Xarxa Feminista PV
Portada del sitio > ARTÍCULOS, PUBLICACIONES, ENTREVISTAS, Vídeos > Entrevista a Helena Maleno: “Necesitamos una justicia valiente que encause y (...)

Entrevista a Helena Maleno: “Necesitamos una justicia valiente que encause y busque responsables”

Jueves 15 de diciembre de 2022

La defensora de derechos humanos asegura que las decisiones políticas de España están causando una guerra contra la población migrante.

JPEG - 53.4 KB
Helena Maleno frente al CETI de Melilla. Caminando Fronteras

Elisenda Pallarés 08 diciembre 2022 La Marea

La investigadora Helena Maleno (El Ejido, 1970) atiende esta entrevista desde Madrid, donde reside desde que la expulsaran de Tánger tras haber vivido allí casi veinte años. Desde el colectivo Caminando Fronteras, fundado por ella, y el Secretariado Diocesano de Migraciones llevan días trabajando en la defensa de las tres personas que llegaron a Canarias tras una travesía de once días en el timón de una embarcación. Critica las políticas migratorias del Gobierno español en la “guerra de frontera” y señala que es necesario que la justicia investigue episodios como el del 24-J en Melilla.

¿Qué sabemos de las tres personas que llegaron a Canarias en un barco procedente de Nigeria tras once días en la proa?

Están ahora haciendo sus solicitudes de asilo. En un principio iban a ser devueltas, pero la presión que se hizo ha hecho que por lo menos el Estado español acepte escucharlas. Las solicitudes de asilo no se están haciendo en las mejores condiciones porque después de un viaje tan terrible no han tenido una asistencia psicosocial adecuada. Lo que sabemos es que son personas que están muy desesperadas para salir en estas condiciones. Y se nos plantea un debate sobre el derecho de asilo,porque, en un momento de cambio climático, por ejemplo, de crisis energética tan grande en el mundo, ese derecho de asilo se nos está quedando pequeño para determinadas poblaciones.

Estas personas proceden de Nigeria, un país azotado por la violencia. ¿Ve claro que tengan derecho a este asilo?

Claro. Nigeria es un país donde hay en el norte un conflicto con Boko Haram, donde hay un conflicto enquistado de Biafra. Y donde ha habido unas inundaciones terribles últimamente vinculadas al cambio climático. Es un país muy rico en recursos naturales y muy empobrecido por procesos de colonización y de neocolonización. Todo esto se debe analizar, así como los derechos a la libertad sexual y otra serie de componentes del derecho al asilo.

En Caminado Fronteras cada año realizan un informe donde se monitorizan las muertes en el mar. El año pasado fue especialmente crudo, con más de 4.400 muertes. ¿Están haciendo el balance de 2022?

Estamos haciendo el balance y estamos actualizando los datos de los últimos cinco años porque creemos que un análisis diacrónico nos puede permitir ver cómo las decisiones políticas están provocando una crisis terrible del derecho a la vida en la frontera. Este informe se presentará el 19 de diciembre en el CCCB. También pondremos la mirada en las mujeres y en las infancias que transitan las fronteras y en los cambios de rutas migratorias que han sido muy evidentes hacia rutas más peligrosas a causa de las políticas de disuasión. Sobre todo, lo que haremos es construir memoria de todas las victimas que nos faltan y faltan a sus familias. Es un acto de reconocimiento a la lucha de las familias.

Aseguran que solo un 5% de esas personas que mueren en el mar son enterradas. ¿Cómo impacta este hecho en el duelo de las familias?

Es terrible. Es un duelo ambiguo, que no termina nunca. Cuando desapareces a una persona, como ha pasado en la valla de Melilla [el 24 de junio de 2022], esa desaparición tiene un impacto legal en su familia. Nunca vemos esa dimensión, pero tiene consecuencias en las herencias, en las personas que son viudas o huérfanos no reconocidos. Y a la hora de terminar con el sufrimiento, es como un delito que se está cometiendo hacia las familias que no termina nunca. En Melilla se está poniendo mucho el foco en una línea que hay [que separa Marruecos de España], y es necesario ponerlo para saber dónde murieron las personas. Pero, ¿dónde están esas personas que murieron y dónde están las desaparecidas? Desde el 24-J se está haciendo daño día a día a las familias que no han obtenido respuesta por parte de las autoridades marroquí y española.

