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Georgia O’Keeffe: ocho obras clave de su primera retrospectiva en España

Domingo 25 de abril de 2021

20 abril 2021 Rafa Ruiz El Asombrario

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Georgia O’Keeffe, ‘Amapolas orientales’, 1927 (detalle). Collection of the Frederick R. Weisman Art Museum at the University of Minnesota, Mineápolis. Adquisición del museo. © Georgia O’Keeffe Museum

El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza en Madrid abre hoy (hasta el 8 de agosto) una gran exposición –la primera retrospectiva en España– de la artista estadounidense Georgia O’Keeffe. Un esfuerzo titánico para reunir 90 lienzos, teniendo en cuenta que más del 90% de las obras han llegado de Estados Unidos, con los museos cerrados por la pandemia covid-19. ‘El Asombrario’ selecciona ocho pinturas clave para entender y apreciar a esta originalísima artista.

Si preguntamos por el nombre de tres grandes pintoras de relevancia mundial en el siglo XX, seguramente las primeras que se nos vienen a la cabeza sean Frida Kahlo, Tamara de Lempicka y Georgia 0’Keeffe, una extraordinaria mujer que vivió casi 100 años (nació en 1887 en una granja en el Estado norteamericano de Wisconsin y murió en Santa Fe, en Nuevo México, en 1986). A ella está dedicada una de las exposiciones estrella de este año del Thyssen https://www.museothyssen.org/ , abierta desde hoy hasta el 8 de agosto.

Y si le preguntamos a la comisaria de la exposición qué tuvo esta mujer para lograr en vida tanto éxito de crítica y público, en unos tiempos en los que a la inmensa mayoría de mujeres les costaba hacerse ver y valer, y no digamos despuntar en arte, la respuesta que nos da Marta Ruiz del Árbol es que, aparte del indudable valor de su pintura y de su dominio técnico, dos factores más le favorecieron: “La lectura psicoanalítica en clave de género que se hizo de su obra desde muy pronto, destacando que representaba la sexualidad femenina, lo que pudo resultar muy atractivo para el público; y la imagen que ella, mujer inteligente y valiente, creó en torno a sí”, a lo que contribuyeron los retratos, potentes y enigmáticos, de grandes fotógrafos, desde su pareja, Alfred Stieglitz, a Todd Webb.

Podemos también considerar a 0’Keeffe pionera en abrir muchas ventanas a la pintura, desde la abstracción al minimalismo; así como un referente para la generación de pintoras feministas de los años 60 y 70. Supo además beber de la gran tradición del paisajismo norteamericano del siglo XIX y convertirse sobre todo, como recalcó ayer la comisaria en la presentación de la muestra, en una gran pintora de la naturaleza –le encantaba pasear, perderse en el campo y recoger lo que encontraba, desde piedras a huesos y calaveras de animales–, de la vegetación, las llanuras, las montañas, la tierra árida, el horizonte y los cielos limpios de esos paisajes de Nuevo México que le cautivaron desde 1929 y de los que ya no pudo desprenderse nunca, cuya autenticidad marcó su vida y su pintura, hasta decidir trasladarse allí definitivamente en 1949.

Cody Hartley, director del Georgia O’Keeffe Museum de Santa Fe (Nuevo México, EEUU) –principal prestador de las obras en esta exposición, un tercio del total–, señaló ayer en vídeo enviado para la presentación que Georgia O´Keeffe era una mujer de “arrolladora curiosidad e inteligencia”, que desde el principio tuvo claro que quería ser ella misma y no seguir ninguna corriente; de ahí que su pintura haya resultado tan rompedora. Hartley también se refirió al valor de que por fin se organice esta retrospectiva en España ­–cuya cultura tanto marcó a la artista a través de su pasión por Nuevo México; la pintora viajó a España en dos ocasiones, en 1953 y 1954– y concretamente en el Thyssen, que con sus cinco cuadros es el museo de fuera de Estados Unidos con más obra de O´Keeffe.

