Xarxa Feminista PV

Hacer feminismo, saber sumar

Viernes 2 de marzo de 2018

Las autoras muestran su preocupación por los análisis que “en lugar de contribuir a multiplicar, sirven de freno en un momento en que el feminismo está poniendo sobre la mesa la capacidad propia de construir en términos hegemónicos”

Ángela Rodriguez / Eva Muñoz / Emma Álvarez Cronin / Alberto Tena 28-02-2018 CTXT

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Mucho se habla y escribe últimamente sobre el momento feminista que atraviesa nuestro país. Creemos que es una maravillosa noticia, pues señala la centralidad y relevancia del debate, y es positivo que genere inquietud intelectual y política en amplios sectores de la población. Algunas de las demandas que surgen en torno a los debates feministas se están poniendo en cuestión en publicaciones recientes, y creemos que esto se hace desde la honestidad y la inquietud intelectual, tratando de tener un debate sincero. Sin embargo, nos preocupa que muchos de estos análisis, que perciben desde fuera y con cierta distancia el feminismo, en lugar de contribuir a multiplicar, sirvan de freno en un momento en que el feminismo está poniendo sobre la mesa la capacidad propia de construir en términos hegemónicos, y se ha convertido en un elemento en disputa también con algunos sectores de la derecha liberal (e incluso conservadora).

Uno de los puntos centrales sobre los que ha pivotado la discusión en los últimos meses ha sido la cuestión del puritanismo y los niveles de censura que podría suponer el feminismo para nuestras sociedades. Desde el manifiesto de las intelectuales francesas, hasta Javier Marías o Virginie Despentes, el debate sobre los límites del feminismo, sobre el que también Santiago Alba Rico ha escrito recientemente, está colocándose en el centro de ese panorama que conecta el espacio intelectual de la tradición feminista con el espacio intelectual de la izquierda (compuesta mayoritariamente por hombres). Precisamente por ello se abre la oportunidad de buscar una asociación entre estos dos espacios, que de por sí ya se superponen y determinan mutuamente, apuntando algunas tesis.

La primera de todas es el tema de fondo de la polémica. Creemos que es un error estratégico enorme usar el feminismo para mantener la pelea con la izquierda más clásica. El feminismo actualmente se parece mucho más al 15M que a esa izquierda clásica que tanto hemos criticado desde 2011. No hay duda de que el feminismo en España se ha desarrollado y mutado al calor de los debates de la izquierda, pero siempre con tiempos, palabras y modos de acción propios. Precisamente ahora que la importancia del feminismo es admitida por buena parte de la sociedad, no se pueden aplicar los mismos análisis que se aplicaron para confrontar los límites de la izquierda: la genealogía, la práctica y demandas son otras. El feminismo nunca ha encajado sin tensiones en los moldes de la izquierda, sería contraproducente hacerlo encajar ahora.

es un error estratégico enorme usar el feminismo para mantener la pelea con la izquierda más clásica. El feminismo actualmente se parece mucho más al 15M que a esa izquierda clásica que tanto hemos criticado desde 2011

La segunda es sobre el supuesto retorno al puritanismo y la censura por parte de las feministas. Decía Despentes hace poco que el puritanismo y la censura no son propuestas feministas y que por lo tanto no se le puede imputar la responsabilidad de haber introducido estas cuestiones en el debate. Decía que no debemos confundir las viejas estrategias de los enemigos con las (a veces poco acertadas y débiles) defensas de nuestras aliadas. Es cierto, ella también lo reconocía, en ocasiones algunas feministas también juzgan a otras mujeres por la forma en la que expresan su sexualidad al calificarla como “patriarcal” o “heteronormativa”. Sin embargo, y sin que sean hechos completamente aislados, cuando el conservadurismo ataca al feminismo por puritano, no se están refiriendo a eso.

No es la primera vez que se intenta colocar el debate en torno al puritanismo como freno a la expansión de las demandas feministas. Sin duda es una maniobra inteligente de los sectores más inmovilistas llevar los términos del debate ahí, donde no se tienen que ver obligados a refutar lo que el feminismo está poniendo sobre la mesa: no solo la denuncia de una situación estructural, silenciada y funcional al statu quo de abusos y discriminación a las mujeres, sino una propuesta de país y de sociedad, la única sobre la mesa con capacidad mayoritaria que se puede ahora mismo impulsar desde los sectores progresistas. Como estrategia del adversario, hay que analizarla y tratar de combatirla, no sólo rechazarla. Y en eso creemos que podemos estar todos de acuerdo. Nos preocupa, sin embargo, que hacerse cargo de los discursos del enemigo para desgastar al feminismo nos lleve a una asunción de sus marcos del debate en vez de transformarlos. No se puede hablar del puritanismo obviando el marco sexual de desigualdad en el que se inscriben las denuncias de acosos, y sobre el que el feminismo ha pensado tanto.

Creemos que la contribución útil al feminismo en estos momentos no es tanto recalcar sus posibles riesgos, aunque haya que tenerlos presentes. Esto lo hizo maravillosamente Natalie Portman en la Women’s March, donde señaló que es la sociedad actual la que es puritana, no el movimiento Metoo. O menos lo es con las mujeres, pues permite a los hombres comportarse sexualmente en libertad, mientras impide el desarrollo del deseo femenino y ataca la autoestima de las mujeres. Igual que hizo Portman, nuestra tarea fundamental como feministas debe ser contribuir a mostrar que es el feminismo el que viene a poner sobre la mesa una alternativa al puritanismo, donde las mujeres podamos expresar lo que queremos y lo que no, poner nuestro placer en el centro sin tener que temer por nuestra seguridad.

