Domingo 13 de octubre de 2024
Jumko Ogata Aguilar, escritora y activista afroasiática mexicana, traduce uno de los libros más populares de bell hooks, ‘Hermanas del ñame: mujeres negras y nuestra recuperación’, como puente entre las formas de organización de las mujeres negras en Estados Unidos y los espacios de mujeres negras y racializadas en el mundo hispanoparlante.
Paloma Chen 11 oct 2024 El Salto
“Elegir el bienestar es un acto de resistencia política”. Treinta años después de su publicación, ha llegado por primera vez al español Hermanas del ñame: mujeres negras y nuestra recuperación, uno de los textos más circulados de la referente afrofeminista bell hooks en Estados Unidos. Es un ensayo personal sobre la sanación y el cuidado de la salud mental como primer paso para resistir y enfrentar los sistemas de opresión sexistas y racistas. De este modo, la autorrealización y el autocuidado no son cuestiones egoístas, sino maneras de vincularse con el mundo: la base sobre la que construir comunidad e, incluso, activismos más efectivos.
La editorial mexicana y española U-Tópicas publica una edición actualizada y traducida con “perspectivas antirracistas”, y que incluye conversaciones con las activistas Desirée Bela-Lobedde y Sandy Joseph, radicadas en España y Chile respectivamente. Entrevistamos a su traductora, Jumko Ogata Aguilar, para hablar de terapia, autoayuda, amor como resistencia, antirracismo en el ámbito de la traducción, “neutralizar” o no la lengua, y cómo textos como este tejen alianzas entre mujeres negras de distintos territorios y generaciones.
El concepto de “autoayuda” ha sido tan ampliamente consumido como denostado en los últimos años. La propia bell hooks habla en el libro del problema de muchos libros de autoayuda (escritos y dirigidos hacia las personas blancas). ¿Qué aporta este libro desde la perspectiva feminista negra? ¿Lo considerarías de autoayuda?
La autora plantea que este es un libro de autoayuda pero hace también una revisión de qué es la autoayuda y para qué no sirve. Plantea que ha leído muchísimos libros de autoayuda que sí le han ayudado y han sido valiosos para su proceso, por tanto, pone sobre la mesa la idea de las necesidades particulares de cada persona, y cómo podemos hacer accesible la sanación, porque por ejemplo nos dice que que no todo mundo puede ir a terapia: no tienen el tiempo, no la pueden pagar, o ciertos tipos de terapia no funcionan a todas las personas, y eso no significa que no tengan derecho a sanar.
La mayoría de libros de autoayuda son escritos por personas blancas y dan esta idea de que le echas ganas y con eso vas a salir adelante, centrándose en la parte individual únicamente sin pensar en el hecho de que buena parte de los traumas que atraviesan nuestros cuerpos no son al azar, sino que son resultado de procesos de opresión articulados desde lo sistémico, desde la institución, que nos afectan en colectivo. Por ende, ciertos grupos de personas vamos a tener los mismos traumas. No podemos sanar de forma individual. Las sanaciones son colectivas: solo articulando procesos individuales con lo comunitario y luego lo sistémico, para hacer cambios radicales, podremos sanarnos de manera fundamental y sustancial.
De hecho, bell hooks se diferencia de otras escritoras en su fijación por el tema del bienestar y el amor: “Para los afroamericanos, la decisión de amar siempre ha sido un acto de resistencia”, “Quiero pensar que algunos esclavos debieron soñar con que, algún día, podrían desarrollar plenamente su capacidad de amar”, etc. Aunque, por otro lado, sin duda hay una tradición fuerte de escritoras negras que los tratan de uno u otro modo, como Audre Lorde y lo erótico.
Más allá de la literatura, las mujeres negras han planteado el amor y la falta de amor como un eje central en las vidas de las personas negras. Audre Lorde en Usos de lo erótico nos ayuda a pensar de qué nos sirve esta energía que tenemos, pero también el Colectivo del río Combahee, o Nicky Giovanni, que en los 60 tuvo una conversación grabada con James Baldwin, donde habla sobre que la forma en la que se reparte del amor es una cuestión política, y qué significa amar a pesar de todas las normas sistémicas que nos instarían a no hacerlo. También pienso en Toni Morrison y sus Ojos azules, que es fundamentalmente un libro sobre amarse a una misma, y no porque sea un simple “amiga, ¡quiérete!”, sino precisamente porque la sociedad constantemente desprecia ciertos cuerpos y nosotras mismas llegamos a creerlo. Algo muy valioso de este libro de bell hooks es la manera explícita que tiene de hablar de qué es el amor y cuáles son las dinámicas que nos han llevado a creer que ciertas cosas son expresiones de amor cuando en realidad son mecanismos de supervivencia que nos están haciendo más daño a la larga.