Tras su paso por Madrid, la muestra –que cuenta con el patrocinio de Terra Foundation for American Art y de JTI– viajará al Centre Pompidou de París y a la Fondation Beyeler de Basilea. Como destacó ayer Evelio Acevedo, director gerente del Thyssen, culmina aquí un deseo que comenzó hace 20 años, un esfuerzo titánico de más de una década, rematado por las complicaciones de la pandemia en el último año, que sembraron de incertidumbre el traslado de las obras desde EE UU.

En El Asombrario hemos hecho una selección de ocho obras claves para entender la trayectoria y valor de quien es sin duda una de las pintoras más libres e influyentes en la historia del arte:

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© Milwaukee Art Museum. Foto: Malcolm Varon.

‘Abstracción temprana’. 1915. Milwaukee Art Museum (EE UU).

Desde muy temprano, Georgia O´Keeffe dejó clara la seguridad en sí misma. De hecho, es famosa su frase en la que, tras reconocer las enormes limitaciones en la vida de una mujer de comienzos del siglo XX, sentenciaba: “Así que decidí que sería estúpido no pintar al menos como yo quería”. Esta obra temprana es la muestra: tras su aparente sencillez, refleja la rebeldía de la artista, que desoyendo cualquier línea, enseñanza y consejo, decidió en un principio prescindir del color. Apostó solo por el blanco y negro. Luego empezó a introducir el color. Primero, el azul. Ahí está Blue II, de 1916, y Montaña rosa y azul, también de 1916, una maravillosa acuarela llegada del Museo de Santa Fe.

‘Desde las llanuras’. 1954. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. Madrid.

El paisaje texano le impactó y lo retomó en varias ocasiones desde su estudio en Nueva York. Ese ambiente rural profundo y los graneros y establos (hay tres preciosos cuadros con este motivo en la muestra) le recordaban su infancia en una granja y reafirmaban su pasión por la vida en la naturaleza. Esto escribió a propósito de este cuadro: “El mugido de las reses en los establos llamando a sus terneros noche y día es un sonido que siempre me ha perseguido. Tenía un ritmo regular como las viejas canciones de los penitentes, repitiendo los mismo ritmos una y otra vez todo el día y toda la noche. Sonaba fuerte y descarnado bajo las estrellas en ese campo amplio y desierto”.

‘Calle de Nueva York con Luna’. 1925. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza.

En 1918 se trasladó a Nueva York, ciudad que combinaría como residencia con largas estancias en el campo. Su pintura refleja ese contraste entre los inviernos y primaveras en Manhattan y los veranos y otoños en Lake George, un enclave natural al norte del Estado de Nueva York. De la ciudad le fascinaron los rascacielos. De ellos hay varios lienzos en la muestra, como este, de la colección de Carmen Thyssen-Bornemisza; pero, como señala Ruiz del Árbol, si nos fijamos, finalmente los edificios están al servicio de enmarcar lo que realmente le interesa, que es mirar hacia arriba, al cielo, las nubes, la Luna, el Sol, la fuerza y autenticidad de lo natural.

‘Estramonio. Flor blanca n. 1’. 1932. Crystal Bridges Museum of American Art, Bentonville, Arkansas.

Para mucha gente, la imagen con que asocia principalmente a Georgia O´Keefe son las flores. Aunque mucho más compleja su trayectoria, tampoco van desencaminados. Pintó dos centenares de cuadros con flores. Ella dijo en 1963: “La mayoría de la gente en la ciudad corre de un lado a otro y no tiene tiempo para mirar una flor. Quiero que la vean, quieran o no”. Y vaya si lo consiguió. Esta obra con la flor del estramonio (Datura stramonium, una planta muy venenosa) es una de las joyas de la muestra por dos razones de peso: Por un lado, une en una flor la belleza, la vida y la muerte, algo que O´Keeffe también plasmó en su mezcla de huesos y calaveras con flores, cielos de un azul esplendoroso y paisajes áridos –ahí está también la original Cabeza de carnero y malva real blanca (1935), del Brooklyn Museum–. Por otro lado, ha sido la obra de una pintora que ha alcanzado el precio récord en subasta: 44,4 millones de dólares en 2014.