¿Es la ruta de Canarias una de las más mortales?

Sí, es la ruta activa más mortífera del mundo. El año pasado más de 4.000 personas perdieron la vida y un porcentaje muy alto lo hicieron en esta ruta. Aparecieron las neumáticas en la zona del Atlántico y son muy peligrosas. Siempre se habían usado en el Mediterráneo, pero el océano no es igual que el mar. Los trayectos son muy largos y muchas de las personas que las manejan no saben hacerlo. Y, sobre todo, se producen retrasos en los rescates por medios que no se activan o porque solo se activan medios de búsqueda pasivos, no hay medios aéreos. Hay una mala coordinación entre los dos países, se presiona para que sea Marruecos quien salga a rescatar y no lo hace. Hay una dejación de responsabilidades en el marco de control de las políticas migratorio que está teniendo un impacto terrible en el derecho a la vida.

Pero toda persona que está la deriva debe ser rescatada según el derecho marítimo, ¿no?

Sí, pero estamos creando un derecho a la vida atravesado por un racismo institucional donde hay un derecho a la vida para aquellos que van en yate, aquellos que son blancos, y hay un derecho a la vida para aquellos que van en patera y son personas migrantes y racializadas.

¿Cree que nuestra sociedad ha normalizado que no todas las vidas humanas valgan lo mismo?

Se ha normalizado totalmente. El control del relato es una de las fuerzas de este sistema de control migratorio. Un control del relato hegemónico que permite dejar y hacer morir y que la población permanezca impasible. Es normalizar que por cruzar una frontera se pueda matar a una persona. Esto forma parte del constructo racista. Es como decir “bueno, la gente en África se muere pronto, ¿no?”. Hay un imaginario de que es normal que una persona africana sea pobre y que se muera en las fronteras. Al final los derechos humanos no son para todos, todas y todes, sino que se convierten en privilegios para determinadas poblaciones.

¿El discurso del miedo del cual se hacen eco algunos medios de comunicación, hablando de “oleadas” y “llegada de jóvenes en edad militar”, fomenta esta visión de los derechos humanos?

Efectivamente. Son más de 30 años desde que apareció la primera victima que hay datada en las costas de Cádiz. Y en estos años el discurso en los medios de comunicación ha sido un discurso vinculado al control del territorio, un discurso de propaganda y de guerra porque tú no puedes sostener que tantas personas mueran en una zona. La guerra de fronteras está muy investigada ya por el Transnational Institute, el Centre Delàs o Caminando Fronteras. Las empresas que intervienen en ese sistema de control migratorio son empresas de guerra y hay una guerra contra la población migrante. Y por eso no hay una diferencia en cómo intervienen las distintas ideologías y los distintos partidos políticos en las fronteras. No es cosa solo de la extrema derecha, en las fronteras todas las ideologías políticas comparten el mismo discurso.

Respecto a la conocida como la masacre de Melilla, en un contexto de externalización de la frontera, ¿no es evidente la corresponsabilidad del Estado español?

Está clarísimo que hay una responsabilidad compartida. Como la hubo en el año 2014 en El Tarajal, en el 2005 en la llamada crisis de las vallas de Ceuta y Melilla. Marruecos quería que esas imágenes se vieran, fueron los gendarmes marroquíes quienes grabaron las imágenes y se encargaron de que llegasen a manos que pudieran difundirlas, porque quería dar un mensaje en plena cumbre de la OTAN de hasta aquí vamos a llegar con vuestro beneplácito. Y el presidente del Estado español respondió diciendo ‘lo han hecho ustedes muy bien’. Y Europa ha respondido dándole más dinero para continuar con esa política. Claro que hubo gente que fue herida o que incluso pudo morir en el lado del territorio español, lo hemos visto en las imágenes. Saben lo que pasó allí sus víctimas y sus victimarios. (El ministro del Interior, Fernando Grande-) Marlaska sabe lo que pasó aquel día y que es su responsabilidad. El problema es que lo que pasó en Melilla no es algo que de pronto pase, es una línea política, son decisiones políticas las que provocan lo que pasó. Hay una impunidad total en todos los crímenes que suceden en las fronteras, nadie las investiga. Pasa aquí, pasa en la frontera de Turquía con Grecia, en la frontera italiana… Seguro que el Estado español sabe quiénes son las víctimas y dónde están los cuerpos. Lo que necesitamos es una justicia valiente que encause, que diga que aquí ha habido asesinatos y busque responsables.

