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La influencia de la maorí Meri Te Tai Mangakāhia en la historia del sufragio femenino

Domingo 30 de octubre de 2022

Sus intervenciones y llamamientos en el parlamento maorí de Nueva Zelanda iban un paso más allá que las de las feministas europeas contemporáneas. Resultaron decisivas para el sufragio femenino.

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Meri Te Tai Mangakāhia. — WIKIPEDIA

MADRID 29/10/2022 LEIRE ARIZ SARASKETA Público

Hace una década, la neozelandesa Emma Frost descubrió una piedra con una placa en el jardín de casa de su bisabuela, Meri Te Tai Mangakāhia. En ella se leía una dedicatoria que reconocía su papel fundamental como sufragista en Nueva Zelanda, el primer país en otorgar a las mujeres el derecho a voto en elecciones parlamentarias en 1893, y por extensión en la Historia del movimiento feminista universal. "De niña no me contaron nada de ella", diría después a la radio nacional. "Me quedé impactada".

Comenzó entonces una investigación sobre sus antepasados que culminó en una exposición del museo de Auckland por el 125 aniversario de la aprobación del sufragio femenino, titulada Are We There Yet. "Pensé: ¿Por qué no he oído hablar de ella antes? Mi misión se convirtió en sacar a la luz su historia y una de las primeras cosas que aprendí es que Meri, una mujer que dio forma a nuestra nación, era muy invisible".

A finales del siglo XIX, la comunidad maorí de Nueva Zelanda tenía un parlamento propio, llamado Kotahitanga, que no era reconocido por el Gobierno central del país. La asistencia de las mujeres a las deliberaciones era frecuente, y, un año después de su apertura, una joven Mangakāhia, que entonces tenía 24 años, realizó una intervención que empezaba así: "Hoy propongo una ley que permite a las mujeres tanto participar en la selección de miembros parlamentarios como sentarse en el Parlamento".

Sus ambiciones iban un paso más allá que las de las feministas europeas contemporáneas. Mangakāhia argumentó sobre la base de que muchas mujeres maoríes poseían y administraban sus propias tierras y dijo que aunque los jefes maoríes habían apelado a la reina Victoria en varias ocasiones, las mujeres maoríes no habían obtenido ninguna ventaja de estos llamamientos. Sugirió que la reina respondería más fácilmente a las peticiones de las mujeres. Y, lo más importante, propuso a mujeres candidatas sin limitarse al sufragio. Apeló así a las tradiciones ancestrales maoríes que relacionaban el poder de decisión con la propiedad y el trabajo de la tierra.

Mientras tanto, en Auckland, una joven colona inglesa de nombre Kate Sheppard lideraba la WCTU (Women’s Christian Temperance Union o Unión Cristiana de Mujeres por la Templanza), una organización que llevaba ya unos años demandando el voto para las mujeres. Lo hacía con argumentos de corte moralista, bajo la premisa de que la incorporación de las mujeres a la vida política del país resultaría en un mejor control de una sociedad en decadencia, en la que uno de los problemas que más preocupaba a la opinión pública era el alcoholismo.

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Un grupo de mujeres posa en una imagen que forma parte de la exposición Are We There Yet, del museo de Auckland, en Nueva Zelanda. — Sir George Grey Special Collections / Museo de Auckland

El activismo de la WCTU dio frutos el año en que Mangakāhia se dirigió a la Kotahitanga maorí. El grupo de Kate Sheppard obtuvo más de 32.000 firmas de apoyo, incluyendo el de las mujeres nativas, y el Parlamento aprobó por veinte votos contra dieciocho una nueva ley electoral que permitía votar en las elecciones parlamentarias a todas las mujeres mayores de veintiún años, maoríes y pākehās, con excepción de extranjeras y reclusas.

El 29 de noviembre de 1893, un día después de que las mujeres votaran en elecciones parlamentarias por primera vez, Elizabeth Yates fue elegida alcaldesa de Onehunga. Fue la primera mujer en ostentar el cargo en todo el imperio británico.

Yates, verso libre, se diferenciaba del movimiento de Kate Sheppard en que no estaba en absoluto en contra del alcohol. "Sería una gran vergüenza privar al trabajador de su cerveza", dijo una vez. Después de la muerte de su esposo, fue internada en el hospital psiquiátrico de Auckland. "Y no fue por ninguna enfermedad mental, sino porque no sabían qué hacer con mujeres así en esos días. Era franca y difícil, le gustaba beber, así que la enviaron al manicomio", dice su bisnieta Marjory Hamlin.

Victoria Travers, curadora de Are We There Yet?, dice que Mangakāhia y Yates representan a mujeres que afirmaron algo más que el derecho al voto. "Tendemos a centrarnos en la importancia del voto, pero aquí tenemos mujeres que pedían más que el voto y cuya contribución se reconoce en menor medida que la de las sufragistas".

Así, la historia de Mangakāhia no encaja ni en los relatos en los que el derecho al voto de las mujeres es una exportación occidental, ni en las historias en las que la resistencia indígena conduce al derrocamiento del poder colonial. ¿Qué habría sido del sufragismo europeo sin las pioneras de Nueva Zelanda y de ellas sin las demandas de las maoríes?

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