bell hooks escribe en este libro que nuestra sociedad ha convertido “el bienestar en un lujo de los blancos”, cuando debería ser accesible para todo el mundo. Pienso en algunos debates que he encontrado (sobre todo en el mundo angloparlante) sobre la apropiación de las personas blancas de los conceptos de autoayuda y bienestar, como si la salud o incluso la belleza pudieran ser solo patrimonio de un grupo concreto de personas. Pienso en Fariha Róisín y su Who Is Wellness For?: An Examination of Wellness Culture and Who It Leaves Behind, en las modas en Occidente de prácticas ancestrales asiáticas como el yoga o la medicina tradicional china, industrias donde, de hecho, hay una gran proporción de personas racializadas trabajando para dar servicios de bienestar y estética a una clientela mayormente blanca, mientras nosotras mismas no tenemos tiempo o condiciones para cuidarnos lo suficiente.
Uno de los legados del colonialismo es esta desconexión del cuerpo de sí mismo. No habitamos nuestro cuerpo de forma consciente justo porque nos explotan tanto que si conectas con tu cuerpo revientas, te mueres, ya sea por las largas jornadas laborales, por todo el trabajo emocional que se exige de nosotras, por el cansancio ante todas las microagresiones y agresiones que vivimos de forma cotidiana. Habitar en sociedades racistas requiere siempre, hasta cierto punto, de una desconexión del cuerpo, porque lo contrario supone abrir todas las heridas que traemos y estar como en carne viva. No obstante, esa desconexión también facilita la continuación de la opresión y de las dinámicas racistas.
Me encanta que bell hooks plantee que tenemos todos estos recursos ancestrales que en Occidente nos han dicho que no valen: que son supersticiones, eso no es salud… y así nos han sido arrebatadas. La medicina tradicional de China y de la India no son tan reconocidas como la medicina occidental. Por otra parte, no es casualidad que en todas estas tradiciones el bienestar y la salud también se piensan en términos de fuerza mental, o sea el qi, o el ashé, o como lo quieras llamar dependiendo de la cultura, y acá en Mesoamérica también hablamos de la fuerza de vida que tenemos, y que se te puede bajar: no solo algo físico sino algo emocional puede provocar que tu salud integral se vea afectada. bell hooks lo plantea no como que hay que regresar a exactamente cómo sanaban y cómo vivían sus vidas antes, sino a entender que la sanación no es individual sino que tiene que ocurrir en comunidad.
bell hooks escribe que hay personas negras que rechazan la terapia como algo de personas blancas. Algunas, por ejemplo, porque creen que hay una incompatibilidad entre ir a terapia y tener fe religiosa. Pero este rechazo tampoco es sorprendente teniendo en cuenta el background histórico que hay entre psicología y colonialismo.
Los términos que todo el mundo hoy ubica más o menos en relación a la salud mental, o sea, los que nos han dicho que son los correctos, son desarrollados desde el conocimiento blanco eurocéntrico. Por tanto, hay personas que piensan que hay enfermedades que son solo de gente blanca. Esto también se explica con que en nuestras comunidades racializadas vivimos constantemente en un contexto de supervivencia, por lo que el discurso de “no tengo tiempo para deprimirme” es común. Pero lo que nos falta reconocer es que esas cosas te pasan de todos modos. Así como heredamos formas de sanar, también heredamos formas de enfermarnos: aprendemos de nuestras madres, padres, abuelos, abuelas, cómo reprimir las emociones, la ansiedad, o cualquier otra enfermedad mental o de neurodivergencia.
También creo que es importante hacer lo que dice bell hooks de regresar a nuestras propias tradiciones porque en diferentes culturas existen términos diferentes para designar enfermedades, pero cuyo enfoque de sanación es colectivo y no individual. Aquí en México existe la noción de que uno se puede enfermar del susto, y hay muchas formas de curarlo, ya sea baños con hierbas, rezos, o rituales, un proceso de sanación en que necesitas asistencia. Si nos queremos poner muy occidentales le puedes llamar estrés postraumático. En otra parte de México está la enfermedad de la tiricia, que es tristeza, desgana, pérdida de la fuerza de vida, y la puedes pensar como depresión. Si bien hay muchas formas de pasar por esto, suele haber todo un proceso comunitario de personas que se acercan a ti, de tu familia, de tu alrededor, para ayudarte a salir de eso. Creo que es algo que nos hace mucha falta ante la enorme fragmentación que sufrimos y su agudización después de la pandemia del covid: la sanación se ha vuelto algo profundamente individual, en que nos dicen que tenemos que hacer todo solas, trabajar más duro, salir a caminar cinco kilómetros… Pero el capitalismo y todo lo sistémico sigue afectando nuestra salud mental. Por tanto, nuestros activismos también se tienen que nutrir de estas propuestas de sanar traumas colectivos. Tenemos que ver el activismo, ya sea antirracista, antipatriarcal, anticapitalista, como una forma de evitar que las próximas generaciones sufran los mismos dolores que nosotras y hereden nuestros mismos traumas.
