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Habiba, la niña que desafió a los talibanes el Día de la Mujer portando sola una pancarta contra el ’apartheid de género’

Domingo 12 de marzo de 2023

Las divorciadas afganas temen que el régimen misógino las obligue a regresar con sus exmaridos maltratadores y toxicómanos.

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En el círculo amarillo, las mujeres congregadas en torno a la niña, frente al edificio del gobernador de Gaur. En el círculo rojo, un puñado de hombres contemplan desde la distancia la protesta. En el círculo azul, imagen ampliada de la escolar junto a un guardia armado talibán. — REDES SOCIALES

11/03/2023 FERRAN BARBER Público

Varias docenas de afganas desafiaron a los talibanes el pasado miércoles, 8 de marzo, saliendo a protestar en todo el país por el apartheid de género que se ha impuesto a las mujeres, pero Habiba Sharifi se atrevió a portar una pancarta completamente sola. Poco se sabe de la muchacha más allá de lo que cuentan ciertas fuentes fiables como la Agencia de Mujeres Afganas. Existe, sin embargo, un vídeo de escasa calidad donde se ve a la chica en la ciudad de Firuzkoh vestida con un uniforme escolar negro mientras sostiene un cartel del tamaño de su cuerpo a solo algunos metros de un miembro de la guardia armada del gobernador talibán de Gaur (Ghor, en inglés), una provincia afgana situada en el oeste del país. En las cercanías de la chica, varias mujeres enlutadas y embutidas en abayas la secundan haciendo círculo.

En torno a la avenida de dos carriles donde Habiba y las mujeres estaban reunidas se concentraron un centenar de afganos, curiosos y perplejos por el desafío de la activista, a la que los medios locales describen como "una niña". En el cartel que sostenía, la chica literalmente exigía "educación, trabajo y justicia social para las mujeres". Las adultas que la acompañaban corearon las consignas: "La ONU se ha olvidado de las mujeres de Afganistán"; "Prohibir la educación es un delito, silenciar el crimen es una humillación" y "Viva la igualdad". Al cabo de unos minutos, y como era previsible, la manifestación fue dispersada por las fuerzas de seguridad de la dictadura misógina y patriarcal.

El distrito de Chaghcharan o Firuzkoh tiene alrededor de 150.000 habitantes y es la capital de la provincia de Gaur. Se encuentra a una altitud de 2.230 metros sobre el nivel del mar, a 450 kilómetros de Kabul. Según Afintl, tanto Habiba como su padre fueron arrestados por agentes de la Seguridad del emirato islamista en su propio domicilio. La escolar fue inmediatamente trasladada a la prisión local y el padre se retuvo en la sede de la dirección de inteligencia del grupo. Un día después de su protesta contra las políticas discriminatorias impuestas por los talibanes tras su retorno al poder, en 2021, la Agencia de Mujeres Afganas informó en un comunicado de que Sharifi había sido liberada previo pago de una fianza, a condición de que no hablara con la prensa y no volviera en ningún caso a protagonizar un acto semejante.

El arresto y la protesta de la niña tuvieron lugar en Firuzkoh el mismo día en que los talibanes condenaron a muerte por lapidación a una mujer del distrito de Lal wa Sarjangal (también en la provincia de Gaul) a la que culpan de adulterio. "La chica había abortado a su feto y debido a una hemorragia grave tuvo que ir al hospital central de este distrito, donde fue arrestada por las fuerzas talibanes", aseguran fuentes citadas por la Agencia de Mujeres.

Prohibido divorciarse

Fueron apenas unos pocos cientos las afganas que se atrevieron a arriesgar sus vidas el pasado miércoles, día 8 de marzo, protestando en Kabul y otras ciudades contra hechos como ese. Sus concentraciones coincidieron con la difusión de la noticia, posteriormente corregida y matizada, de que los talibanes pretenden obligar ahora a las mujeres que lograron divorciarse durante el régimen anterior a regresar con sus maridos maltratadores o toxicómanos.

Antes de su regreso, bajo el Gobierno precedente, miles de afganas consiguieron separarse legalmente de sus maridos demostrando que estos las maltrataban o eran adictos a las drogas. Los procesos recibían el nombre de "unilaterales" porque no precisaban la presencia de los hombres en los tribunales. El problema es que muchas de ellas han vuelto a casarse y, según testimonios recogidos esta semana por AFP y The Washington Post, entre otros medios, corren el riesgo de ser declaradas adúlteras a la luz de la nueva interpretación de la Sharia que patrocinan los talibanes.

