cuáles son las consecuencias de normalizar la cultura de la violación que ha prevalecido desde siempre. Por eso en su película va hasta el final sin tapujos. Y teniendo el ojo en tal meta no ha descuidado la estética: esas letras de canciones pop que componen la banda sonora detallan con atino las relaciones tóxicas: el Toxic de Britney Spears se escucha aquí en una versión casi tétrica, marcando el punto y aparte del guion. Pese a la dureza de la narración, la dirección artística destila cierta armonía. Todo ayuda a que Cassie resulte más cercana al público. Pese a su sed de venganza, es una chica más, pero una joven del montón que ha decidido decir «¡basta ya!», aunque la tomen por «loca», un calificativo que tantas veces se utiliza inmerecidamente para definir a tantas mujeres.

El espejo en el que hay que mirarse

Un compañero de quien escribe este texto reconocía que los personajes masculinos de este largometraje podían haber salido de alguna película tipo la saga American Pie, y la similitud es muy acertada. Durante mucho tiempo se han mirado –y sobre todo, normalizado- con humor muchos roles tóxicos masculinos.

La generación de Cassie (nacida entre finales de los años 80 y principios de los 90) ha vivido escuchando de fondo el mensaje feminista en la teoría, pero no en la práctica: le cuesta -todavía- ver a una chica con múltiples relaciones sexoafectivas, y juzga más a las mujeres mientras dota de más privilegios a los hombres.

La película no esconde sus intenciones y Fennell ha sido muy directa con el mensaje que quería lanzar. Si a los siempre convencionales académicos les ha convencido tanto la propuesta como para concederle la estatuilla a la debutante realizadora, significa que -ojalá- les haya hecho recapacitar. Tal vez así se sumen a ese lema cada vez más extendido: «Yo sí te creo».

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