Sí, bell hooks deja clara la unión entre el trabajo personal, emocional, y los activismos. Y respecto a lo que comentas de la fragmentación, Desirée Bela dice en el prólogo del libro que en España a las propias mujeres negras de su generación les ha costado encontrarse. No ha sido tan fácil como cuando bell hooks, desde el primer momento en que quiere crear un grupo como Hermanas del ñame, lo puede hacer. Ese aislamiento aumenta nuestra soledad, y dificulta apoyarnos entre nosotras en el duelo, en la enfermedad, etc. Es verdad que ahora existen los espacios digitales, pero siguen faltando espacios físicos, ¿no?
Este libro se publicó por primera vez hace treinta años. Entonces, tiene discusiones muy noventeras, digamos, pero lo interesante es que en la lectura cada quien decida cómo adaptar esas premisas a su realidad. En una parte del libro, bell hooks habla de trabajar en la universidad, muy lejos de donde estaba su comunidad, hasta que un día se dio cuenta de que la cuenta del teléfono era altísima, que siempre estaba llamando a sus amistades y familiares porque se sentía sola y aislada donde ahora vivía. Así que no es que no quiera pagar la cuenta del teléfono sino que si estoy profundamente infeliz, ¿por qué me voy a quedar en un sitio aunque tenga un trabajo estable, que me paga bien, etc., si el costo es así de alto? Estoy pagando con bienestar tener tal dinero, comprarme tales cosas, tener un trabajo estable que apenas me llena. Creo que eso lo podemos trasladar al momento de ahora y a cómo hacemos comunidad. Tener comunidades en línea fue crucial durante la pandemia porque no podíamos salir, pero ahora se trata de llegar a un equilibrio. Todavía hay covid en muchas partes del mundo y hay personas que no pueden ir a eventos presenciales y no son menos merecedores de hacer comunidad. Estar en línea también es importante cuando estamos en situaciones en que nuestro ambiente no es seguro para expresarnos con autenticidad, por ejemplo, personas de la comunidad LGBT. Así recordamos y sabemos que no estamos solas, que no somos las únicas personas que atraviesan el mismo proceso. Al mismo tiempo, hay que hacer el esfuerzo por crear espacios presenciales. No es fácil y no lo quiero romantizar, pero vale mucho la pena invertir esfuerzo en crear los espacios seguros que añoramos, que no están, y puede que sean temporales y que no duren muchísimo tiempo, pero el simple hecho de que existan y saber que en algún momento los pudimos crear también es bien valioso y asienta un precedente. Es apostar por la esperanza de que siempre se puede volver a crear ese espacio donde me puedo sentir a gusto, donde mi presencia y validez no son constantemente cuestionadas, y no estoy justificando constantemente por qué me veo así, por qué me llamo así, por qué hablo español, etc.
Quiero volver a tocar la cuestión del amor (para bell hooks, “[d]entro del patriarcado capitalista y supremacista blanco, las personas negras no recibimos amor suficiente”), en relación a que uno de los estereotipos que más daño hacen a las mujeres negras es el de mammies y cuidadoras invencibles, que a cambio de sustentar y mantener a sus familias, incluyendo a veces a hombres con adicciones, no conectan con su vulnerabilidad, y se vuelcan en trabajos estresantes en los que no saben detenerse, mostrando desprecio por sus propios cuerpos, y siendo “más apasionadas en nuestra ira y sufrimiento que en nuestras expresiones de amor”. Sin embargo, a bell hooks a veces se la ha tachado de ingenua en libros como Todo sobre el amor. Aquí, en Hermanas del ñame, escribe que “la energía que traemos a situaciones que provocan hostilidad o dolor puede ser redirigida con facilidad” o que “el amor sí tiene la capacidad de arreglarlo todo”.
