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Ha muerto: Maya Angelou, una vida fabulosa

Lunes 2 de junio de 2014

Escritora, bailarina, cantante y activista por los derechos humanos estadounidense, fue una gran figura de la cultura afroamericana

Diego A. Manrique 28 MAY 2014 El País

No hay comparaciones posibles. Maya Angelou, que falleció este miércoles, a los 86 años, alcanzó una popularidad inimaginable para cualquier escritora perteneciente a una minoría. Funcionó, es cierto, el toque mágico de Bill Clinton, que tuvo el acierto de elegirla para que recitara uno de sus poemas en la inauguración de su primera presidencia, en 1993, colocándola inmediatamente en el mainstream cultural. El sureño Clinton, que alardeaba de ser el primer “presidente negro” gracias a su afinidad con los afroamericanos, sabía lo que se hacía. Maya tenía una vida fabulosa, quizás incluso demasiado. Con el tiempo, se discutiría la veracidad de mucho de lo que cuenta en sus siete libros de memorias, pero ella siempre se escudó detrás de una buena coartada: escribía “ficción autobiográfica”.

Había sufrido una infancia desdichada y una juventud truculenta. Marguerite Ann Johnson, nacida en St. Louis en 1928, creció entre las ruinas de un matrimonio roto y fue violada a los siete años por el novio de su madre; tras la denuncia, el miserable apareció asesinado (en los barrios negros, a veces se aplicaba una justicia implacable). Tras la II Guerra Mundial, ya con un hijo a su cargo, se buscó la vida en San Francisco: entre muchos oficios, ejerció de prostituta y proxeneta.

En 1951, tras casarse con Tosh Angelos, un músico amateur de origen griego, derivó hacia el mundo del espectáculo. Fue bailarina y cantante, bajo el apodo de Maya Angelou. Una gira por Europa, cantando en la ópera Porgy and Bess, sirvió para que ampliara sus horizontes culturales; en París conoció al esquivo James Baldwin, figura emblemática de la literatura negra. Aprovechó la moda del calipso caribeño para grabar un LP en 1957, titulado Miss Calypso, e incluso apareció en una película de serie B, Calypso heat wave.

Como un Zelig, a partir de 1959 parecía estar en los puntos más candentes en el momento adecuado. Implicada en la pelea por los derechos civiles, se ganó la confianza de Martin Luther King. Formó pareja con el activista sudafricano Vusumzi Make, lo que le permitió contemplar en primera fila el proceso de la independencia de los Estados africanos. Vivió en El Cairo y en Acra; en la capital de Ghana trató a Malcolm X y se adaptó tanto al mundo universitario como a los medios de comunicación, experiencias que utilizó a su vuelta a Estados Unidos. Tras realizar una serie de documentales para la National Educational Television, Black, blues, black!, publicó en 1969 su primera autobiografía, I know why the caged bird sings, el resultado del reto de un editor blanco.

Sé por qué canta el pájaro enjaulado sería un éxito inmediato y ha continuado en catálogo hasta hoy, abriendo una prolífica carrera literaria, abarcando incluso los libros de cocina que Maya alternó con trabajos para el cine —apareció en la serie Raices— y canciones para Roberta Flack y otros artistas. En 1973 volvió a descolocar a la radicalidad negra al casarse con Paul du Feu, exesposo de la feminista australiana Germaine Greer.

Intimó en 1979 con una desconocida presentadora de Baltimore, Oprah Winfrey, que se transformó en su discípula; Oprah admiraba su capacidad para la supervivencia, su habilidad para hacerse un lugar en mundos anteriormente reservados para los hombres blancos con estudios, su populismo literario. Winfrey, ya elevada a reina de la televisión y creadora de su propio Club del Libro, resultaría un vital apoyo para Maya. Y es que Angelou se vio envuelta en infinitas controversias, literarias y políticas. Desde los ochenta, ejerció como inquieta profesora de universidad y conferenciante. Sus libros eran lectura obligatoria para muchos estudiantes, pero también fueron rechazados por numerosas asociaciones de padres, debido a su carga de sexualidad y su irreverencia religiosa.

La bendición de un Clinton en la cumbre de su popularidad abrió la temporada de los premios, que culminó en 2011 con la máxima condecoración de Estados Unidos, la Medalla Presidencial de la Libertad, otorgada por Barack Obama. Fiel a su espíritu guerrero, ella no dejó de mencionar que en las primarias demócratas se había inclinado por Hillary Clinton.

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