Una tercera cuestión es la clara incomodidad y dificultad que tienen los hombres con un cierto momento feminista. Sin duda, tenemos que pensar cómo conseguir que el feminismo sea también asumido por los hombres como la mejor oportunidad para el país, pero no podemos hacer de su incomodidad el elemento fundamental en torno al cual delibera el feminismo. Hay una discusión específica que les corresponde a ellos (también a los intelectuales), si realmente quieren sumar a la apuesta feminista. Para muchos hombres, apoyar la igualdad resulta obvio. También debería ser obvio reflexionar sobre cómo pueden aportar a un debate en el que sus demandas no son el motor de la acción política, y que no puede darse sin vivir momentos de incomodidad. Pensar esto es todo un desafío, ya que en gran medida los espacios de organización, debate y construcción feminista les son ajenos, pero empieza a ser urgente solventar la falta de reflexión política en torno a la masculinidad y su práctica política. Las alianzas con los hombres son fundamentales, pero estas deben basarse en un diálogo con vocación de construcción y reflexión conjunta, para hacer que el feminismo pueda ser también su apuesta, y por tanto una apuesta de mayorías para el conjunto del país.

Para muchos hombres, apoyar la igualdad resulta obvio. También debería ser obvio reflexionar sobre cómo pueden aportar a un debate en el que sus demandas no son el motor de la acción política

La cuarta es sobre la cuestión del diagnóstico del momento en el que vivimos. Estamos en un momento expansivo del feminismo combinado con uno de reflujo de la izquierda. Es decir, uno de repliegue identitario con uno de politización extensiva. Estos dos aspectos sabemos que se superponen e influyen, pero ahora mismo, no dejan de estar gobernados por lógicas diferentes y confundirlas puede ser un error. Mirar el momento feminista con estos ojos implica entender que ahora mismo es imposible reducir esta oleada a unos términos estrictamente identitarios, que es lo que parece preocuparles a muchos.

Por la manera en la que ha desplegado su capacidad politizadora, decir que el feminismo es identitario sería igual que decirlo del 15M, algo que contradice la forma del acontecimiento, y que puede llegar a constituir un lastre, como lo pudo ser en cierta medida una IU preocupada por si el 15M era de izquierdas o no. Cualquier proceso político emancipador con vocación mayoritaria tiene riesgos y posibles derivas indeseadas, y está sujeto a intentos de los sectores conservadores y de la derecha neoliberal de integrar una parte de sus demandas en su favor. El propio 15M fue un momento político lleno de contradicciones, y sin embargo fue un proceso enormemente transformador y estimulante que abrió nuevas posibilidades de cambio y de construcción política afianzando nuevos ejes en el tablero. La tarea fundamental, creemos, está en intervenir ahí y saber sortear y minimizar los riesgos al mismo tiempo que se despliega un potencial que probablemente nos va a seguir moviendo del lugar desde donde empezamos. En política los riesgos no se resuelven a priori y en un papel. Oprah winfrey o las camisetas de inditex son al mismo tiempo oportunidades y riesgos, tensiones creativas que toca habitar en cada momento sin la pretensión de vivir un proceso político de calado con pocas certezas de hacia dónde nos dirigimos.

Intervenir en el momento político no puede ser solo dar “las malas noticias”, que diría el psicoanálisis. Si queremos actuar debemos asumir de verdad la transversalidad del feminismo y aportar para construir en esa dirección. Ciudadanos ha decidido entrar de lleno en el debate de manera bastante inteligente, tratando de disputar el feminismo sin el lastre de la izquierda, y hasta el Partido Popular, con una evidente torpeza pero sintomática falta de homogeneidad en su discurso, ha tenido que posicionarse respecto al 8 de Marzo. Es decir, debatir sobre las cuestiones que el feminismo está poniendo sobre la mesa, cada día se asemeja más a debatir sobre el país que queremos. La responsabilidad por tanto es enorme. Si el feminismo es a día de hoy una gran posibilidad de imaginar otro horizonte, debemos preguntarnos dónde podemos ser más útiles para que el feminismo sea el movimiento de liberación, justicia e igualdad que queremos.

Si tenemos en cuenta el fuerte giro reaccionario de la mayoría de los países de nuestro entorno y los intentos de la derecha patria de de hacer lo mismo, este momento feminista diverso y global tiene en España una situación extraordinaria en muchos sentidos: la capacidad que han tenido las organizaciones del movimiento de convertir en huelga lo que en el resto de países es sólo un paro (es decir, de mover también a los sindicatos mayoritarios en esa dirección); el auge de de la adscripción de la etiqueta “feminista” entre la juventud (muy reflejada en lo que ha sido OT); o la gran cantidad de debates que estamos teniendo son el síntoma de un momento dulce que no debemos desaprovechar. El feminismo no sólo es el mejor dique de contención contra el auge de la extrema derecha y el repliegue censor y conservador, es la mejor posibilidad de construir una alternativa de país. [

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