Nos han enseñado a leer los textos de una forma muy fundamentalista: el texto es lo que es y está bien, y tú estas mal, o si te peleas con el texto es porque todo el texto está mal. Pero los matices son importantes: si algo no te convence no significa que todo lo demás no sea válido. En nuestra labor de pensamiento crítico es bien importante reconocer que varias cosas pueden ser verdad al mismo tiempo, en tanto que algunas siguen siendo relevantes y otras no tanto. Yo misma no estoy necesariamente de acuerdo con algunas de las propuestas de bell hooks, pero no miramos hacia estos referentes como dogmas, sino para aprender, y si hay algo que no nos convence, teorizar y proponer al respecto, del mismo modo que las que van a seguir después de nosotras nos van a ver y van a decir “amiga, esto es increíble, pero este otro no”, y trabajarán a partir de ahí. Así que es muy válido criticar a bell hooks. De pronto ella tuvo el privilegio de trabajar en un contexto académico, y aunque era difícil y duro, tenía una cierta estabilidad económica, un cierto prestigio: no habla desde un lugar normal sino de excepción, pero eso no desmerita sus propuestas y trabajo.
Pensar en el amor como un eje, como el axis en torno al cual podemos girar, puede parecer ingenuo, pero cada una actúa desde sus propios dolores y no todo mundo está en el mismo punto de su proceso. A mí me gusta pensar en la idea de sostenibilidad. Cuando yo empecé a hacer trabajo sobre antirracismo, mucha de mi motivación era la ira, y ese coraje desmedido de la injusticia de 500 años, y aunque es muy potente, y no me arrepiento, y creo que hice muchas cosas importantes, no es la emoción principal que quiero que informe mi trabajo ahora, precisamente porque no es sostenible, porque es desgastante. Esto no supone olvidar la ira, sino pensar que caben más emociones. Aunque el amor no será la emoción principal que mueva a todo el mundo, le tengo mucha fe a bell hooks porque es lo que le funcionaba a ella y a mí ahora también.
Dices en la nota de la traductora que “como mujer afroasiática, me pareció fundamental incorporar perspectivas antirracistas aprendidas de teóricas negras como Djamila Ribeiro, bell hooks, Toni Morrison y Audre Lorde (entre muchas otras) a este proyecto de traducción”. ¿Cómo incorporas el antirracismo en tu traducción?
Creo esta traducción respetando el contexto cultural de la época y tratando de trasladarlo de la manera más coherente al español. No pretendo irme hacia el español “neutro”, porque no existe. Si neutralizamos la lengua, si le quitamos cualquier indicador de alguna especificidad, lo que estamos haciendo es blanquear la lengua, porque la idea de que hay un español correcto y neutro viene de la supremacía blanca y de la noción de que hay formas correctas e incorrectas y mejores o peores de utilizar la lengua. Los retos principales respecto a esta traducción precisamente fueron cómo no hacerla neutra pero tampoco incluir tantos regionalismos específicos que para una persona lectora en Colombia, España o Argentina sean difíciles de entender.
También dices que “muchas personas blancas que traducen textos que hablan sobre contextos culturales negros, por ejemplo, no se preocupan por aprender al respecto para transmitir los significados correctos” y “cometen errores garrafales en la traducción”. ¿Podrías poner ejemplos de esto?
Por ejemplo, la edición en español de Cómo ser antirracista de Ibram X. Kendi o de El ingrediente secreto de Emoni Santiago de Elizabeth Acevedo son de editoriales españolas que se preocupan por traducir para una audiencia española sin pensar en el contexto original de producción. En el caso de Elizabeth Acevedo, se está hablando de comunidades caribeñas hispanoparlantes. Si tú pones todo el rato “hacéis” o “veréis” cuando estás hablando de comunidades caribeñas negras en EE UU, es racista, porque estás poniéndoles a hablar como tú quieres, no como ellas hablan.
Por último, sé que los libros de bell hooks y de otras autoras negras estadounidenses inspiran a parte de las activistas negras en España. Pero también hay críticas, por ejemplo, la de Esther Mayoko, hacia que las editoriales prioricen estas obras a las de las escritoras, investigadoras y traductoras negras que viven en España.
Es una crítica muy válida y un problema extendido en todos nuestros países. Se priorizan las voces, por un lado, de las personas blancas, pero también la producción intelectual de los centros imperialistas o del mal llamado “primer mundo” por encima de la producción intelectual que hay en nuestros espacios. En territorios como España es aún más complicado porque aunque técnicamente pertenece al “primer mundo” pues también hay una disparidad muy grande en el acceso que se tiene a publicar. Definitivamente, en España hay una mayor atención a lo que escriben, publican y crean las personas blancas que las personas racializadas. Creo que se puede hacer trabajo por ambas partes, o sea, pensar en que así como es importante que se traduzcan al español las obras de pensadoras racializadas negras indígenas al español, para crear estos vínculos y estas redes transnacionales intergeneracionales, también pues es importante que se abran espacios y haya una preocupación activa por publicar lo que crean las personas racializadas dentro de cada uno de nuestros países. Se puede hacer el trabajo de los dos lados, y que no necesariamente traducir signifique dejar de publicar a personas locales.