‘Lirio blanco n. 7’. 1957. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.

Desde los primeros críticos de su obra hasta hoy día, muchos han visto en sus flores una reivindicación de la genitalidad y sexualidad femeninas, lo que convirtió a O´Keeffe en un referente para el feminismo décadas después. Hay ejemplos elocuentes en la muestra, como Serie 1. Formas de flores blancas y azules (1919) en el Museo de Santa Fe, y este precioso lirio que podemos admirar en el Thyssen. Hay otras bellísimas composiciones vegetales, como Amapolas orientales (1927), llegadas desde Minnesota, y Narcisos amarillos nº3 (1936), desembarcados desde Kansas.

‘Black Place I’. 1944. San Francisco Museum of Modern Art.

Esa conexión de la artista con la fuerza telúrica de la tierra, sobre todo de Nuevo México, le llevó a obsesionarse con algunos paisajes, como las colinas que ella misma bautizó como Black Place, una especie de corazón de las tinieblas. Cuenta el catálogo de la muestra: “Le fascinaron de tal manera que organizó acampadas de varios días en este árido lugar para poder pintarlo. El resultado es una serie de obras que muestran la escarpada hendidura que separa las dos colinas en composiciones cada vez más abstractas”. Por cierto, esa es otra de las características especiales a lo largo de su dilatada trayectoria, la combinación de lenguajes –de lo figurativo a la abstracción– con absoluta soltura y naturalidad, a menudo respecto al mismo asunto a pintar, según la emoción que necesitara expresar en cada momento.

‘Puerta negra con rojo’. 1954. Chrysler Museum of Art, Norfolk, Virginia.

En ese camino hacia la abstracción, Georgia O´Keeffe fue virando cada vez más hacia lo esencial, lo que la convierte también en avanzada del minimalismo que se haría fuerte en los años 60 en Estados Unidos. Hay una sala con extraordinarios lienzos de este esencialismo a partir de la puerta de la hacienda que adquirió en ruinas y a la que se trasladó a vivir en Abiquiú, Nuevo México, en 1949. Llegó a decir: “Esta puerta es la razón por la que compré esta casa”. El ejemplo más radical e impactante es un cuadro muy horizontal en blanco, negro y gris (como si volviera a sus comienzos, cuando decidió prescindir del color): Mi última puerta, de 1952-1954, que se guarda en el Museo de Santa Fe.

‘Carretera en invierno I’. 1963. National Gallery of Art, Washington.

A partir de los años 50, la artista se convirtió en viajera incansable por todo el mundo. No trasladó esos paisajes a sus lienzos, pero los viajes sí le influyeron de modo decisivo. ¿Cómo? La comisaria explica que los viajes en avión, ver el mundo desde arriba, le ayudaron en ese vuelo hacia el esencialismo y minimalismo. Cambió su enfoque de la realidad. Aquí está cómo pintó, aprovechando una nevada, la carretera que veía desde la ventana de su dormitorio. En ese camino hacia el esencialismo influyó sin duda que en 1972 O’Keeffe perdió gran parte de la vista por una degeneración macular, dejándola solo con visión periférica. De ahí que impresione otra obra pintada entre 1976 y 1977, ya con 90 años, que prácticamente cierra la exposición: Cielo sobre nubes. Horizonte amarillo y nubes, también llegada desde el Museo de Santa Fe. Un absorbente lienzo blanco en sus dos terceras partes y con franjas de suaves verdes y azules en su tercio superior.

Terminamos con las muy esclarecedoras notas que tomaba la artista en el avión: “Es espectacular cuando uno se alza sobre el mundo en el que ha estado viviendo… el mundo absolutamente simplificado y bello, bien delineado en esquemas, como simplificarán y ordenarán esta época nuestra el tiempo y la historia”.

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