Estos, a su vez, salieron el viernes al paso de esas afirmaciones desmintiendo en un comunicado que fueran a forzarlas a volver con sus maridos, lo que obligó, entre otras cosas, a The Washington Post, a realizar una larga corrección de la primera versión de la noticia. Literalmente, el diario norteamericano aseguraba: "Versiones anteriores de este artículo describieron erróneamente el estado de algunas mujeres que se habían vuelto a casar en Afganistán al decir que la ley talibán había anulado miles de divorcios y que se habían convertido en forajidas como presuntas adúlteras. El nuevo titular y la aclaración publicada corrigen este error para especificar que estas mujeres que se han vuelto a casar temen ser arrestadas por adulterio porque sus procedimientos de divorcio bajo el gobierno afgano anterior no cumplen con la versión de la ley islámica adoptada por los talibanes".

¿Cuál es la situación de estas mujeres maltratadas?

Entonces, ¿cuál es en realidad la situación de estas mujeres maltratadas? En la nota de prensa divulgada el viernes, el Tribunal Supremo de los Talibanes afirmaba que ni se ha anulado ningún divorcio anterior ni se ha obligado a nadie a retornar con su marido. De una forma sibilina y ambigua, precisaba igualmente: "Si las mujeres desobedientes se han fugado de sus maridos y tienen papeles de divorcio falsos o no tienen pruebas de su separación, estas mujeres son esposas de sus primeros maridos. Si por el contrario se demuestra que se divorciaron legalmente, las mujeres serán libres". En otras palabras, tanto las nuevas como las antiguas separaciones quedarán sometidas al arbitrio y la libre voluntad de los funcionarios que toman estas decisiones.

A pesar de lo dicho y de todos los esfuerzos realizados por los islamistas después de su retorno para moderar su imagen, la barbarie y la violencia de género siguen alcanzando cotas semejantes a las de su primera etapa al frente del país. Incluso bajo el anterior gobierno era complicado para la mujer obtener una separación legal, pero las nuevas normas de los talibanes van a hacerlo de facto casi imposible, sobre todo en los casos de maltrato debido entre otras cosas a que, de acuerdo a la normativa ahora vigente, las mujeres deben ir a la comisaría y proporcionar múltiples testigos para probar la adicción de su marido o los abusos. El problema es que estos suceden casi siempre sin testigos, a puerta cerrada. Y lo más espeluznante es que, según un informe de Naciones Unidas publicado esta semana, nueve de cada diez afganas sufren violencia física, sexual o psicológica por parte de su pareja. La ley islámica permite el divorcio, pero la cultura social lo considera un tabú y lo penaliza más duramente que al propio maltrato.

"Yo acudí a uno de los tribunales de los talibanes a pedir el divorcio y le dijeron a mi marido que se me llevara a casa y me golpeara en la boca. Le dijeron que me sacara los ojos si me quejo", asegura Hana, una chica afgana de 21 años cuya historia es referida por AMU. La muchacha fue de las primeras que acudieron a una corte de los islamistas en la ciudad de Balj después de que estos volvieron a recuperar las riendas del gobierno. Antes de la salida en estampida de las tropas aliadas, Hana era una estudiante de décimo grado. Tras la caída del régimen tutelado por los occidentales, fue obligada a casarse con un soldado talibán que la ha maltratado salvaje y sistemáticamente. "Mi bebé murió en el útero debido a los golpes de mi esposo y de su hermano". Hace más de medio año que solicitó una separación legal y, según la chica, cada vez que acude ante el tribunal es insultada por los funcionarios.

AMU cita el caso de otra chica viuda, cuyo marido era un soldado del anterior gobierno. Este murió durante el conflicto y ahora su familia le ha privado de la herencia. Ella se ha quedado sola, sin trabajo y con cuatro niños. Cada vez que una mujer se ha atrevido a acudir a uno de estos tribunales, ha sido insultada y humillada, cuando no golpeada, lo que a su vez explica el incremento de la tasa de suicidios de chicas maltratadas. La Agencia de Mujeres Afganas refería hace unos días dos incidentes separados de una niña y una joven ambos acaecidos en la provincia de Kapisa. La chiquilla, de 15 años, se ahorcó en el pueblo de Hora, en el valle de Ghaws. Un día antes de colgó tamibén la joven, de 20, en la casa de su esposo, en el distrito de Nejarab.

No son casos aislados. Los suicidios de mujeres en varias provincias del país se han incrementado y la violencia familiar es una de las causas principales, junto al cierre de las escuelas y universidades y los matrimonios forzados. A pesar de la insistencia de la comunidad internacional y de muchos países islámicos para reabrir las escuelas de niñas y el trabajo de las mujeres, los talibanes les han negado el acceso a la educación y el derecho al trabajo con la excusa de preservar la "moralidad" y la "castidad".

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