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Feminismo y diversidad funcional: Diccionario (incompleto) de violencias

Miércoles 10 de febrero de 2016

Montserrat García 08-02-2016 Pikara

Con el objetivo de intentar encontrar el significado (si existe), de muchas de las situaciones que vivimos miles de mujeres, planteo crear un diccionario que nos ayude a tomar conciencia de nuestras realidades y de nosotras mismas.

Muchas de las situaciones que se reflejarán son extrapolables a todo el colectivo de personas discriminadas por diversidad funcional y por salud, pero con el matiz de que en este caso el 90% somos mujeres.

El diccionario está incompleto porque se construye en base a la experiencia colectiva. Por lo que aún faltarían las palabras de quienes están empezando a escribir ahora mismo su propio proceso personal. Como faltarían también las voces de muchas mujeres que han sido silenciadas por su entorno o por la muerte, a quienes no habría que olvidar jamás.

***

Con la “A” de “Autoinmune”, la primera de las violencias, la de tu cuerpo hacia sí mismo: cuando tu propio sistema inmunitario interpreta tu cuerpo como una amenaza. Cuando tu cuerpo se destruye a sí mismo intentando defenderse de sí mismo. Cuando, con la “A”, de te “autodestruyes”. La misma “A” de artritis reumatoide.

Funcionas, con la “B”, a “brotes”: momentos (de semanas a meses) en los que la actividad destructiva de esas enfermedades degenerativas anda desenfrenada y hace que,

Con la “C”, tu “cuerpo” cambie sus ritmos, su forma, se inflamen tus articulaciones y cualquier cosa que tenga cartílago o membrana (desde los dedos, hasta la columna, pasando por las caderas, el cráneo, tu corazón y tus pulmones), y se destruyan parte de tus hormonas. Y así es como, de repente, te transformas en un cuerpo rígido, entumecido por el dolor, agotado de tanto autodestruirse y autodefenderse, que pierde movilidad. Un cuerpo que te cuesta reconocer, identificar como tuyo. Un cuerpo que pasa a ser propiedad de los médicos, que se convierte en un pedazo de carne diseccionado por partes al servicio de la ciencia.El diagnóstico, el historial clínico, equivale a un pase VIP de acceso ilimitado a tu cuerpo, a ti.

Y es que, con esa misma “C”, todo eso tiene que ser un “castigo” divino o del universo (para los más “zen”), como el de Eva, por algo que hiciste mal, algo de lo que tú tienes la culpa.Si es tu cuerpo el que se hace daño a sí mismo, es culpa tuya. Así que al castigo divino y universal, y al castigo de tu entorno social que te culpará en lugar de apoyarte y te acusará de no cumplir con las expectativas creadas sobre ti como mujer, sumas tu propio “autocastigo” en lugar de aceptar y gestionar los cambios: ¿por qué a mi?¿qué hice mal?

A través del, con la “D”, “dolor”, con el que no tendrás más remedio que convivir todos los días, de la prohibición de que en tu vida no haya absolutamente nada que produzca placer (porque sumarias pecados), quizá consigas al final de tus días heroicamente la redención, el perdón de los dioses y del universo, además de la aceptación y admiración social. “sufre y te ganarás el cielo” (cuanto más sufras, mejor) “… porque eres una santa”.

Como estás, con la “E” “enferma”, se te sentencia a la “exclusión”: se te niegan los apoyos de todo tipo (técnicos, humanos y sociales) imprescindibles para poder gestionar con una mínima dignidad los momentos de brote. Esos momentos que también forman parte ineludible de tu vida y de la otra de las actrices principales de la obra (para bien o para mal): tu madre. Porque no has conseguido llegar ni a la categoría social de “discapacitada”: eres una enferma, lo cual justifica socialmente –aún más- tu exclusión. Los mayores esfuerzos deben ir dedicados única y exclusivamente a curarte, a volverte “normal”, para que así y sólo así puedas volver al mundo de la ciudadanía perfectamente civilizada y participar de lo que en él se hace. Así que hasta que llegue ese momento, se te condena a quedarte encerrada en casa, esperando, viendo pasar la vida por la ventana, aislada, rezando por tu perdón. Abandonada conscientemente por el sistema, excluida hasta por la conocida “Ley de dependencia”.

Con la “F” , “fealdad: Eres todo lo contrario a los anuncios de cosméticos: se abultan incomprensiblemente partes de tu cuerpo, te hinchas de tanto tomar cortisona, se te agrieta la piel y te salen estrías (cuando no úlceras), pierdes el cabello por culpa de la agresividad de los tratamientos, caminas -cuando puedes- cojeando, y ves como poco a poco, para los ojos ajenos , te vas “deformando” .

Y es que aunque tú estés preocupada porque puede ser que pierdas un riñón, el entorno realmente lo que verá es que estás, con la “G”, “gorda”: Cuanto más te desvías del estándar de normalidad, del canon de belleza, mayor es el rechazo y la discriminación.