¿Es cierto que las personas migrantes se sienten como “mercancía” que se intercambia según como estén las relaciones entre España y Marruecos?

Sí. Cuando llegué a Marruecos en 2002 ya encontré ese discurso en las colectividades migrantes de “somos moneda de cambio, somos una mercancía en las relaciones bilaterales”. En un camino migratorio pasas mucho tiempo, las personas se reúnen, construyen comunidad, se aman, se odian, se separan… Y analizan lo que está pasando en su entorno. Esto es lo que permite la supervivencia de las personas, la defensa que ellos mismos están haciendo de sus derechos.

¿Cómo es la vida en el Monte del Gurugú, donde se encontraban las personas migrantes antes de saltar la valla el 24-J?

Allí las condiciones son terribles. Antes había muchas más nacionalidades en el Gurugú, sobre todo del África occidental y central. Solía haber mujeres y niños en unos campamentos en la zona cerca de Nador. Esperaban para salir en las embarcaciones hacía el Mar de Alborán. Ahora se han desplazado a la ruta canaria. El propio Gobierno marroquí desplaza a las personas. Les interesa tener presión en la ruta canaria porque hay una serie de intereses geoestratégicos, terrestres y marítimos. Ya hemos visto cómo el Estado español ha reconocido que Marruecos es el responsable de ese territorio [el Sáhara Occidental]. Ahora tienen intereses marítimos en aguas territoriales canarias, que Marruecos ya ha anexionado de forma unilateral en el Parlamento marroquí. Tener ellos embarcaciones allí [para el control migratorio] supone que de facto es suyo. Es lo mismo que las devoluciones en caliente en Ceuta y Melilla, las aceptan porque Ceuta y Melilla son territorios que Marruecos no reconoce del Estado español.

Volviendo al Gurugú, al desplazarse esta ruta aparecen otros perfiles que vienen de la zona de Sudán y Chad, que han pasado anteriormente por Libia, una zona terrible. Todos son potenciales refugiados. Es gente que lleva arrastrado muchísimo sufrimiento y violaciones de derechos humanos. En esa zona cada vez se les ataca más y lo que ellos cuentan –como recogemos en un informe que hicimos al atender 800 víctimas del 24J– es que les estuvieron empujando para ir hacia la valla. Es algo parecido a lo que pasó en mayo cuando se abrieron las puertas de Ceuta y dejaron pasar a las personas como moneda de cambio.

Ahora hay más redadas y hay una cosa que he escuchado decir a muchas mujeres cuando llegan a España y me impresiona mucho. Te dicen que lo mejor es que podrán dormir. Cuando vives en el bosque, el hambre y la fatiga son duros, pero no dormir es algo terrible. Están pendientes por si las redadas llegan de madrugada y tienen que esconderse. Las mujeres lo hacen en grupo porque durante las redadas se suele practicar la violación sexual como forma de castigo. Hay mujeres que te dicen que llevaban tres años sin dormir una noche entera.

Relata las vivencias que no se conocen. Aquí la gente se suele quedar con las anécdotas, como el famoso abrazo entre una trabajadora humanitaria y un joven senegalés.

El abrazo puso el foco en ella porque la atacaron muchísimo y no en qué es lo que ha pasado. Si continuabas esa escena veías después de ese abrazo cómo un militar lo acompañaba a la deportación. Forma parte del relato no ir a los protagonistas. Solo se les busca cuando quieren carnaza y no se escucha las historias que tienen por contar. Grabarles, por ejemplo, solo cuando se están ahogando forma parte del relato racista. Esta semana se han publicado datos falsos sobre las identidades de estas tres personas que han llegado a Canarias y esto puede tener un impacto negativo en personas que están pidiendo asilo.

Usted nació en El Ejido, Almería, quizás ya con la mirada puesta hacía el sur. Pero, ¿por qué ha decidido no mirar hacía otro lado, a pesar de las represalias que relata en su libro Mujer de frontera, y ha seguido luchando por las personas en tránsito?

