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La Sinsorga, un lugar soñado

Viernes 30 de junio de 2023

TERESA VILLAVERDE Y Mª ÁNGELES FERNÁNDEZ 28/06/2023 Pikara

Andrea Momoitio e Irantzu Varela han abierto un espacio cultural feminista en Bilbao: La Sinsorga. Se ha contado casi todo menos lo más importante: el salseo de dos compañeras que imaginaron un edificio entero para conspiraciones feministas y… lo han conseguido.

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Andrea Momoitio (izda) se abraza con Irantzu Varela. / Foto: cedida

Algunas llegaron con el vestido de los domingos, otras con el brilli brilli en los ojos, o con toda la carga de bisutería en oro y plata. Unas cuantas venían directas de cuidar o del trabajo, sin tanto andamiaje. Rulaba por ahí el triciclo de Odei sin Odei, porque una de sus madres había venido sola, pero con el juguete a cuestas.

Si el ambiente era de boda es porque la ocasión lo merecía y porque el espacio lo pide a gritos: el antiguo atelier de novias de la calle Askao número 9 de Bilbao abría sus puertas reconvertido en La Sinsorga, Kulturgune feminista.

El edificio todavía no tenía encendidos los rótulos de neón que ahora brillan en el Casco Viejo. Los cristales del escaparate estaban todavía tapados. No como ahora, que se puede ver desde fuera la maravilla de casa que nuestras compañeras Andrea Momoitio e Irantzu Varela han abierto para nosotras en Bilbao, con el trabajo de otras tantas mujeres -arquitecta, electricistas, albañilas, etcétera- que han estado en la faena durante 18 meses para construir este refugio. Un edificio de cuatro plantas que hace dos días vibraba con la gente que llegó allí después de la gala de apertura del 20º festival Zinegoak. Como si todo estuviera listo para que la ciudad recibiera un espacio así justo en el mes del Orgullo, para darnos casa al salir de cualquier evento. Para saber dónde encontrarnos todo el año. Para que el edificio nos recibiera a nosotras.

“La Sinsorga entera es como la cola del baño de tías”, dijo Cris el lunes 19 de junio. Porque ese día, cuando algunas llegaban con su traje de domingo y otras con lo puesto, todavía estaban las luces de neón apagadas, pero las cámaras de Al Borde Films, que han grabado el documental de todo el proceso de puesta en marcha y de reforma, seguían encendidas, preparadas para la primera inauguración oficial.

Allí éramos todas las que estábamos, pero no estábamos todas las que somos, porque no cabíamos. Las anfitrionas organizaron cuatro inauguraciones seguidas durante toda la semana para que las socias pudiéramos disfrutar del espacio antes de que se abriera al público. Todas éramos muchas, tantas que el aforo no permitía reunirnos a la vez: 300 sinsorgas.

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Un momento del primer día de inauguración. / Foto: cedida

Los medios de comunicación ya han contado todo lo técnico: que hay bar-restaurante en la planta baja con comida para llevar o comer ahí casi a todas horas, hecha por Sustraiak; que hay una tienda con camisetas, dildos de porcelana y otras fantasías, que os podéis asociar y disfrutar de la ganbara (ático) y ser las primeras en enteraros de todo para no quedaros sin sitio; que habrá charlas, recitales y otras actividades. Que quedan en el espacio cinco vestidos de novia intervenidos por cinco diseñadoras locales: Cris Lizarraga, Alberto Sinpatron, Nerea Torrijos, Ker Fatou y Julene Gregorio.

Pero quizá no han contado que a Irantzu Varela le temblaban un poco las manos cuando ella y Andrea Momoitio se subieron al andamio ese lunes 19 de junio. Un resto de la faena a destajo que fue el escenario para que ambas presentaran desde ahí el proyecto. Igual tampoco han dicho que se abrazaron muchísimo después de decir sus palabras de inauguración y que esa es la imagen con la que muchas nos quedamos de ese primer día. Ni lo guapas que iban, una con chaqueta de rosetones y peinado a lo martirio y la otra al estilo pijamero de los javis, pero en sobrio. Ni que estaban agotadas. Ni que han pasado bastantes nervios.

Ni que estaban muy contentas. Ni que se pasearon entre las invitadas intentando hacernos caso a todas como las novias en la boda. Porque eso era, un enlace para, por lo menos, los próximos ocho años. Un compromiso con las conspiranciones, con el feminismo, con las amigas, con la cultura, con los espacios que nos permiten juntarnos, mirarnos, saber cuántas somos y cómo sonreímos, y cantamos y bailamos o pensamos o nos reímos a carcajadas.

Los medios tampoco dicen que aguantaron las cuatro inauguraciones masivas y que el local reventó el viernes al abrirse al público y que agotaron existencias. Que Andrea decía que estaba flipando porque después de cuatro días de fiestas, todavía llegaba más gente.

Nosotras también sonreíamos porque el lunes era solo el principio. Y han pasado los días de boda y las celebraciones, pero ahí sigue el edificio. Con sus neones rosas, su lámpara enorme, sus dorados y rojos y verdes, su sardinera y palanquera en las ventanas, diseñadas por Carla Berrocal. Y el asterisco en la ventana del ático.

El trabajo que hay detrás no nos toca contarlo a nosotras, que las impulsoras también son periodistas y tienen aquí su blog. Pero ya os decimos que ha habido desvelos, quebraderos de cabeza, risas, alegrías, grabaciones, discusiones, ingenio, muchas tablas de excel, presupuestos, dudas, certezas, cariño, papeles, permisos, cables y tuberías, azulejos, sillas, muchos sillones e ilusión. Y ensoñación.

Porque La Sinsorga llevaba años en las cabezas de Andrea e Irantzu. No así, ni en esa calle, ni en ese local resignificado, ni con ese nombre. Pero tener un espacio feminista con varias plantas fue un anhelo que han hecho realidad con mucho neón fucsia. El antiguo bar Sildabia les llamaba en la acera enfrente de Pikara Magazine; también el local vacío que hay encima de nuestra redacción, preguntaron por algún que otro espacio en desuso del Casco Viejo. Hasta que el “se alquila” de la antigua tienda de novias Laura Batán fue una llamada irrenunciable. Y, como ellas han dicho varias veces, no encontraron a nadie que fuera al ver el local antes de firmar el contrato de alquiler y les dijera “no lo hagáis, no tiene sentido”. La cantidad de socias que ya tiene el espacio, la espera suscitada, la atención mediática, la acogida de empresas e instituciones y la gente que ha ido estos primeros días demuestra que La Sinsorga es más que necesaria. Es indispensable. Casi imposible ya imaginar Bilbao sin ese espacio en el que desayunar, picotear, tomar café, cañas, comer y charlotear. Y, por supuesto, imaginar. Porque la imaginación, a veces, traspasa la ensoñación y se convierte en hogares infranqueables.

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