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Insultan a las voluntarias antiacoso de Cambados al grito de «feminazis»

Lunes 6 de agosto de 2018

Un grupo de hombres se dirigió al punto morado de la Festa do Albariño con el saludo fascista

Sara Meijide s. g. cambados /la voz de Galicia 03/08/2018

La marea feminista de Cambados no se rinde pese a los insultos recibidos en su primera noche de patrulla. Este grupo, conformado por cuarenta voluntarias, lleva semanas esperando para salir a la calle pertrechadas con sus brazaletes morados y dispuestas a ayudar a las posibles víctimas de agresiones sexistas durante la celebración de la Festa do Albariño. «Tenemos ganas, pero en las formaciones surgieron muchas dudas. Hoy veremos si se dan o no», confiesa una de estas jóvenes. Entre sus miedos está el de ser agredidas por el simple hecho de organizarse para defender una fiesta en igualdad y libre de violencia machista. «En las redes sociales ya hemos visto comentarios en los que nos amenazaban e insultaban. No les damos aprecio, pero sabemos que están ahí», relataba otra de ellas. De hecho, recibieron insultos en su jornada inicial.

El inicio de la fiesta, el miércoles, fue tranquilo, pero al caer la noche las fieras se quitaron sus disfraces. Y aunque, a grandes rasgos, el balance es positivo «por las muestras de apoyo», las faltas de respeto no tardaron en llegar. Durante los primeros turnos a oscuras las chicas estaban «motivadas», pero a medida que en el reloj pasaban las horas la cuerda se iba tensando. No era todavía la medianoche y ya alguno se reía cuando pasaban a su lado. «Si les molestamos es por algo. Aunque les parezca que no hacemos daño a nadie. ¿Qué más les da que paseemos sin brazalete que con él?». La cosa se fue complicando a medida que llegaba la madrugada. «Nos llamaron feminazis, nos hacían el saludo fascista cuando nos acercábamos y algunos nos preguntaron si nos creíamos la autoridad por llevar el lazo», relata una de las voluntarias.

Fueron varios «machotes» los que se acercaron a ellas para tildarlas de histéricas, bajo el argumento de que «ahora a las mujeres todo les ofende y no se les puede decir nada». En la carpa también hubo movimiento. «Una de nuestras compañeras tuvo que intervenir cuando un chico zarandeaba a una chica, y, al recoger, un hombre se nos acercó para avisarnos de que había una chica inconsciente y sola en la calle. Dejó a un amigo con ella y él vino a avisar para evitar que le pudiesen hacer algo».

Entre las patrulleras, la mayoría han sufrido o conocido algún tipo de acoso. «En una calle del centro un chico me pidió fuego. Le dije que no tenía y me persiguió. Me giré y le dije que me iba para casa, que por favor me dejara tranquila. Tonta de mí, pensé que se había ido y cuando metí la llave en el portal me empujó. Quería entrar. Menos mal que no giré la llave del todo y al devolverle el empujón me pude meter en casa», relata la chica. Algunas cuentan que se intentaron propasar con ellas quienes habían bebido alcohol, otras confiesan que sus exparejas les controlaban el móvil. Un centenar de motivos, en fin, para participar en el equipo morado.

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