Es una cuestión de educación. He sido educada por mujeres muy fuertes, empobrecidas, jornaleras, que han tenido muy claro que te tienes que comprometer con la sociedad en la que estás. Mi sociedad ha sido muy atravesada por las migraciones y por la explotación laboral posterior que ha llegado a El Ejido. Tú no puedes mirar hacía otro lado cuando formas parte de una sociedad, sino que tienes que intentar construir dentro de esta. Yo formaba parte de un lado de la frontera –antes la frontera terminaba en los Pirineos y de repente terminaba donde yo vivía– y quise mirar al otro lado. Trabajo de investigadora y es importantísimo investigar desde un conocimiento situado. Es el conocimiento que nace de donde estás, de vivir, un conocimiento que muchas compañeras feministas llaman ‘sentipensante’. Nos dicen que el conocimiento que vale es el racional, pero yo he aprendido de las mujeres, de mi familia y de que me he encontrado en movimiento, que el conocimiento sale de las entrañas. El conocimiento está en las cicatrices que te dejan los golpes.

Fue acusada de tráfico de seres humanos por responder llamadas de socorro de personas migrantes en el mar. ¿La criminalización de defensoras de derechos es una estrategia común?

Sí. Hubo un momento en el cual en Europa se empezó a perseguir la solidaridad como un delito. Se perseguía a personas que habían dejado dormir a una persona migrante en su casa, incluso se abrió un caso contra una enfermera que había asistido a las personas que cruzaban las montañas entre Italia y Suiza. Tenemos también el caso de los bomberos de PROMEID del Mar Egeo, a los que se les pedían 10 años de cárcel. En el marco de las relaciones policiales que hay en la frontera se inició una investigación en la que se me acusaba de tráfico y favorecimiento de la inmigración irregular. Fue promovida por el Estado español, que pidió a Marruecos que se me condenase a cadena perpetua. Pero eso abrió un debate. Esos informes decían que yo era una traficante sin ánimo de lucro, con lo cual se abría un camino a perseguir la solidaridad. Si yo era condenada se abría un camino muy tortuoso para otras defensoras. Y al final ganamos. Luego, bueno, han usado otros métodos como entrar en mi vivienda, ataques físicos, me expulsaron de mi casa (en Tánger). Tuve que venir aquí sin nada y me separaron de mi hija durante un mes. Esto no va a parar. Yo soy una privilegiada porque tengo una red que me apoya, pero hay mujeres que están siendo encarceladas.

Si usted fuese norteamericana habría una película sobre su vida.

(Se ríe y asienta la cabeza).

¿Alguna vez ha pensado que sin el apoyo que tuvo en redes sociales y de gente conocida estaría en la cárcel?

Sin el apoyo transversal, sin las manifestaciones en las calles en España y en Marruecos, sí. Recuerdo una señora que estuvo escribiendo al Ministerio del Interior y luego me enseñó aquellas cartas. Mucha gente hizo muchas cosas desde distintos lugares de poder y geográficos, era una lucha compartida. Eso hizo que el juez lo mirara todo con la valentía necesaria. Era una persecución política, no había hecho delictivo y la investigación ponía el foco en que yo era una mujer…

En su vida privada…

Sí, en que yo era una mala mujer.

¿Cree que las nuevas generaciones serán más respetuosas con los derechos humanos? ¿Y en que las personas del sur global sean cada vez más conscientes de sus derechos?

Sí. Tengo un carácter muy positivo (ríe), pero tengo mucha esperanza porque veo esa movilización de gente joven con el cambio climático. También veo cómo llegan esos saberes desde el sur global porque muchas personas están aquí. Creo que hay desafíos muy complicados como el derecho a la libertad de circulación. Parece que siempre ha habido pasaportes con privilegios, pero hace 100 años eso no existía, son instrumentos que quedan del colonialismo. Hay caminos que hay que abrir y este será uno de ellos. La protección de la naturaleza será otro. Pero mira lo que está pasando en Irán, las mujeres iraníes están siendo súper valientes. Las luchas en cada territorio tienen que tejer redes, no se puede hacer mucho desde lo global sin partir de la base. Hay movimientos muy interesantes que se están creando en el Estado español, como las compañeras que se están organizando contra las quitas de custodia racistas, el Sindicato de Vendedores Ambulantes o la organización de Almería Alcemos la voz africanos. Todos esos movimientos están horadando el racismo institucional.

Comentar esta breve

SPIP | esqueleto | | Mapa del sitio | Seguir la vida del sitio RSS 2.0