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¿Herramientas para comprender la violencia de género?

Jueves 20 de mayo de 2021

Ana Bernal-Triviño 21/5/2021 Público

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Fragmento de la docuserie sobre Rocío Carrasco.- MEDIASET

El pasado miércoles, en el programa de Rocío Carrasco en Mediaset, Alonso Caparrós me preguntó de forma directa qué herramientas podemos proporcionar para comprender la violencia de género. Él manifestaba esa opinión desde un punto bueno: el reconocimiento de que no sabe del tema. Y digo que es bueno porque prefiero mil veces ese punto de partida que quienes llegan sentando cátedra sin saber nada y desde el fondo machista.

En aquel programa yo incidía en que no se puede hacer periodismo de este caso sin ver el documental, y que no se puede hacer periodismo sin leer documentación o sin leer los informes psicológicos. De no hacerlo, se contamina el debate. De la misma manera que no se puede analizar la relación madre-hija comparándola con nuestra vida normal donde no exista ningún antecedente de violencia. Porque entonces volvemos a contaminar el relato, al comparar dos realidades que son diferentes.

Caparrós me decía que yo defendía esta posición, e incluso con vehemencia o enfado, y solicitaba herramientas para comprender la violencia de género. Obviamente, soy vehemente e incluso me enfado porque llevamos décadas repitiendo lo mismo pero no nos atienden, no nos consideran fuentes de autoridad y llevamos años y años sometidas al ninguneo y a la propaganda de determinados partidos políticos que han hecho del feminismo una campaña de desacreditación constante y no un asunto de derechos humanos y transversal.

Por eso le dije a Caparrós, como le digo a cualquier persona interesada en esas "herramientas", que el primer paso es eliminar los prejuicios machistas que todas y todos tenemos. Solo desde ese punto se puede comenzar el cambio. Pero el segundo paso es que nos escuchéis. Porque sentimos, en infinidad de ocasiones, que hablamos como si gritáramos en el desierto, y en cuestiones muy graves. En mujeres que denuncian pero no se protegen como deben o en mujeres que denuncian que sus hijos están en peligro y no se las asiste. Y una y otra vez aparecen los mismos errores. Y una y otra vez tenemos que decir que ya lo advertimos, y que hay asignaturas pendientes, y que no se puede recortar ni un euro en partidas contra la violencia machista. Y en muchas ocasiones, insisto, parece que nadie nos escucha porque el machismo lleva siglos vendiendo sobre las feministas la imagen de unas mujeres desquiciadas, en lugar de mujeres pidiendo justicia ante delitos.

Es cierto que hago (y conmigo, muchas otras compañeras) un esfuerzo tremendo por hacer pedagogía. Una y otra vez, repitiendo lo mismo, desmontando los mismos bulos. Y sí. En muchas ocasiones es agotador. Y cuando tenemos la mínima posibilidad, por compromiso, volvemos a hacerlo. Pero cuando nos preguntáis por herramientas para comprender la violencia de género tenéis que saber que no hay fórmulas mágicas ni masters de un día. Yo, feminista, sigo aprendiendo cada día. Yo, feminista, sigo analizando cada minuto mi vida, viendo en mis actitudes qué cambiar e intentando comprender un poco más a todas las mujeres sometidas a violencia, porque todas me enseñan a diario. Y cientos de mujeres, cada día, ni siquiera saben qué les ocurre ni cómo se llama lo que les pasa, hasta que asumen que son maltratadas.

Y sí, a veces me irrita tener que seguir dando herramientas cuando nosotras mismas no las hemos pedido nunca. Las hemos creado. Por eso me enorgullece el feminismo. Porque está constituido por miles de mujeres, conocidas o anónimas, que sin que ningún hombre les dijera nada, por ellas mismas, supieron denunciar la desigualdad, reclamar lo que es justo y denunciar la violencia en cada una de sus manifestaciones. No hemos pedido instrucciones nunca a nadie. Las hemos buscando nosotras mismas debajo de las piedras, si era preciso. Nadie suele preguntar: ¿Me das herramientas para comprender el fútbol? ¿Me das herramientas para hacer una tortilla de patatas? Porque para aprender la única manera es pedir información, buscarla, tener ganas de saber y comprender. No hay otra receta para esto. Para comprender la violencia de género hay que leer. Y si no se quiere leer hay que escuchar a las profesionales especializadas que hablen de ello en cualquier espacio, no al primer periodista de la prensa rosa que ni empatice con este compromiso. Tenemos que exigir información especializada. Y tenemos que autoexigirnos buscar información y acercarnos a esta realidad, que no es la relación privada de una pareja, sino uno de los delitos públicos más normalizados socialmente.

Las herramientas para comprender la violencia contra las mujeres no son mágicas. Son las que las mujeres llevamos siglos usando: derribar nuestros prejuicios y escucharnos para aprender entre nosotras. Y sí, escucharnos puede parecer simplón y nada pomposo de entrada. Pero cuando deis el paso desde el compromiso y la verdad, descubriréis que escucharnos es revolucionario. Y esa, al final, es la clave de todo.

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