Domingo 19 de enero de 2025
Avanzar en la carrera universitaria es complicado y las demandas que exigen en los puestos más elevados obligan a muchas mujeres a tener que discriminar entre la carrera y los cuidados.
Alejandro Hortal 18/01/2025 Público
La mayoría de carreras universitarias duran, por lo general, entre los cuatro y cinco años; una cifra que se va ampliando como mínimo un año más si estudias un máster, y que puede llegar a alargarse a una vida entera si buscas desarrollar tu carrera laboral dentro de la universidad. Horas de trabajo incalculables que muchas veces no quedan registradas y que sustraes de otras actividades de tu día a día, como alargar la hora de comer, reducir las horas de sueño o, por ejemplo, decidir cuándo y cómo ser madre.
Esta dicotomía es a la que muchas mujeres deben enfrentarse cuando quieren desarrollar su carrera profesional en el ámbito universitario español. Según un informe publicado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades en 2023, sólo el 25,6% de cátedras en España son mujeres; un porcentaje que es aún menor si hablamos del número de rectoras al mando de una de las universidades públicas españolas: solo una de cada cinco son mujeres.
“Hay una brecha, y las cátedras son un buen indicador que nos ayudan a ver las dificultades de las mujeres en la carrera universitaria”, responde a Público María Isabel Menéndez, catedrática de la Universidad de Burgos y coordinadora de la Red de Unidades de Igualdad de Género para la Excelencia Universitaria (RUIGEU), una asociación que desde 2009 reúne las unidades, comisiones y oficinas de igualdad de más de 50 universidades españolas con el objetivo de promover la igualdad de hombres y mujeres dentro del ámbito universitario.
Para Menéndez, el acceso de las mujeres al trabajo en la universidad es más difícil que para los hombres, y mantenerlo, también, pues se ven afectadas a la hora no solo de acceder a las distintas categorías profesionales, sino también a determinados complementos. “Sin duda una de las razones es la dificultad de conciliación y corresponsabilidad”, señala.
“En mi departamento, los puestos de mayor rango académico los ocupan en proporción abrumadora hombres, y no hay ninguna mujer con plaza de catedrática”, cuenta a Público una profesora del área de Ciencias Humanas de la Universidad del País Vasco (UPV-EHU) que prefiere mantener el anonimato. “He asistido a rápidas promociones a cátedra entre mis compañeros masculinos, mientras que la mía está siendo larguísima”. Madre de dos hijos, ha visto su carrera ralentizada “porque el problema era poder dedicar tiempo a la promoción, y al papeleo que requiere, y yo concentré mis esfuerzos en la investigación y la docencia y en atender a mi familia”.
Incluso durante los primeros años de su carrera docente, que coincidieron con los de su maternidad, ocupó una plaza de rango inferior a su nivel académico, sin poder ocuparse de mejorar su posición. “No llegaba a todo”, señala. Después de cerca de tres décadas de carrera en la universidad, y habilitada hace ya unos años, sigue a la espera de que resuelvan su promoción a cátedra.
El progreso académico
Las cátedras son el grado más alto al que un académico puede acceder y el informe del Ministerio arroja una interesante perspectiva sobre cómo evoluciona la brecha de género a lo largo de la carrera universitaria. Uno de los datos más relevantes es que entre el alumnado de grado y máster existe una clara mayoría de estudiantes mujeres -56% y 54%, respectivamente- sobre hombres. Estos porcentajes, no obstante, son poco más que una ilusión, pues conforme avanzamos en los niveles intermedios -doctorandos, tesis aprobadas…- la curva se iguala alrededor del 50%.
¿En qué momento cambia el sentido de la curva? La primera gran variación surge cuando se representa el grado anterior a la cátedra, principalmente donde se engloban la mayoría de profesionales que trabajan en la universidad. En este momento, la representación femenina disminuye al 44,5% del total, algo más de diez puntos de diferencia con sus compañeros masculinos.
Para hacernos una idea: en el departamento donde trabaja esta profesora de la UPV-EHU, sólo el 26.4% de las integrantes son mujeres, y ninguna de ellas catedrática. “Creo que las mujeres nos preocupamos menos por promocionarnos que los hombres y no por falta de visión de largo recorrido”, responde la profesora.
Avanzar dentro de la estructura jerarquizada de las universidades no es tarea fácil y se debe cumplir con una serie de requisitos, no solo burocráticos, que decide la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA) y que poco o nada favorecen a la conciliación familiar: desde las estancias en el extranjero a ocupar puestos de gestión -jefes de departamento, jefe de equipo de investigación, vicedecanatos…- dentro de las estructuras universitarias . “Cuidar de las personas dependientes siempre va a ser un hándicap para las mujeres porque en un porcentaje muy elevado son las mujeres las que asumen estos roles de cuidados”, subraya Menéndez.
