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La huelga de nuestras abuelas: "Me criticaron por comprarme una lavadora"

Viernes 8 de marzo de 2019

Mi abuela Ana me recibe haciendo bicicleta estática, lenta, con buen humor. Recuerda el 8M del año pasado: "Fue un gozo"

"Yo, como no he ganado, parece que no he trabajado", dice con un regusto amargo. Los cuidados que ella y miles de mujeres hacían se daba tan por hecho que ya no es que pasara desapercibido, es que ellas mismas sentían que no era "importante"

Quizá este 8M deberíamos decir a nuestras abuelas que esto es también por ellas. Sacarlas a la calle, poner con ellas un delantal en sus balcones, preguntarles por sus vidas, contar sus historias

Ana Requena Aguilar 03/03/2019 eldiario.es

Es domingo y estoy en Albacete. Mi memoria me recuerda que ese mismo fin de semana, hace un año, estaba en el mismo lugar. Que crucé la calle que separa la casa de mis padres y la de mis abuelos para abrazarles y sentarnos a hablar alrededor de su mesa de comedor. Mi abuela me recibió haciendo patatas fritas y en la cocina comenzamos a hablar de la huelga feminista que venía. Este año repito el ritual y camino a verles. Un año entero se deja notar siempre, más si has pasado de los 80. Mi abuela Ana me recibe haciendo bicicleta estática, lenta, con buen humor. Recordamos el 8M, pensamos en cómo será este. Empiezo a grabar y se me queja, pero acepta: "Bueno tú lo que veas, ya sabes que yo solo digo lo que yo pienso".

Vídeo: Mi abuela Ana cuenta cómo vivió la huelga del 8M

Le cuento que este 8 de marzo también hay huelga feminista. A ella aún le resuenan las palabras del Papa, ese "todo feminismo acaba convirtiéndose en machismo con falda". Como católica de base, le duelen. "Será que para él feminismo significa una cosa diferente que para mí" dice. ¿Y qué significa para ti?, le pregunto. "Derechos", dice en una respuesta sencilla que me vuelve a recordar cómo han cambiado las cosas desde ese 1938 en el que ella nació.

Volvemos a hablar de que en esta huelga los cuidados son centrales. Al principio ella cree que me refiero a quienes cuidan en residencias o atención a domicilio, a las empleadas del hogar, a las escuelas. Sí, le digo, eso también, pero esta huelga es también para quien cuida en casa o donde sea, sin salario; el cuidado que nos sostiene cada día. Los cuidados que tú has hecho, abuela. "Yo, como no he ganado parece que no he trabajado", dice con un regusto amargo. Lo que ella y miles de mujeres hacían se daba tan por hecho que ya no es que pasara desapercibido, es que ellas mismas sentían que no hacían nada "importante".

Entonces, surge la anécdota. ¿Cuidar? "De día y parte de la noche". Pero hay algo de lo que se ha acordado y que ahora duda en contarme. Cuanto tuvo a su sexta hija, ella y mi abuelo se compraron una lavadora. Y la criticaron, porque cómo se iba a comprar una lavadora una mujer que no trabajaba fuera de casa. Esa era su labor, y tener ahí esa máquina parecía estar diciendo que ella no la asumía como debía. Más de cuarenta años después, aquel comentario aún le duele.

Vídeo: A mi abuela la criticaron por comprarse una lavadora

Nuestras abuelas, su tiempo y sus vidas al servicio de una sociedad que no las reconoce. ¿Y no te ha dado miedo a veces no tener un ingreso propio, saber que tendrás algo tuyo...? La pensión de viudedad media son 650 euros al mes, pero hay mujeres que apenas rozan los 500 euros. Me pregunto qué desasosiego se puede llegar a sentir haciendo malabarismos con el dinero de tu cuenta después de una vida centrada en los demás y sin ingreso a tu nombre

Vídeo: Mi abuela Ana cuenta cómo las amas de casa intentaron conseguir una pensión.

Para terminar, un asunto delicado. Porque, pienso, que derechos y libertades que ahora nosotras consideramos irrenunciables eran algo casi impensable cuando nuestras abuelas y abuelos crecieron. Así que abuela, ¿y el aborto qué? "No nos pueden obligar".

Vídeo: Mi abuela Ana dice que no podemos obligar a las mujeres a no abortar

Quizá este 8M deberíamos decirles a nuestras abuelas que esto es también por ellas. Sacarlas a la calle, poner con ellas un delantal en sus balcones, preguntarles por sus vidas, contar sus historias. Sentir como nunca, mientras caminamos por las calles, que somos afortunadas y que, de ninguna manera, podemos volver atrás.

Y, por si acaso, recordad esa frase, esa que mi abuela soltó cuando vio que "los derechos de las mujeres" prometidos siempre tenían algo que les adelantaba: "Pero esto se va a mover, ¿o qué?"

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