Xarxa Feminista PV

Feminismo chic

Sábado 12 de enero de 2019

La renovación de la extrema derecha europea pone de manifiesto cómo las corrientes neonazis defienden el género como binario y apoya los roles de la familia tradicional como incontestables

Amaya Olivas Díaz 09-01-2019 CTXT

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Hilas y las ninfas. 1896 JOHN WILLIAM WATERHOUSE

Hace un par de días, uno de mis mejores amigos –y referente político– me mandó esta noticia: se ha censurado en una galería de Manchester a Waterhouse, a una de las obras de arte prerrafaelistas más reconocibles [La autora se refiere al cuadro Hilas y las ninfas (1896), de John William Waterhouse, que encabeza este artículo] . Juzguen ustedes mismos.

Este acontecimiento fue el detonante para escribir “a partir de mí”, desde la mejor tradición del feminismo.

Voy a glosar, entre otras, a Marta Sanz, para dejar claro que aspiro a un alter-feminismo que cambie el mundo de raíz: yo soy una de esas feministas que no saben separar el patriarcado del capitalismo.

Efectivamente, parece que el “feminismo chic”, como afirmó certeramente Ángela Davis en su última visita a Barcelona, se ha convertido en mainstream. Los problemas que de ello se derivan son graves: el capitalismo fagocita y destruye todo lo que toca; corremos el peligro de que el feminismo se convierta en nicho de consumo y venda a las mujeres “al peso”.

Aún me parece peor que lo que se venda sea el reduccionismo a la genitalidad. La categoría “mujer” no puede ser la única variable para definir e investigar la interseccionalidad que necesitamos si queremos tener en cuenta los condicionantes de clase social, opción sexual, situación legal, etc.

Vivimos en un momento peligroso. La excelente reflexión de Nuria Alabao en el ensayo de Un feminismo del 99% nos pone en la brecha: la renovación de la extrema derecha europea pone de manifiesto cómo las corrientes neonazis defienden el género como binario y apoya los roles de la familia tradicional como incontestables.

Lo peor, con todo, es el hecho de que este tipo de movimientos híper conservadores han hecho de la “igualdad de género” –la forma del feminismo neoliberal– una llave instrumental de la cultura nacional (el paradigma sería Francia) para oponerse a la cultura de los migrantes.

Lo que me interpela se resume, haciendo simple lo complejo, en las siguientes cuestiones:

1. No existe un movimiento que pueda llamarse revolucionario que no tenga en su agenda la lucha contra la desigualdad económica y social. Y sin olvidar que la batalla cultural, esencial, debe mover la agencia de los espíritus desde la marginalidad hasta el centro de la agencia política.

2. No podemos desear un feminismo que ejerza formas punitivas ni que castigue los vínculos solidarios y deseantes con lo “masculino”.

3. Debemos reivindicar a autorxs como J. Butler o como S. Rico, cuando defienden el derecho a la vulnerabilidad, expresando que “lo queramos o no, tdxs estamos siendo repetidamente hechxs y deshechxs por numerosos actos”.

Por otro lado, cuando se abomina de la crítica al #Mee Too por el paralelismo entre el tutelaje a las mujeres y su silenciamiento histórico, o cuando se erigen peticiones de prudencia y negar la posibilidad de hablar masivamente cuestionando el orden que naturaliza la desigualdad y la violencia, yo quiero expresar que también entre las mujeres de poder se reproduce el estigma sobre lxs vulnerablexs y que se silencian voces que claman por los derechos esenciales a un trabajo y a una vida digna.

¿Quién apoyó a las kellys, limpiadoras de juzgados, o cultivadoras de fresas?

Mientras tanto, sigamos silenciando la destrucción del arte y la belleza. Hoy me pasa algo por lo que me convertí en feminista: “Me duele algo que no puedo decir”.


Amaya Olivas Díaz es magistrada de lo Social. Miembro de Jueces para la Democracia.

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