“Lo más fácil es cumplir con la docencia”, asegura Tamara Antona Jimeno, profesora en la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y madre de tres hijos: “Lo que es más complicado en términos de acreditación es cubrir una serie de requisitos que se piden, como conseguir una beca en caso del doctorado o las estancias de más de tres meses. Eso, teniendo familia, es muy complicado”.
De la misma opinión es Marta Carro (pseudónimo), profesora titular de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) y madre de dos hijos: “Si se te exige hacer estancias de seis meses en el extranjero, de seguido no los vas a poder hacer, porque no puedes desaparecer de tu vida seis meses, ni tampoco llevarte a tus hijos ese tiempo, porque tienen que estar escolarizados”. Estas estancias en el extranjero, aunque puedas hacerlas “de poco en poco”, ya obligan a alargar el proceso de obtención de unos méritos académicos difíciles de obtener si buscas conciliar.
Los requisitos de la ANECA para avanzar y conseguir la cátedra universitaria han ido volviéndose cada vez más complejos con los años, sobre todo tras la crisis de 2008, hasta el punto de que, para hacer el papeleo, “ahora hay empresas que se dedican a esto”, cuenta la profesora vasca.
“Cuando no existía el sistema de habilitación a cátedra [de ANECA], era más sencillo acceder a estas plazas. Después ha sido más complicado, especialmente para tratar de conciliar”, cuenta la profesora vasca. Una situación que permite hacernos una idea de cómo la falta de conciliación en el pasado ha provocado, también, que académicas como esta profesora hayan tenido que ir postergando su carrera.
“Lo que está detrás es una ausencia de cambios sociales que hayan repartido esta responsabilidad entre hombres y mujeres”, puntualiza Menéndez, “porque los varones en la universidad también tienen padres y madres e hijos e hijas, pero el rol de cuidador se ha modificado poco y sigue recayendo en las mujeres”.
Planes de Igualdad: algunos avances y un largo camino por mejorar
Avanzar en la carrera universitaria es complicado y las demandas que exigen en los puestos más elevados obligan a muchas mujeres a tener que discriminar entre la carrera y los cuidados. Con la aprobación de la ley para la igualdad de hombres y mujeres en 2007, las universidades españolas tienen la obligación de elaborar y ejecutar planes de igualdad que avancen en la igualdad efectiva entre hombres y mujeres. En 2023, la ley de universidades también establece que los órganos colegiados y las comisiones de evaluación y selección en las universidades deben garantizar una composición equilibrada, medidas de acción positiva en los concursos y a favor de la conciliación y el fomento de la corresponsabilidad de los cuidados.
“Cuando hablamos de conciliación hay que tener en cuenta dos elementos muy importantes: la voluntad política (que la universidad quiera llevar adelante determinadas medidas) y que haya recursos”, comenta Menéndez, quien asegura que todavía son necesarios “más esfuerzos”.
Los cambios en la legislación han permitido que la situación laboral de muchas académicas haya mejorado gracias a las medidas de conciliación que han empezado a aplicarse desde las universidades. “Creo que se ha hecho un esfuerzo muy grande desde las unidades de igualdad. Hay unos planes en los que puedes solicitar conciliación y que concentren la docencia en la parte de la jornada en la que estás más disponible”, cuenta Antona Jimeno acerca de una de las medidas que permiten conciliar el trabajo docente y la maternidad.
Tanto Antona Jimeno como Marta Carro proceden de una carrera previa en la universidad privada y ambas profesoras señalan el gran cambio que ha significado para ellas el paso de la privada a la pública. “Yo antes trabajaba de sol a sol, con el engaño de que estaba en casa y con mi hijo, pero el rato que jugabas te sentías mal por no trabajar, y el que trabajabas, por no jugar, lo que influía al final en tu nivel de estrés emocional y laboral”, admite Carro.
“La universidad privada es una empresa. La manera de ‘conciliar’ no es desde el punto de vista académico, sino de la empresa”, cuenta Antona Jimeno, y asegura que el tiempo para la conciliación en tareas de investigación es muy diferente, pues “en la privada tienes que gestionar ambas cosas en tu tiempo libre”.
Sin embargo, los planes de igualdad todavía tienen que mejorar, puesto que Menéndez señala que “se enfocan más al cuidado de personas descendientes que de ascendientes y todavía no se ha pensado en términos de conciliación el cuidado de mayores y otro tipo de personas dependientes”. La coordinadora de RUIGEU hace hincapié en este aspecto, pues muchas universidades no aplican las medidas de conciliación citadas al cuidado de padres o madres en situación de dependencia, o de otras personas con estas necesidades.
“Nos encontramos con una población que cuando es joven asiste a las dificultades de conciliación por cuestiones de maternidad, y cuando empieza a entrar en edades más maduras, enfrentan un nuevo reto: el cuidado de personas dependientes, sobre todo madres y padres”, sentencia Menéndez. “Son nuevos retos que a las mujeres les van llegando en función del periodo de vida en el que se encuentran y que no tienen una solución a corto plazo en la empresa en general y en la universidad en particular”.