Te tratarán/acusarán, con la “H”, de “histérica” (como Freud). Porque padecerás claramente el síntoma de “tendencia a causar problemas” cuando marques límites, defiendas tus derechos, reclames tus apoyos, cuando reniegues de ese otro papel que se te había asignado: el de cuidadora abnegada, sacrificada, el de supermujer que puede con todo. Te tacharán de egoísta por ponerte a ti misma en el centro de tu vida, te acusarán de no ser tú (de no ser lo que se esperaba de ti). Es el precio del empoderamiento.

Con la “I”, se te roba la “identidad”: tú ya no eres tú. Tú eres un diagnóstico, tu enfermedad. Se separa tu cuerpo y tu mente, se te disecciona por partes, donde cada especialidad médica hace lo suyo con el trozo que considera que pertenece a su “territorio”, intentando estudiarte y arreglarte por separado. Se te habla de algo externo, de “la enfermedad”, como algo que está fuera de ti, alejándote así cada vez más de tu propia consciencia corporal. Se te obliga a encajar en el estereotipo de “enferma” (amargada): si no lo haces, se te exige que justifiques (y mucho) cada apoyo que necesitas. Con lo que pierdes también el derecho a la “intimidad”: tus datos sanitarios, como tu cuerpo, son de dominio público.

La “I” también es de “Independencia”: económica, con la que tal vez podrías costearte el precio de la otra independencia (apoyos) y escapar del entorno opresor.

Pero estás, con la “J”, “jodida”: entre la crisis-estafa, los recortes en todos los ámbitos y la falta absoluta de interés de todo gobierno y todo sistema por crear también unas verdaderas políticas de inclusión…

…con la “L”, “laborales”. Se te dice directamente que tú y el resto de miles de mujeres, salís más baratas jubiladas. No sale a cuenta gestionar. Es más sencillo expulsar del sistema, tanto educativo (universidad) como profesional. Y puesto que estarás fuera de juego se te cuestionará el hecho de que sigas queriendo estudiar, que tengas inquietud por aprender. Cuando tu vida productiva está acabada en este mundo capacitista y capitalista, tu vida está acabada.

Como también estarás acabada como máquina de producir criaturas.

Ante la “M” de “maternidad” o bien se te presiona socialmente para ejercer de madre (sin tener en cuenta cuál es tu voluntad y a expensas de que obviamente en este campo tampoco existen apoyos de ningún tipo), o bien se produce una especie de “esterilización” emocional, biomédica, social y cultural. Frente a la información objetiva en base a la que tomar tus decisiones, se te convence de que si no eres capaz ni de cuidarte a ti misma muchas veces, cómo se te ocurre plantearte la responsabilidad de tener hijos. Hasta el punto de que incluso desde la administración se te dice: las mujeres enfermas como tú, tenéis que entender que no podéis tener ni sexo ni hijos. Es muy complicado.

“N” de “Negación”: la obsesión con la cura prometida (tan bien alimentada por los laboratorios farmacéuticos) del retorno a lo que un día fuiste (o creíste ser), lleva a la negación de esos momentos de brote de tu vida (“no pienses en eso”) ante la aceptación y el aprendizaje de la gestión del cambio. La negación de una misma, de los ritmos que necesitas en cada momento, de tus deseos.

Es en realidad rechazo a ti misma, a tu cuerpo, a los cambios que se producen en él (tanto los efímeros como los permanentes, las lesiones).Negación también por parte del entorno directo: desde las personas que se niegan a verte en esos momentos en los que dejas de ser “normal” (períodos de brote) porque dicen que se les hace duro, a las personas que te piden que no uses el bastón o la silla de ruedas para poder desplazarte porque se les hace visible que requieres unos apoyos, que no eres el ideal estándar de persona eternamente sana, joven e invencible.La negación de una misma a utilizar esos apoyos por vergüenza, por el qué dirán, es una de las mayores violencias: la de una contra sí misma. Y no hace más que incrementar nuestra invisibilización en todos los ámbitos. Si no se nos ve, no existimos.

Eres tratada, con la “O”, como “Objeto”: desde que naces como objeto de satisfacción sexual de otros, para luego ser también objeto de estudio y análisis. Se te convierte en un objeto de dominio público: una donación en vida a la ciencia, al “bien común”. Cuando no se unen ambas cosas y eres víctima de abusos sexuales durante las mismos procedimientos considerados terapéuticos.

De la “P” de “paciente” a la “p” de “persona”. Ante la falta misma de tener conciencia de ser una persona (se te identifica por un rol dentro del sistema de salud), ¿dónde queda ser mujer? ¿y el “poder personal”? ¿dónde queda la feminidad?

Ante esto, con la “Q”, ¿“qué”? ¿qué hacemos?

“R” de “Responsabilidad”: Se trata de un ejercicio de responsabilidad personal, colectiva ysocial, como también del Estado y los poderes públicos. No culpar a algo etéreo, no excusarnos en el “heteropatriarcado”: el conjunto de la sociedad lo conformamos entre todos y todas. Y todos y todas somos, en mayor o menor medida, responsables de todo esto.

Insistir en la responsabilidad personal, individual: Nuestra vida, nuestro placer, nuestro sufrimiento y nuestro bienestar es responsabilidad nuestra.

“S” de “salud”: El vínculo ineludible que tenemos con Sanidad (es importante estar también biológicamente vivas), es a la vez aquello que nos encadena y se utiliza como pretexto para impedir que nuestro colectivo dé el paso hacia el modelo social de la diversidad.

Es, a la vez, el primer ámbito donde se nos discrimina por ser mujeres, tal y como podemos comprobar en la falta de cobertura sanitaria (por seguridad social) de todo lo vinculado a la salud sexual de la mujer (que no sea exclusivamente reproductivo). Recetan lubricantes para los ojos, pero no para la vagina, a expensas de reconocer la afectación y las complicaciones que todo ello tiene. ¿Por qué no hay la misma presión mediática que con la “viagra”? Vivirás con dolor, parirás con dolor, follarás con dolor… y abortarás con dolor.

“S” de “Silencio” (…): quien calla, otorga. Lo que no se pronuncia, lo que no se comunica, no existe o no existió nunca. Cómo callamos las mujeres ante nuestra propia agresión y ante las agresiones a otras mujeres.

“T” de “triple” discriminación: diversidad funcional + salud+ mujer. Y me atrevería a añadir una cuarta: la edad. “Pobre, ¿Qué haces tú joven con artritis?” Lo cual debería hacernos reflexionar sobre si la edad justifica socialmente (y moralmente) que a una mujer se la discrimine y excluya. El rechazo y la discriminación dentro de los mismos colectivos, la comparativa/competición de a ver quién está peor, quién tiene más problemas y quién es más desgraciado… Es clave para que hasta los mismos poderes públicos jueguen al Divide y vencerás”.

Ante lo de que deberíamos responder, con la “U”, “Unión”: porque “la unión hace la fuerza”.

“V” de “violencia” personal, social, del sistema, de una misma hacia sí misma, y entre las mismas mujeres. La discriminación como forma de violencia y abuso de poder.”V” de “Violación” de derechos humanos fundamentales.

“X” de “sexualidad”: tradicionalmente negada, violentada (tener en cuenta el contexto: no partimos de cero, sino que sumamos y multiplicamos). Ante las “relaciones” afectivas y sexuales: se te convence de que eres una carga, de que haces daño, de que haces sufrir a las personas que te quieren. A la vez que se te aconseja: “Busca a un chico que te cuide, que se haga cargo de ti”. Con lo que te niegas la posibilidad de tener una relación de pareja, tanto por no anularte como por no hacer sufrir. Ocultas parte de ti, reniegas de ti, anulas tus emociones por el miedo al rechazo: solo tienes relaciones puramente sexuales (sin ni siquiera mirar a los ojos) cuando pareces “normal” (y lejos, muy lejos, para poner la distancia como excusa) para que nadie descubra jamás tu “secreto” mientras puedas seguir ocultándolo.

“Y” ya voy acabando.

Con la “Z”, quisiera meter algo de “zizaña”, para reflexionar sobre estos mismos espacios de debate (como tantos otros).

***

No debemos permitir que se repita el mismo modus operandi en el que somos un mero objeto de estudio (antes por parte de la medicina, ahora por parte de la sociología o la psicología), o de admiración porque eso supondría una banalización de nuestros cuerpos (otra vez), de nuestras vidas y de nosotras mismas. Otra nueva disección por partes. Y somos unidades indivisibles, únicas, como seres humanos que somos.

Bajo ningún concepto, ni bandera, ni etiqueta (de ningún tipo) debemos permitir que se nos convierta en un atractivo de feria dentro de un circo de debates eternos, superfluos, un entretenimiento, una moda pasajera.

No crear ni imponer más etiquetas, que es precisamente contra lo que estábamos luchando para recuperar y construir nuestra propia identidad como personas.

No sacrificar todo un proceso de empoderamiento ni personal ni colectivo en nombre de nada: ni movimientos, ni etiquetas de ningún tipo –ni las que parece que adquieren una connotación “positiva”- ni adjetivos que sustantivan, ni prácticas sexuales, ni un largo etcétera, o volveremos a perder nuestra propia identidad, otra vez. Somos mucho más que eso.

No trazar esa línea entre normal y anormal: vosotras y nosotras. Ni tan si quiera entre lo que se consideran cuerpos disidentes y los que no. La normalidad no existe. El estándar es una invención que se creó para someter, controlar y justificar todo tipo de acto eugenésico.

Quizá la cosa está en ofrecer, compartir, construir posibilidades, opciones, herramientas para el empoderamiento (en definitiva). Pero desde nosotras y con nosotras: “Nada sobre nosotras sin nosotras”.

Poner en valor la diversidad, la libertad y el respeto hacia los procesos personales de cada uno/a, las diferentes prácticas sexuales y las relaciones personales. Que cada persona escriba su propia historia sin que nadie ni nada mueva su mano al escribir, más que ella. El verdadero derecho a decidir.

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